Voz del sur

Julio Frank Salgado

Para que el gol vuelva a ser el mismo

En el fútbol de hoy, unos siguen creyendo que existe romance, otros admiten que lo han perdido y quieren recuperarlo, mientras algunos alientan más el negocio latente.

En el auditorio del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile se realizó, el sábado 13, la Cuarta Asamblea de Hinchas Azules, una nueva organización social dedicada a recuperar una institución socio-deportiva que, fruto de diversos sucesos políticos, dejó de serlo para convertirse en una empresa productiva y de negocios, aun conservando bajo arriendo el nombre original. Una situación y acción similares y paralelas involucran al colectivo “Colo Colo de todos”.

El fútbol y una pelota inflando la red deberían provocar en los hinchas esencialmente la misma reacción, la misma euforia. No tendría por qué ser de otro modo, si se trata precisamente de eso: de borrar todas las diferencias, discrepancias y desigualdades para ponerse, al unísono, en sintonía y en comunión en el goce de la máxima expresión del balompié.

Pero ocurre que, en este nuevo y legalizado escenario, el gol ya no sólo es registrado por las pulsaciones cardíacas y el tablero marcador del estadio, sino también por el movimiento de la bolsa de comercio y las cuentas bancarias.

Desde que este deporte, el más masivo y cautivante de todos, ha sido incorporado a la lógica calculadora y pragmática del negocio financiero, un balón ingresando al arco rival llega a generar distintas emociones o, al menos, diversas variedades de las mismas. La emoción de un hincha común y corriente, anónimo y ajeno a la marcha administrativa de sus colores, no podría ser confundida con la de un gran empresario o alto ejecutivo de la empresa propietaria –o concesionaria- de dicha enseña. La euforia del primero, ajena al contacto físico o material, proviene más bien de un simple sentimiento platónico, alimentado por un hecho bañado en simbolismo; la del segundo, en cambio, va más allá del juego y se deposita en el concreto y crudo, aunque también seductor, mundo de los negocios privados.

Al interior de la propia hinchada anónima hay sensaciones encontradas: unos celebran los triunfos sin importarles cómo se gestan y quiénes lo hacen desde fuera de la cancha; otros, a quienes esto sí importa y determina, los asumen con un dejo de amargura al comprobar que cada vez se les margina más de su participación en ellos.

En la práctica, unos avivan una entelequia, algo que parece ser, pero que ya no es (institución deportiva); otros, un deseo, que eso que ya no es vuelva a ser; los terceros, en cambio -sin evasivas ni contradicciones-, algo real y tangible, nada de simbólico, porque debe necesariamente redituar en dinero (empresa comercial).

No por casualidad

Para que esto sucediera en Chile debió irrumpir una dictadura, contraria, por definición, a cualquier manifestación social no controlada ni controlable. El poder autoritario presionó a los dos clubes más populares, en el primer caso comprometiéndole la gestión administrativa al destinarle recursos directos y, en el segundo, despojando a la universidad estatal madre de su cobertura nacional y dejándola bajo un régimen de cuasi-autofinanciamiento.

Después llegaron los políticos de profesión, también contrarios, aunque no por definición, a cualquier manifestación social que se aleje del concepto partidista de democracia, los que dieron un doble golpe de gracia: persiguieron las deudas de ambas instituciones a través del Estado –Impuestos Internos y Tesorería, respectivamente- hasta la quiebra de ellas y aprobaron una ley de sociedades anónimas deportivas que declara al fútbol profesional un emprendimiento privado con fines de lucro.

Así, tenemos hoy ex clubes o corporaciones deportivas cuya gran raigambre y convocatoria popular fue transformada, o se pretende transformar, en una colosal y disciplinada clientela que reemplace a la impredecible y molesta hinchada; en un mercado cautivo para productos e inversiones privadas que, en el marco de la economía ultraconsumista imperante, constituye un campo despejado para conglomerados económicos y financieros nacionales y transnacionales, para los que el fútbol es una pequeña parte de sus inmensurables negocios y preocupaciones… Algunos de sus miembros, peor aún, alcanzados por escándalos político-financieros.

En la prensa deportiva no se objeta todo esto; dada la abundante publicidad de esos mismos sectores, sería un autogol.

Sentido

En este contaminado ambiente, en el que no prevalece la comunidad sino determinadas sociedades particulares, es explicable que el gol ya no signifique lo mismo para todos los fanáticos.

Afortunadamente, todavía quedan remeros contra la corriente, que se han organizado para reclamar e intentar una salida. ¿Cuál? No hay muchas, pero debiera tener el mismo punto de partida que en cualquier ámbito del quehacer humano: devolver el sentido –o la cordura- a la vida en sociedad.

Julio Frank Salgado

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Autor

Julio Frank Salgado

Periodista y bloguero chileno. Reportero y editor en medios de comunicación escritos, radiales, televisivos y digitales. Activista digital por una Constitución democrática para Chile desde 2007. Autor de "Médicos en la Historia de Chile" (2005) e "Idolos de blanco" (2011). Año XIX en la blogosfera de PD.

Julio Frank Salgado

Periodista y bloguero chileno. Reportero y editor en medios de comunicación escritos, radiales, televisivos y digitales. Activista digital independiente por una Constitución democrática para Chile desde 2007. Autor de "Médicos en la Historia de Chile" (2005) e "Idolos de blanco" (2011). Año XIX en la blogosfera de PD.

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