Mobbing: razones para la risa

“Dedicado a los que ríen”(Por: Los que no rien ya.)

(Prof Iñaki Piñuel) He dejado pasar varias horas antes de poder superar la náusea y escribir estas líneas que quieren ser homenaje a aquellos que, en esta inmensa polémica no han podido hablar, ni podrán poner los posts correspondientes.
Yo lo hago por ellos. Va in memoriam: Pedro, Avelino, Gema y Félix.

El doctor X, al que llamaré Ernesto de manera figurada es un brillante y jóven médico que descubrió que los pacientes del servicio de su especialidad médica estaban muriendo a chorros merced a técnicas no contrastadas ni acreditadas que el jefe de su servicio al parecer les aplicaba (estilo Doctor Mengele)sin consentimiento ni aún menos conocimiento de aquellos que resultaron ser sus cobayas humanos.

Tras denunciarlo internamente y solicitar que se hiciera una auditoría interna en ese hospital, esta se realizó y se mantuvo oculta durante meses. Finalmente se saldó con un resultado positivo. Tasas de mortalidad inadmisibles y mala praxis. Decenas de personas que deberían vivir habían fallecido. Ernesto fue «premiado» con el mobbing.

Se le prohibió operar, fue apartado, ninguneado y vejado. Los compañeros comenzaron a darle de lado. La inspección de trabajo declaró que existía “mobbing técnico”, es decir, falta de ocupación efectiva mantenida e incomprensible.

Dos años después, Ernesto vive el calvario del Síndrome de Estrés Postraumático ya cronificado. Su vida es un infierno. No duerme. No se puede concentrar. No tiene control sobre sus emociones. Revive una y otra vez en medio de terribles flashbacks las escenas del maltrato y de las presiones que recibió en su hospital. Es lo que técnicamente denominamos un Whistleblower (pepito grillo). Dice que el acoso ha arruinado su vida profesional.Ayer mismo Ernesto me dijo que «no lo volvería hacer», visto lo visto.

Gema fue una analista financiera brillante. La primera de su promoción, le gustaba la vida y era alegre. Comenzó a trabajar con un jefe tiránico y despótico que, al principio soportó más o menos bien. La incompetencia de aquel jefe tóxico en la gestión de los activos financieros, le llevó al cabo del tiempo a intentar echarle a Gema la culpa de un desastre y unos errores profesionales, que él con su incompetencia, se esforzaba por aumentar día a día. La cosa llegó a varios miles de millones de las antiguas pesetas.

Gema, una bellísima persona (como lo suelen ser las víctimas de acoso) era ingenua y confiada, y comenzó poco a poco a internalizar y a asumir como verdaderas las falsas acusaciones e imputaciones que le hacía su jefe cada día. Alguien que proyectaba sobre ella una responsabilidad que solo él tenía de aquel agujero económico. Era una inútil, incompetente. La culpable de los errores que solo él había cometido.

Este calvario para Gema duró dos años. Acababa de tener a su primer hijo. El psiquiatra, que la atendía que no entendía lo que es el mobbing, le dijo aquella tarde que no tenía que intentar ser “una mujer 10”. Ella le hizo caso. Fue a casa de su hermana y dejó con ella a su hijo de tres años. Luego volvió a su domicilio y se tiró por el balcón que daba a la calle.

Felix era panadero de profesión. Llevaba muchos años en aquella empresa que le acosaba sin descanso desde hacía tanto tiempo… A partir de un determinado momento, sus jefes le acosaban cada vez más exigiéndole un esfuerzo agotador. Trabajaba casi 20 horas cada día y aún tenía que escuchar que no hacía lo suficiente. ¡Es que no vales! ¡Ya no eres rentable para esta empresa! Estuvo algún tiempo de baja por depresión. Cuando vio que los médicos querían darle al alta para reincorporarlo a aquel infierno optó por ahorcarse en medio del salón de su casa. Le encontraron sus hijas pequeñas, colgando de la lámpara. Antes muerto que volver a ese infierno, me dijo Félix.

Pedro, era bancario. Era el tío más simpático de su sucursal de una pequeña capital de provincia en el norte. Su jefe, el director de la sucursal, le tenía envidia porque todos los clientes querían ser atendidos por Pedro. Su intento de que fracasara en las gestiones comerciales fue vano. Ël siempre hacía la cifra y alcanzaba los objetivos, por muy imposibles que fueran. Con ello, la ira y la persecución contra él de su jefe no hacía sino aumentar cada vez más. Esto, Iñaki, es “morir de éxito”, me comentó una vez…
Y es verdad que murió. Pero no de éxito. Bajó al trastero de su casa a por una botella de vino, según le dijo a su mujer y allí mismo se ahorcó.
Su jefe, al saberlo, extendió falsamente el rumor entre los clientes de la sucursal, de que, al parecer,Pedro tenía «problemas de pareja e iba a separarse». El Banco negó que hubiera habido mobbing.

Avelino era un camarero jóven y tenía la vida por delante. Su jefe era un psicópata organizacional. Además de acosarlo a él, acosaba sexualmente a las camareras de aquel balneario. Si querías trabajar, ya sabías lo que había que hacer… Avelino era víctima de la rabia y el maltrato verbal de su jefe a diario. Simpático, guapetón y con 19 años era el blanco preferido de un narcisista enfermizo. Sus padres comentaron que cambió su personalidad. Cada vez más callado y solitario, se negaba a contar lo que le ocurría. Una noche después de la última escena de vejaciones y humillaciones, el chico dio un volantazo y se quitó de en medio, tirándose literalmente por un barranco valenciano. Apareció entre los amasijos su cuerpo destrozado. Meses después, Jesús, el nuevo Director de Recursos Humanos descubrió todo el pastel que allí se cocía. Pero, para Avelino, llegaba demasiado tarde.

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