La dimisión interior de los cristianos ante la Cristianofobia

La dimisión interior de los cristianos ante la Cristianofobia


(Prof Iñaki Piñuel y Zabala).-¿Dónde están los parlamentarios que representan a los cristianos? Un nuevo tipo de patología social se instala paulatinamente en nuestra sociedad. Es la Cristianofobia. Una forma de animadversión persistente contra todo lo que recuerde lo cristiano que toma raíces en el viejo anticlericalismo carpetovetónico.
Desde el sordo resentimiento por la elección del papa Benedicto hasta el escándalo por la película de Mel Gibson sobre la Pasión, pasando por los intentos de reeducar a la sociedad desde abajo mediante programas educativos laicistas a ultranza, lo cierto es que en España resulta cada vez más fácil y barato ofender los sentimientos de los cristianos.

El episodio de la placa del lugar en que nació Santa Maravillas de Jesús supone la última entrega ¿Por qué nuestros representantes parlamentarios se pueden permitir herir los sentimientos de tantos creyentes sinceros?

¿Quién ha decretado que todos los símbolos y recuerdos de las creencias de los cristianos deban relegarse al ámbito privado de las sacristías, los monasterios o de los hogares particulares?

¿Por qué las personas que profesan una creencia como el cristianismodeben avergonzarse de ésta hasta el extremo de impedírseles homenajear el lugar donde nacieron sus santos y santas con una pequeña y humilde placa conmemorativa?

¿Dónde están los parlamentarios que representan a los cristianos españoles?

Esta es una pregunta relevante a la que nadie contesta.
A muchos creyentes nos gustaría conocer la posición de cada uno en esta importante materia. Una pasmosa y creciente cristianofobia avanza en medio de la indiferencia de la mayoría.

Lo que nos anuncia esta inanidad es algo mucho peor. ¿Cuánto tiempo va a tardar el Estado en impedirnos a los creyentes la profesión pública de nuestra fe a través de símbolos que a nadie ofenden ni perjudican?

Por otro lado, resulta inaceptable la actitud de los grandes partidos políticos a la luz del carácter mayoritario que tiene en España la profesión de la fe Católica.

¿A quién pretende engañar el Partido Popular cuando dice representar en sus congresos y ponencias a los «sectores creyentes» de nuestra sociedad y luego se pone de perfil ante la mínima persecución del pensamiento progre políticamente correcto?

¿A quien cree que representa el PSOE cuando ofende tan gratuitamente los sentimientos de los creyentes que votan a sus siglas?

¿Qué han dicho esos partidos, hasta hace bien poco confesionales, como el PNV o CIU que presumen de tener en sus bases los postulados del humanismo cristiano?

Un Parlamento que no respeta los sentimientos de los cristianos no merece el respeto de éstos.

Unos cristianos que ya no se inmutan ante los recurrentes intentos de reducirles a meros «beatos matriculados de sacristía» tan timoratos como políticamente correctos son cristianos que han dimitido interiormente, es decir, que han asumido tempranamente la derrota. La peor de las derrotas. Si desfallecen, no hay esperanza de poder cambiar un mundo que necesita más que nunca de su testimonio valiente.

Una vez excluído el cristianismo de la vida intelectual por la progresía campante, se planea ahora la muerte civil y social de todo lo que pueda oler a cristiano. Todo un programa de gangstalking contra aquel que no se avergüence públicamente de ser creyente.

Si este tipo de cristianos supieran lo que nos jugamos, no permanecerían indiferentes.
Hay que recordar quizás que la persecución entra «dentro del contrato» que todos los cristianos hemos suscrito desde el bautismo.

La indiferencia es la madre de todas las derrotas psicológicas y de las postraciones espirituales características de nuestro tiempo. Esa indiferencia es la que caracteriza la dimisión interior de tantos cristianos.

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