Cuando la industria necesita «fabricar» enfermos

(PD).- Hay que potenciar las enfermedades, los descubrimientos, exagerar sus consecuencias. Hay que intentar vender más fármacos. Desde que a finales de los 80 la promoción de Prozac se dirigió por primera vez a los medios de comunicación y a sus potenciales usuarios, y se relegó a los médicos a un segundo plano, la industria farmacéutica ha ido depurando las técnicas de comercialización de medicamentos hasta llegar casi al mensaje publicitario puro.

En el camino, el fármaco se ha convertido en un objeto más de consumo y la información sobre enfermedades y medicamentos ha sido gravemente manipulada. La práctica empaña los excelentes logros del sector en el tratamiento de problemas serios hasta ahora incurables.

Así lo han denunciado las principales publicaciones médicas, ‘The Journal of the American Medical Association‘ , ‘The New England Journal of Medicine‘ y el ‘British Medical Journal‘ a la cabeza.

La revista británica ha realizado la crítica más dura. En un texto que comienza con la frase «hay mucho dinero por hacer si se dice a la gente que está enferma», y se titula ‘Vender malestar: la industria farmacéutica y el comercio de la enfermedad’, se advierte de la existencia de un poderoso esfuerzo impulsado por las compañías farmacéuticas con la colaboración de las agencias de comunicación, de publicidad, de medios de masas y de médicos, cuyo principal objetivo es convencer al máximo de personas posible de que están enfermos.

Algunas de sus herramientas son las campañas de información sanitaria, la creación de fundaciones sobre determinadas enfermedades años antes de que se lance el medicamento y la organización de congresos médicos o premios periodísticos remunerados.

Esta misma semana, los medios de comunicación han difundido un anuncio que puede servir de ejemplo. «Crees que eres demasiado joven para tener problemas de erección, ¿verdad?», pregunta el futbolista brasileño Pelé. «Falso. Los problemas de erección son un problema médico que afecta a uno de cada tres hombres. Si los sufres no lo hagas en silencio. Habla con tu médico. Yo lo haría».

Detrás de la campaña está Pfizer, fabricante de Viagra, aunque su logotipo no figura en ninguna parte. ¿Información sanitaria o publicidad encubierta dirigida al consumidor? «La gente debe de ser mucho más consciente del papel que juegan las empresas en la definición y promoción de las enfermedades», dice Ray Moynihan, periodista de Australian Financial Review y coautor del editorial del ‘BMJ’ sobre el tema.

«La gente continúa teniendo mucha confianza en los profesionales de la salud y muchos no se hacen a la idea de los extensos lazos que mantienen los médicos con la industria y del papel directo que juegan las compañías farmacéuticas en la información que recibimos sobre la naturaleza y la prevalencia de las enfermedades», añade Moynihan, que también firma el texto del ‘BMJ’ sobre lo que denomina «la venta de malestar, el comercio de enfermedades».

«El coste de los nuevos fármacos dirigidos a la población esencialmente sana está amenazando la viabilidad de los sistemas sanitarios financiados con fondos públicos», señala la publicación británica.

En el artículo, realizado junto a un médico británico y un profesor de farmacología clínica de la Universidad de Newclastle (Reino Unido), el periodista australiano ilustra con varios ejemplos las distintas estrategias de marketing a las que recurre la industria farmacéutica para lanzar los nuevos productos al mercado con la máxima eficacia posible.

Hay cuatro opciones: hacer que procesos comunes parezcan serias, clasificar como graves los trastornos leves, tratar los problemas diarios como médicos y exagerar la prevalencia de las enfermedades. Con frecuencia, unas se combinan con otras.

«Aunque algunos profesionales patrocinados [por la industria] o consumidores pueden actuar de forma independiente y movidos por intereses honorables, en muchos casos la fórmula es siempre la misma: se orquestan grupos o campañas, subvencionadas o facilitadas por intereses empresariales, a menudo a través de las relaciones públicas o de una infraestructura de marketing», señala el trabajo.

Fobia social

Una rápida revisión de las noticias publicadas por los distintos periódicos nacionales en 1996 ilustra las palabras de Moynihan y del resto de firmantes.

Ese año, la disfunción eréctil y la fobia social aparecen con frecuencia en los medios de comunicación. Diferentes artículos aportan datos sobre su prevalencia, el impacto que producen en los afectados, la atención que están mereciendo por parte de los científicos y, en algunos casos, de la esperanza que hay puesta en los nuevos tratamientos.

También se celebraron conferencias y congresos, de los que trascendieron nuevos datos. Poco después, aparecen tres fármacos: Viagra, Seroxat (un producto que se comercializaba desde 1992 para otras indicaciones pero que se relanzó en el Reino Unido como la píldora contra la timidez) y Aurorix, un antidepresivo contra la fobia social.

La revista profesional ‘Pharmaceutical Marketing’, editada en el Reino Unido, destacó en un artículo la promoción de este último trastorno como ejemplo de la estrategia que permite a la industria conformar a su gusto la opinión de los consumidores y de los médicos sobre una enfermedad, en este caso, que no afecta a más del 1% de la población.

«La fobia social fue reconocida en EEUU, así que los líderes de opinión transatlánticos fueron movilizados a participar en actividades de asesoramiento, reuniones, publicaciones, etcétera, para ayudar a influir en la opinión global de Europa», explican Moynihan y el resto de autores.

Otro artículo de ‘Pharmaceutical Marketing’, publicado el año pasado, explica con más claridad en qué consisten los pasos dados por el sector para lanzar un trastorno: hay que crear la necesidad del nuevo fármaco y, al mismo tiempo, el deseo de prescribirlo por parte de los médicos que trabajan en esa área.

En el caso de la fobia social, y según publica el ‘BMJ’, un portavoz de Roche (fabricante de Aurorix) admitió finalmente que los datos que se habían dado sobre la enfermedad se habían exagerado. «Un buen número de las estimaciones que se realizan sobre enfermedades se incrementa… La gente de marketing siempre infla estos datos hacia arriba», dijo Fred Nadjarian, de la administración de Roche en Australia, según publica la revista médica británica, que afirma que esta misma conducta es la que predomina en las informaciones y anuncios sobre disfunción eréctil.

Osteoporosis

Los mecanismos utilizados para popularizar el concepto de osteoporosis también merecen atención especial en el artículo del ‘BMJ’, que describe las campañas sobre esta condición como marketing del miedo, o la conversión de un factor de riesgo en una patología.

«Las compañías farmacéuticas han patrocinado encuentros donde se definía la enfermedad, financiado estudios sobre las terapias, desarrollado extensos compromisos financieros con investigadores principales. Han creado grupos de pacientes, fundaciones sobre la dolencia, campañas de publicidad dirigidas a los médicos (tanto sobre los fármacos como sobre la patología) y lucrativos premios de periodismo», señala el estudio.

Todos los puntos anteriores se pueden aplicar, literalmente, al caso español. Un ejemplo: la campaña de introducción que preparó Lilly —el laboratorio de Prozac— para lanzar su producto raloxifeno (aprobado en EEUU en 1999 y poco después en Europa para tratar la osteoporosis) comenzó dos años antes con la creación de una fundación sobre la enfermedad.

Desde ahí se canalizó el resto de actividades: mesas redondas, encuentros científicos… Las publicaciones médicas también han advertido de que la información que genera este tipo de reuniones, gran parte difundida a los médicos como formación continuada, es otra de las áreas contaminadas por los intereses comerciales.

«La industria farmacéutica ha llegado demasiado lejos», afirmó Arnold. S. Relman —de la Facultad de Medicina de Harvard y del Brigham and Women’s Hospital, ambos en Boston (EEUU)— en un artículo publicado en el ‘JAMA’.

«Una revisión reciente sobre esta cuestión incluyó la evidencia de que los programas educativos financiados por la industria están sesgados para favorecer los productos y que los especialistas que siguen los cursos después prescriben más a menudo los fármacos de la compañía», añade.

Soluciones

«La preocupación clave que rodea a estos ejemplos son los intentos invisibles y sin regulación para cambiar la percepción pública de lo que es la salud y las enfermedades para ensanchar los mercados de los nuevos fármacos», señalan Maynihan y sus colegas en el ‘BMJ’.

¿Cómo se puede solucionar esta situación? «Así como los investigadores de Cochrane Collaboration generan evaluaciones sistemáticas de la mejor evidencia disponible sobre las terapias, sería necesario realizar un esfuerzo similar para chequear o producir información sin sesgo sobre las dolencias, comenzando con aquellas más proclives a servir para el comercio de enfermedades», responden los autores del artículo en la publicación británica.

En ‘The New England Journal of Medicine’, Sidney M. Wolfe —del grupo de investigación sobre salud de la organización estadounidense Public Citizen— dio también su opinión sobre el problema: «La educación de los pacientes es muy importante como para dejarla en manos de la industria farmacéutica, con sus campañas seudoeducativas diseñadas, primero y sobre todo, para promocionar fármacos».

¿Qué se puede hacer de momento? En el artículo donde se denuncia la «creación de enfermedades», se incluyen unos breves consejos que establecen las pautas siguientes: «Los profesionales de la salud, responsables políticos, periodistas y consumidores deberían alejarse del material patrocinado por las empresas sobre la naturaleza y la prevalencia de las enfermedades. Las fuentes genuinamente independientes deben reemplazar a aquellas realizadas para incrementar al máximo el número de gente sana que se siente enferma».

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