Trituradores industriales para los fetos de los abortos del doctor Morín

(PD).- Los abortos practicados por el doctor Morín, en Barcelona, llegan a tal punto de atrocidad, que no es que sólo sean ilegales, sino que parecen sacados de una sangrienta película de terror.

Después de sacar el feto del vientre de la madre, lo congelaban y lo pasaban por trituradores industriales con el único fin de hacer más rentable la práctica.

Tal y como publica la Razón, han sido las intervenciones telefónicas ordenadas por la jueza Elisabet Castelló las que han sacado a la luz pública los métodos empleados en las clínicas de Barcelona del doctor Morín y de cómo éste se involucraba directamente en la realización de abortos presuntamente ilegales.

Una actividad que le proporcionaba pingües beneficios económicos, hasta que, una vez que saltó el escándalo, se vio obligado a desmontar los trituradores industriales de fetos, momento a partir del cual sus beneficios cayeron «en picado», según reveló uno de los testigos protegidos a los Mossos de Esquadra.

En una conversación mantenida entre Mariano C., facultativo peruano que ejercía como ginecólogo en uno de los centros médicos de Morín, con un interlocutor interesado por conocer los entresijos de los mismos, el primero habla de la técnica de inducción para provocar el aborto y de cómo se duerme a la mujer: «Sí, es una sedación, es una sedación, tranquilo por eso chaval, se duerme y el proceso es uno solo, o sea dilatación y extracción, ¿correcto?».
«Es así de frío».

Posteriormente, relata cómo se produce la inducción, a lo que, finalmente, su interlocutor responde: «Yo sólo quiero una técnica que sea segura, o sea, que no le pueda pasar nada», a lo que el médico le contesta que «las técnicas son seguras las dos».
Un aspecto relevador es cuando se interesa por la «calidad» del «trabajo» y qué ocurre una vez practicado el aborto:

-M. (doctor Mariano C.): «Lamentablemente esta boda está montada así, es así de frío y así es, no…».
-J. (Su interlocutor): «Oye ¿son realmente buenos o no, tío?»
-M. Bueno, tío, por experiencia, tienen toda la experiencia del mundo.
-J. ¿Hacen muchos al día o qué? (se ríe)
-M. Qué quires que te diga, tío.
-J. Joder… Oye y otra cosa más, no sé si te lo pregunté el otro día, pero…¿qué haces con el niño cuando lo sacan?
-M. Mejor ni saber, tío.
-J. No, pe, pero te lo entierras…
-M. No es una opción.
Precisamente, uno de los testigos protegidos en esta causa declaró ante los Mossos de Esquadra, y ratificó posteriormente ante la jueza cómo en los abortos ilegales, cuando superaban con mucho las 22 semanas de gestación, los fetos se congelaban hasta que la mañana siguiente se descuartizaban y se trituraban en aparatos adquiridos a tal efecto.

Pago es «chin, chin, chin».
Esta cuestión también fue abordada por el doctor Mariano C. y su interlocutor, quien le pregunta por el precio de uno de esos abortos y de si los mismos podrían ser pagados por la compañía de seguros privada que tenga contratada la paciente. La conversación es en sí misma reveladora:

-M. «Acá, tío, éste llega con, con… cara de la que llegues te meten una clavada que te cagas».
-J. ¿Por qué esto no entra por el seguro?
-M. No, qué dices, tío.
-J. Ah, ¿no?
-M. No.
-J. Imposible.
-M. No, no, no acá.
-J. Pero ni, pero ni que te hagan factura…
-M. ¿Cómo?
-J. Ni que te hagan factura y…
-M. No, no, esto chin, chin, es la tarjeta, es todo chin, chin.
-J. ¿Y cuánto puede costar?
-M. Bueno, el rango de acción puede ser de dos mil quinientos a cinco mil.

Al final, todo revela, tal y como ponía de relieve un informe de la Guardia Civil, que el modus vivendi de quienes participan de ese «entramado» de abortos supuestamente ilegales consistía, simple y llanamente, en enriquecerse. Sin más miramientos y sin ningna objeción.

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