Atascos en el Himalaya

Por Javier Pardo de Santayana

( La recta final del Everest, en foto del 22 de mayo pasado de AFP en La Vanguardia) (*)

Fotos de atascos hay todos los días aunque ya no resultan novedosas. Ha habido incluso algunos que se hicieron famosos: recuerden, por ejemplo, el de la A6, que estuvo a punto de causar ceses políticos. Atascos en las autopistas y en las autovías, pero también en las calles; de Madrid por ejemplo. Tantos hay que los amigos de las estadísticas tienen ya calculado el tiempo que se pierde por culpa de ellos cada día y lo que esto repercute en la vida de quienes han de utilizar el coche para acudir al puesto de trabajo.

Aún recuerdo cómo en mis años mozos un atasco era todavía algo esporádico. Luego, cuando la circulación empezó a hacerse algo más densa, vi – o mejor, tuve ocasión de oír – cómo los atascados protestaban haciendo sonar su claxon repetidamente como urgiendo a que se quitara de en medio aquel pelmazo causante del desaguisado. Pero en esto llegamos a un momento en el que tantos son ya los coches, camiones y furgonetas que van y vienen por las calles y las carreteras, que el sonar de las bocinas protestando sería, además de algo insufrible, totalmente inútil. Así que quienes se encuentran inmersos en la trampa se limitan a hacer una demostración de su paciencia.

Quiero decir con esto que ver en los periódicos una cola interminable con el correspondiente atasco es cosa que hoy en día no puede sorprendernos. Lo que si está plenamente justificado es el asombro que nos causa contemplar la foto de un atasco formidable cuyo objetivo es coronar el Everest. ¿Qué dirían si la vieran – me pregunto – sir Edmund Hillary y su fiel sherpa Tenzing, que hace sesenta y seis años fueron los primeros en alcanzar su cima? Pues agárrense, porque la foto revela lo que en cualquier parte del mundo se considera un imponente atasco de personas en fila y en contacto que más que expertos montañeros trepando entre los hielos se dirían potenciales compradores pugnando por acceder a las rebajas.

No es raro, pues, que me viniera a la memoria aquella historia de Alphonse Daudet en la que Tartarin de Tarascon, perfectamente pertrechado con sus ropas de abrigo y su piolet para coronar la Matterhorn, llega por fin a la cima para allí encontrarse con un hotel visitado por refinados turistas ingleses que se le adelantaron por la carretera. Tanto frío, tanto penar, y tanto oxígeno – tanto jugarnos la vida en el empeño y tantos homenajes y lisonjas en su día por alcanzar el objetivo – para que ahora llegue a conseguirse previo el sencillo pago de una entrada.

Pero no es esta mi única sorpresa, porque nos cuentan que, pese a aquel contacto de codos de los aspirantes y aquella aparente facilidad de lo que se ha convertido en un programa ya de temporada, en estos pocos días del final de mayo ocho aspirantes han perecido en el intento. O sea que la cosa sigue siendo relativamente seria. Y esto da mucho que pensar, pues según tengo entendido es condición indispensable contratar a un sherpa que acompañará al montañero hasta el regreso. O sea que algo falla en el enfoque del negocio.

Claro que también supongo que no será preciso presentar el visto bueno de un médico especializado o de un montañero de prestigio que garanticen la aptitud del pretendiente. En resumen, que, según parece, cualquiera puede intentar ganar el Everest siempre que pague religiosamente y contribuya a sanear las cuentas del gobierno.

A mi me parece que tanto se ha avanzado en nuestro esfuerzo por dominarlo todo y convertirlo en materia manejable que lo que siempre fue imposible parece ya asequible; que basta con inscribirse y con pagar un tanto.

He aquí una falta más de respeto a la naturaleza, de socialización de los asombros, de banalización de los ensueños.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://live.staticflickr.com/65535/48006368882_925794e599_b.jpg

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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