Para que lo trabajara y custodiase. En un verde prado. 2

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de Zbukvic en jzbukvic.com/Home.html) (*)

Para no extenderme en prolegómenos como acostumbro, iré directamente al grano. Quiero decir a la alfalfa. Un cultivo el de este forraje de imprescindible consumo para los muchos animales, rumiantes o no, que llenaban cuadras y apriscos en la Dehesa de Peñalba “la Verde”.

Por mucho que les diga, nunca será mejor que lo escrito por mi tío Baldomero el doctor ingeniero agrónomo que, como en la Dehesa, fue el “amo” de turno en la formidable labranza de mis abuelos maternos: Dueñas de Medina. Librito que pueden ver aquí las páginas referentes a los prados (verdes). Gerencia que fue interrumpida por un trágico suceso, inolvidable en tierra Medina y que se transmite -tal fue el impacto causado- de generación en generación: Caminaban dos hermanos-Luis y Baldomero-por la terrible estepa castellana por las tierras dichas de Dueñas. El día que amaneció luminoso, seco, diáfano, como son los de cuantos preceden en invierno a temibles heladas, invitaba a la larga caminata desde el caserío hasta los terrenos denominados Carrioncillo. Suceso del que dejó constancia su hermano Luis – tío Luis-.

Caminaban, insiste, presurosos por la aspereza del terruño helado en dirección a los prados, junto al río Zapardiel donde pastaba la vacada. De pronto, la oscuridad se hizo patente; y con la misma celeridad, el cielo raso, presagio de helada mañanera, se tornó oscuro como panza de burro. Experto tío Baldomero en presagios de los avatares del clima, advirtió, a su hermano sobre la proximidad de una tormenta. Caídos los primeros goterones, inusualmente grandes para la época invernal, corrieron a la par hacia refugio seguro del aguacero ya desatado. Al mismo tiempo que el estampido de un trueno descomunal-rugido de la tormenta- precedido de la repentina iluminación por el rayo, entraron jadeantes y empapados hasta los huesos en el seguro refugio… del molino junto al río Zapardiel. Wenceslao, el molinero, los recibió con amplia sonrisa.

Viendo su estado lamentable, les invitó a sentarse junto al fuego de la chimenea, junto a su numerosa familia: la señá Paula y cinco hijos, cinco, fuertes como los pinos centenarios no muy lejos del molino y con límite en el prado inmenso que luchaba contra los elementos de la naturaleza por mantener el verde intenso con que le teñía la primavera.

La luz vívida entró de pronto por la chimenea. En segundos la detonación del trueno coincidió con la explosión del molino reventado. Sin saber cómo ni por dónde, tío Luis voló catapultado por el horrísono estallido producido por el rayo. Recobrado el sentido y con bandazos de viejo marinero, acudió lo más “agudo” que le fue posible al montón de escombros en que quedó reducido el molino.

Entre amasijos de madera, ladrillo y adobe, yacían los cuerpos de su hermano Baldomero, Wenceslao, la señá Paula y sus cinco hijos. Sólo él sobrevivió. Y como él me lo dijo, así se lo cuento.

Al funeral en la Iglesia de Dueñas vinieron gentes de Medina del Campo, Villaverde de Medina y de varios pueblos circundantes. También habían sufrido los efectos del temporal con graves inundaciones del Zapardiel desbordado por el diluvio. Sufrieron importantes daños materiales, pero g. a D. ninguno mortal como el de Carrioncillo en Dueñas.

( Trágica historia de quien lo escribió, mi tío Baldomero) (*)

La fecha de la tragedia -2-XII- 22- quedó grabada en la comarca donde aún hoy perdura.

Dicho lo cual, volvemos al verde prado. Como habrán visto mis amigos y probables únicos lectores, las sentencias sobre el beneficio de los prados en las labranzas grandes eran importantes. Sin embargo, como por la Dehesa no discurre el río Zapardiel con inundaciones frecuentes que alimentan grandes extensiones de prado natural, no le era nada fácil al amo de turno llenar las cuadras inmensas con tantas reses como en Dueñas pastaban libres en los prados. Consciente de la sabiduría que encerraba el librito de Baldomero y no sin cierta imprudencia, maquinó el plan.

En el cultivo intensivo del regadío era posible, dada la abundancia de agua, sustituir la hierba por el forraje ideal para rumiantes: la alfalfa. Muy pronto las grandes cuadras – que al decir de los ancestros del amo las construyó Napoleón durante “la francesada” para su caballería- estuvieron llenas de ganado bovino; y los apriscos antiguos, más otros nuevos, construidos aceleradamente, repletos de ovino altamente seleccionado. Cumplió con creces “Tu objetivo ha de ser que el ganado sin pastar en las cuadras se alimente y allí el abono acreciente”. A la par de estas novedades, a las pocas hectáreas de alfalfa ya sembrada, añadió muchas más nuevas. Con las tierras cuasi esquilmadas por la repetición en ellas de remolacha azucarera, a las que sometió un rentero desaprensivo, volvió a cumplir así otra importante sentencia del doctor ingeniero: “En cada año nuevo prado debes tener, y uno alzado. Si en cada año descuajaras, más tu granero llenaras”.

Al contemplar desde lo alto del almorrón principal la extensión de los alfalfares en el cacho de la Roturación, se le “vinon al amo a las mientes” las palabras del Génesis en la Biblia:” Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que reptan por la tierra”. Como “vio Dios que era bueno”, ¿qué iba a hacer él, sino cumplir el mandato? Al tiempo, y como continuación de lo otorgado para trabajo y custodia, el “himno de los tres jóvenes”: “Bendecid al Señor” … Cómo no bendecirlo cuando los grandes alfalfares relucían como plata bruñida cubiertos de escarcha en las mañanas del invierno en toda su crudeza, o perlados de rocío en los amaneceres del verano, como dama enjoyada para un día de fiesta grande. “Rocíos y escarchas, bendecid al Señor”. Y cuando buscando la frescura del forraje, las codornices en verano se comunicaban unas y otros con un “pal-palá, pal-palá” … repetido y amoroso. “Todas las aves del cielo, bendecid al Señor”.

Así y como sin queriendo, mirando y admirando la belleza de los campos, hacía oración de acción de gracias al Creador. En lo ordinario, y así, realmente extraordinario de cada día.

De otro cultivo, y si Dios es servido…,¡maañaaanaa!


(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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