El polvo y las cataratas

Por Javier Pardo de Santayana

( El rebaño. Acuarela de Jesús Meneses del Barco en jesusmenesesdelbarco. blogspot.com) (*)

Dirán ustedes que a qué viene esto, así que se lo explico. El caso es que a mi mujer la han operado de cataratas y está en la fase del descubrimiento; o sea que ha empezado a ver cosas que antes no veía. Y lo primero que la llevó al asombro ha sido ver el polvo. Sí; créanlo ustedes; lo primero que la ha llamado la atención ha sido el polvo que hay por todas partes: una circunstancia llamativa, porque a uno no suele ocurrírsele hacerse la pregunta de qué es el polvo y cómo y dónde se produce. Lo cual no es dar demasiadas vueltas a las cosas sino responder a una incógnita concreta para la que no he encontrado respuesta todavía.

Para empezar me planteo qué es el polvo y también de donde viene. O por qué se acumula para formar unas madejas que se alojarán más tarde en determinados lugares de la casa. Y esto lo hará en silencio, como si tan molesto vecino procediera de la descomposición de la materia o algo parecido y no quisiera que nos enteráramos. Además se da la circunstancia de que siempre tiene el mismo color y el mismo aspecto, de lo cual se deduce que es poco menos que imposible identificar su origen – esto es, si los causantes son los muebles, las alfombras o cualquier otra materia parecida – puesto que todas estas cosas tienen colores y materiales diferentes.

Dirán ustedes que, antes de posarse y agruparse de una forma tan difícil de explicar, al polvo lo puede ver cualquiera flotando por el aire, pero esto no explica nada interesante relacionado con su origen. Se diría que todo lo existente produce ese tipo de partículas que acabarán por posarse suavemente sobre el suelo y los objetos cotidianos. Luego los partículas de polvo se atraerán mutuamente de alguna forma misteriosa y formarán acumulaciones que adquirirán a veces dimensiones notables y se alojarán posteriormente en los lugares más inverosímiles.

También nos llama la atención que todo el polvo en suspensión presente el mismo aspecto, y que algo similar ocurra con el acumulado, como si se tratara de un “algo” que sólo se parece a sí mismo y tiene una característica uniforme, de tal forma que se le imaginaría una existencia propia y diferente de todo lo demás que hay en su entorno: un componente más de nuestra circunstancia.

“Polvo eres y en polvo te convertirás” decimos los cristianos, y esto parece estar en consonancia con esta idea de esencialidad que se tiende a atribuir a su naturaleza. Con lo cual reconocemos que nosotros mismos, que en tan alta estima nos tenemos, acabaremos al fin de nuestros días siendo sencillamente un polvo que se confunde con la tierra o se dispersa con el viento. Quizá por eso nunca tuve la ocasión de oír un comentario o un estudio referido a cómo se producen esas partículas flotantes que se acumulan sobre nuestros muebles y que, por muy asqueroso que nos parezca recordarlo, entrarán también en los pulmones. Lo cual plantea delicadas cuestiones de salud. Cierto es que tampoco se habla de otra realidad penosa: el hecho constatable de que también aspiramos habitualmente un aire previamente utilizado por nuestros semejantes y mascotas sin que ello nos produzca ni tan siquiera el lógico rechazo.

En cuanto a la expresión verbal, que tantas veces refleja la composición de lugar que hacemos los humanos ante las cosas esenciales – recuerden por ejemplo, como los franceses identifican el agua mediante un sonido tan sencillo como una simple “o” por mucho que para transcribirlo necesiten tres letras diferentes – creo que quienes mejor lo traducen en palabras son nuestros vecinos portugueses que le llaman sencillamente “o pó”.

Sí, señores. El polvo – o pó – está siempre en el aire de todas partes de la casa por mucho que nos pese. Otra cosa será en la naturaleza, en donde entiendo que decir “polvo” es decir otra cosa diferente, como sucede, por ejemplo, con las tormentas de arena del desierto o con el que se levanta en un camino, que es sólo tierra en suspensión.

PS: Otro misterio sin respuesta referido a la limpieza de las casas es el de las telarañas sin araña que encontramos a veces en el techo. ¿Habrá fracasado la pobre en el intento y se habrá trasladado a otros lugares más propicios?


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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