Una traición que no queda tan mal como parece

Por Javier Pardo de Santayana

( Cartel de la película “La espía roja”) (*)

“Hemos elegido esta película porque no encontramos otra”, dijeron unos amigos nuestros que toman la iniciativa para quedar de vez en cuando. “Su título es “La espía roja”, así que ya se ve de qué se trata”.

Y, naturalmente, quedé a la expectativa sabiendo que el tema se ocuparía de uno de los varios – demasiados – casos de espionaje inglés en favor de los soviéticos. Quienes comparten mi generación recordarán que desde nuestro propio nacimiento vivimos el peligro de la expansión de una doctrina que mantendría a los rusos y a gran parte del mundo bajo el control soviético y a nosotros en vilo durante la mayor parte del pasado siglo. Y una llamada “Guerra Fría» que movilizaría al mundo libre y acabaría provocando la necesidad de unir esfuerzos y recursos para oponerse a la expansión de su doctrina. Ahí tienen ustedes, por ejemplo, la creación de una organización defensiva de gran porte – la del Tratado del Atlántico Norte – cuya victoria incruenta culminaría provocando nada menos que la democratización de Rusia.

Pues bien, la película, inglesa y como tal cuidada y bien interpretada en los detalles, nos presenta el caso de una joven estudiosa que después de ganar cierto prestigio como física y de ser contratada en honor a su currículo para participar en los trabajos de desarrollo de la bomba atómica, aprovecharía la ocasión para pasar su información a los soviéticos. Algo que curiosamente da pie al director de la película para, como es habitual, hacer que Gran Bretaña quede bien en todos los aspectos: dando, por ejemplo, la impresión de que quienes inventaron la bomba fueron ellos y no sus primos norteamericanos. O que, a mayor abundamiento, la decisión de la muchacha en el sentido de pasar la información a Stalin y los suyos fue nada menos que la causa de que viviéramos en paz durante el resto de aquel siglo; cosa que no deja de estar bastante bien traída ya que debemos admitir que durante toda la llamada “Guerra Fría” el principal elemento disuasivo sería la posibilidad de mutua destrucción de los dos bloques. ¿No les parece a ustedes sumamente astuto el argumento?

Luego está el asunto del amor, que todo lo perdona y que produce en los espectadores una tendencia a comprender las últimas razones para que tal cosa ocurriera. Cono también la habilidad del guionista para no dejar demasiado clara su postura: bastaría con desarrollar bien el asunto.

En fin, que a diferencia de lo que haríamos nosotros, que aprovecharíamos de seguro la ocasión para flagelarnos adecuadamente, estos ingleses siempre acaban por apoyar a los suyos sean o no traidores a su patria. Comprensión será lo mínimo que pidan. ¡Qué menos habiendo conocido los horrores de lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki! Y qué bien queda aquello de ser patria no tanto de traidores – que abundaron por cierto – sino también de una mujer sensible que luego nos será mostrada como una anciana desvalida.

Quizá me quede corto no indagando la reacción causada por el film en su país de origen. Ignoro si se produjo o no una acalorada controversia o hubo quienes pusieron los puntos en las íes. Pero no sé por qué malicio que la condición de inglesa de su protagonista, la natural simpatía hacia el amor de una joven sensible, su versión de maltratada por los años, y sobre todo el tiempo transcurrido, producirían un efecto lenitivo. ¿Quién no se va a sentir tocado por la presencia ante las cámaras de una anciana decadente y dolorida? Así que que más de un inglés habrá pensado: al fin y al cabo se trata de una de las nuestras, y aquí hasta los traidores son mejores que los de otras partes…

Quedan desde luego algo peor los servicios – británicos también – de inteligencia, porque tardaron demasiado tiempo en detectar la causante del problema. Pero estas organizaciones fueron habitualmente detestadas por la mayoría, así que no pongamos demasiadas pegas. Al fin y al cabo, aunque nosotros somos más dados a fustigarnos mutuamente que a ensalzarnos, e incluimos con la mayor generosidad en tal tarea a nuestros propios héroes – véase por ejemplo, el trato dado recientemente por el cine a los supervivientes de Baler – también solemos esforzarnos en presentar como heroínas de la libertad a aquellas milicianas implacables que con el mono azul y el puño en alto colaboraron en la persecución cruenta y despiadada de ciudadanos españoles por la simple razón de ser cristianos o gente de principios; que lo sé porque tuve ocasión de verlo en mi niñez y en mi familia, y porque era cosa sobradamente conocida hasta que la taparon nuestros gobernantes con el truquito de la “memoria histórica”.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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