Marcelina Poncela, en el MUVA

Por José María Arévalo

( Madre y niño. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

Ya publicábamos sobre Marcelina Poncela, la pintora rescatada tras un siglo de olvido, un artículo en estas páginas, el 05.11.17, que titulamos “Marcelina Poncela, paisajista vallisoletana”, cuando supimos que la historiadora María Dolores Cid presentó su tesis doctoral sobre esta pintora vallisoletana, de cuya muerte se cumplía el 31 de julio anterior el centenario, sin que nuestra ciudad hubiera realizado celebración ninguna que nos la recordase, a pesar de que fue en su tiempo una pionera y por tanto figura aprovechable para el feminismo oficial, una de las muchas pintoras olvidadas que trabajaron a finales del siglo XIX e inicios del XX, cuyas figuras se están tratando de recuperar en la actualidad.

Ahora el Museo de la Universidad de Valladolid expone en el edificio Rector Tejerina, hasta el 12 de abril, una veintena de cuadros de Marcelina bajo el título “Marcelina Poncela. Paisajes y personajes (1864-1917)”, que ha conseguido reunir la autora de la tesis, María Dolores Cid, que dedicó cinco años a estudiar su obra y que ahora nos ha desvelado Victoria M. Niño, en un artículo en El Norte de Castilla, que lo hizo entonces a través de fotografías. Por fin ha conseguido esta muestra que ofrece obras procedenres del Ayuntamiento de Valladolid, la Real Academia de la Purísima Concepción y colecciones familiares y privadas.

“De una casa humilde –cuenta en su artículo- de la calle Vega, huérfana de madre desde los tres años, a tener obra en las Exposiciones Nacionales desde 1892 a 1915, media una vida de lucha y tesón. Comienza la carrera de Magisterio en la UVA e ingresa en la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, estudios que culminará en Madrid donde vivió con una tía a la muerte de su padre en 1882. Su paleta le acompañará siempre, ya que fue de las pocas mujeres que pintó del natural desde que se integró en la Colonia Artística de Muros, en Asturias. «Es sobre todo una paisajista que evoluciona hacia escenas costumbristas, dentro de las directrices dominantes del momento, el Regionalismo y el Regeneracionismo», explica Dolores Cid”.

( Campo. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

“Bodegones –continúa-, paisajes, mujeres, retratos familiares muestran el dominio técnico de Marcelina que sacó adelante a su familia, trabajó siempre como profesora y sufrió las consecuencias de la militancia política de su marido, Enrique Jardiel. «Era práctica común ofrecer obra a algunas instituciones y ella envió dos cuadros al Ayuntamiento de su ciudad, uno tasado en 400 pesetas y otro de gran formato en 1.100 (‘Poesía y realidad’). Se los rechazaron pretextando falta de presupuestos, pero en realidad fue una lucha entre republicanos y socialistas que ganaron los primeros en una votación de 14 frente a 10. Su marido era socialista», cuenta Cid”.

Contábamos en el anterior artículo –y nos sirve ahora para completar la información sobre la exposición del MUVA- que Marcelina Poncela Ontoria (Valladolid, 1864-Quinta de Ebro, 1917) fue la madre del célebre comediógrafo Enrique Jardiel Poncela. La web de la UVA recoge que nace en Valladolid, donde estudia Magisterio y se inicia en el aprendizaje artístico en la Escuela de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. Por ello también escribimos sobre Marcelina en dos de los artículos que publicamos en 2012, en una serie bajo el título “A los progresos de las Artes”, con motivo de la celebración del 230 aniversario de que Carlos III admitiera bajo su protección, en 1783, a la Real Academia de Bellas Artes vallisoletana.

( Mujer con pañoleta. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

“A la muerte de su padre, en 1882, se establece en Madrid donde completó estudios de Magisterio y cursó Bellas Artes en la Academia de Pintura, Escultura y Grabado, con la ayuda de las pensiones que la Diputación y el Ayuntamiento de Valladolid le concedieron. “Fue – ha contado a Victoria Niño, de El Norte, la autora de la tesis- la «primera y única mujer que consiguió la pensión de la Diputación Provincial de Valladolid en el siglo XIX para continuar sus estudios en Madrid». Esa beca la procuró 540 pesetas en 1887 y 650, el siguiente año. En 1889 fue el Ayuntamiento vallisoletano el que la pensionó con 1.250 pesetas. La pintora agradeció la aportación enviando los dos cuadros que cuelgan en las paredes del consistorio, “María Cristina y Alfonso XIII niño” y “¡No viene!” o “La Azotea”. Ilustramos este artículo con una foto de este último”.

( Dolores Cid señala la figura de Enrique Jardiel, en un Retrato que hizo Marcelina Poncela de sus tres hijos. Foto de Henar Sastre en El Norte de Castilla) (*)

Concurrió a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes donde obtuvo menciones y una consideración de medalla de Tercera clase. También participó en las exposiciones del Círculo de Bellas Artes. Fue hija de su tiempo – escribió Victoria Niño- y a la vez puso un pie en el siguiente escalón, emancipándose a los 25 años, siendo maestra y pintora en la España del XIX. Marcelina Poncela Ontoria es más conocida en Asturias o Aragón que en su ciudad natal a pesar de que su obra cuelga en el Ayuntamiento vallisoletano y que la Academia de Bellas Artes de la Purísima custodia dibujos y óleos suyos.

Marcelina nació en la calle Vega, el 2 de junio de 1864. Fue la única hija de Ángel Poncela que sobrevivió a la infancia, perdiendo a su madre cuando tenía tres años. Pronto descolló por sus aptitudes intelectuales y artísticas que le llevaron a realizar los estudios de Magisterio y a ingresar en la Escuela de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción, donde tuvo como maestro a Martí y Monsó. A la muerte de su padre en 1882, vive con una tía en Madrid y continúa su formación en la Escuela de Artes y Oficios, cuyo primer premio le entregará Núñez de Arce, otro vallisoletano.

( Puerto de San Esteban. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

En 1882 – añade Wikipedia- marchó a Madrid, donde en 1884 formó parte del grupo de las primeras seis mujeres que se matricularon en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, con un permiso especial del Rey. Estudió con Carlos de Haes, y, más tarde, con Sebastián Gessa y Alejandro Ferrant. Fue pensionada por la Diputación y por el Ayuntamiento de Valladolid. Remitió algunos trabajos a la Escuela de Valladolid, que fueron premiados en las exposiciones que anualmente realizaba. Tras su matrimonio en 1895 firmó muchas de sus obras a partir de entonces como «Poncela de Jardiel».
Participó en todas las Exposiciones Nacionales celebradas entre 1892 y 1915, obteniendo menciones de honor en 1892, 1895 y 1899, Tercera Medalla en 1901 y Segunda Medalla en 1912. Acudió también a las Bienales del Círculo de Bellas Artes y a la Exposición Internacional de 1892, donde obtuvo una mención. Fue profesora de dibujo en las escuelas normales de Madrid y Zaragoza y cultivó con singular fortuna el paisaje, la figura, el bodegón y los temas florales.

( Marcelina Poncela, con su marido Enrique Jardiel y sus hijas mayores) (*)

«Ella comienza pintando lo que se les permite a las mujeres –continúa María Dolores Cid-: paisajes, flores y retratos, porque las alumnas no podían aprender pintando del natural, lo que sí hacían los hombres con modelos. Es sobre todo una paisajista que evoluciona hacia las escenas costumbristas, hacia un regionalismo simbolista». En cuanto al estilo, el realismo deriva al final hacia un «preimpresionismo tardío porque España estaba cerrada a todas las vanguardias, en las que solo participaron los que habían salido fuera. Se ve en ‘El abuelo’, creado a partir de manchas de color. Sí evoluciona, por ejemplo ‘Interior de la fragua’, de 1915, es un estudio de la luz que fue muy aplaudido por la crítica».

La autora de ‘Poesía y realidad’ se sumó a la Colonia artística de Muros, en Asturias, una curiosa reunión de artistas que pintaban al aire libre. Marcelina fue también única en su sexo en el grupo integrado por Tomás Campuzano, José Robles, Tomás Muñoz Lucena y Agustín Lardhy. «Debía ser muy guapa, tenía unos ojos verdes que enamoraron a todos sus compañeros. Le dedicaron poemas, le regalaron cuadros», explica Cid. Tres veranos pasó Poncela (1887-1890) en ese ‘beatus ille’ artístico y Asturias sí la ha recordado en varias exposiciones y publicaciones.

(¡No vienen!. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

Volvemos a sus comienzos en Madrid. La familia se muda al edificio donde el estudiante de caminos Enrique Jardiel vivía en una pensión. Marcelina comenzó a salir con aquel joven más interesado en los mítines socialistas de Iglesias y en la vida bohemia que en su carrera. La familia de ella estaba en contra de la relación y Marcelina se fuga con 25 años. En 1894 aprueba la oposición para ejercer como profesora en las Escuelas Normales de Maestras y se casa. «Toda su vida impartió clases. Colaboró altruistamente en los centros de Fomento de las Artes, donde acudían los obreros tras su jornada laboral. Como no pudo acceder a su plaza definitiva en Zaragoza, pues ya era madre, daba clases a señoritas en su casa, eran hijas de familias acomodadas y los padres preferían una mujer para enseñarlas». Participó de ciertas ideas krausistas compartidas con su marido sobre el poder de la educación como motor de cambio social. «Él era un gran relaciones públicas, siempre metido en los actos de Iglesias, trabajó de periodista y finalmente como delineante en Renfe. Ella siempre dio clases».

( Subida al piquete desde la Calle Mayor. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

Pese a la dedicación que exigían la crianza de sus cuatro hijos y el trabajo, Marcelina arañó tiempo para pintar y enviar sus cuadros a las Exposiciones Nacionales desde 1892 a 1915 (además de al Círculo de Bellas Artes, al Palacio de Cristal). «Logra varios premios y menciones. Participaban muchos, hasta 2.500, pero se la debía estimar pues su obra aparece en los catálogos, donde se hacía una selección». Tres hijos de los Jardiel Poncela llegaron a adultos, María Rosario –madre del pintor Pepe Jardiel–, Angelina y Enrique. «Enrique, el dramaturgo, siente adoración por su madre, a la que cita en todos los prólogos de sus obras y a quien perdió cuando solo tenía 17 años. Su hija Evangelina, que después se casó con Alfonso Paso, fue criada por Angelina», aclara Cid, quien ha tenido acceso a la correspondencia de Marcelina con su mejor amiga, la vallisoletana Juliana Concejo.

«Cuando viene Enrique a estrenar una obra en el Lope de Vega se le acerca una señora mayor, Juliana, y le entrega las cartas de su amiga Marcelina para que no se perdieran cuando ella muriese». Allí están -recoge Victoria Niño- todas las cuitas de la pintora, su preocupación por alguna tía anciana que se queda en Valladolid, su vida en Madrid. Amiga de otras pintoras de su tiempo como Adela Ginés, llegaron organizar exposiciones feministas en el salón Amare de Barcelona en 1901. Sus cuadros serán parte de la exposición que Zaragoza prepara sobre Enrique Jardiel Poncela. Conocida en Quinto de Ebro, pueblo de su marido, en Asturias, lugar de la colonia, apenas lo es en su ciudad.

( La capilla de la aldea. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

Más información nos proporciona artevalladolid.blogspot.com en su serie de “Pintores vallisoletanos olvidados”: “No abundan demasiado las mujeres artistas en la Historia del Arte español, y aún menos en el panorama artístico vallisoletano. Marcelina Poncela Hontoria fue una de ellas, aunque no fue una más, puesto que fue una gran pintora, además de ser la madre del famoso escritor Enrique Jardiel Poncela”.

Y así sabemos también que Marcelina Poncela participó en los concursos de pintura de la Real Academia de Valladolid presentando dibujos de tipos populares y de bucólicos paisajes. En sus participaciones obtuvo el Premio de Segunda Clase en la categoría del dibujo al carbón, en 1886 con la obra Amigable coloquio del pastor de Nogales y en 1887 por la titulada El barco de soto en las segadas: Asturias. Al año siguiente, 1888, obtiene el Premio de Primera Clase con el óleo La capilla de la aldea, foto del cual también incluimos.

Desde 1892 a 1915 participa en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes obteniendo Menciones Honoríficas en las ediciones de 1892, 1895 y 1899. En la de 1901 recibió Consideración de Tercera Medalla por la obra Poesía y realidad.

( Bodegón de caza. Óleo de Marcelina Poncela) (*)

Cultivó el cuadro anecdótico, la pintura de flores y bodegones, con obras tales como Cercanías de Valladolid, Cercanías de Vriesland, Flor de estufa, Dama de época, Flores, Cabeza de muchacha italiana, Bodegón de caza, País de los patos, El aguacero. Los últimos años de su vida los pasó en Zaragoza donde compaginó su afición a la pintura con su profesión de maestra.

Concluíamos el artículo de la tesis sobre Marcelina: “Bien merece, pues, un homenaje en nuestra ciudad, por ejemplo una exposición de su obra, para que deje de ser uno de nuestros pintores vallisoletanos olvidados”. De modo que ahora se cumple este deseo con la exposición de la UVA, en el edificio Rector Tejerina, de lo que nos congratulamos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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