La petulancia de los nuevos ricos

Por Javier Pardo de Santayana

( Miles de casas e infraestructuras han sido destruidas por el agua en Mozambique)

Seguramente el problema es que vivimos tan pendientes de nuestro propio ombligo que no vemos más allá de nuestros móviles, pero la realidad es que incluso en un mundo ya globalizado hemos perdido perspectiva de lo que realmente nos ocurre. Por ejemplo, del gran regalo que supone nuestra propia situación geográfica. Y es que no somos conscientes de la inmensa suerte que tenemos de vivir en un entorno favorable, es decir, de una situación que es quizá la causa más directa de que fuera precisamente, aquí, en el sur de Europa – en las orillas del Mediterráneo – donde se forjara una modernidad luego exportada por nosotros mismos a otros lugares del planeta.

Dije que hemos perdido perspectiva del mundo en que vivimos, así que reaccionamos a cualquier cosa que nos pasa como si las noticias de otras partes del mundo sólo fueran folklore de consumo para el turismo o para la atención del periodista. Ahora toca aquí el temor a la sequía, para lo cual contamos nada menos que con una “Ministra para la Transición Ecológica”, mas no nos damos cuenta de que, al mismo tiempo que esto ocurre, en otras partes del mundo sucede lo contrario, ya que la noticia de este días es la de una inmensa inundación en Mozambique, o sea, de un exceso de agua. Un hecho lamentable que para nosotros no será sino una escena llamativa cuya trascendencia tan sólo alcanza a los telediarios. Sí, efectivamente, para esta sociedad del bienestar sólo se trata de una alusión curiosa en las noticias.

Pues señores míos, el lugar existe aunque sea a diez horas de avión de nuestras casas. Se trata de la ciudad de Beira, segunda del inmenso Mozambique; algo así como para nosotros Barcelona. Está justo en el extremo norte de un país cuya capital se sitúa exactamente en el extremo opuesto. Quizá por eso a ella la llegan a alcanzar de pleno los tifones del Índico que de vez en cuando la visitan.

Del orden de mil muertos o desaparecidos parece ser el resultado del suceso. Así que ustedes imaginen lo que habría sido un acontecimiento parecido para nosotros, españoles, que no hacemos más que quejarnos de lo que nos pasa. Imaginen, sí, efectivamente, la noticia: mil muertos en Barcelona, arrasada como consecuencia de una gota fría, por ejemplo.

Para mí, que anduve por aquellos andurriales africanos – tres veces si mal no lo recuerdo – esta situación evoca una mañana de sol y de piscina en la gran casa. Y un cielo que de pronto desbarata nuestros planes y se abate sobre la ciudad entera de Maputo donde tenemos la responsabilidad de una familia cuyos padres, él de viaje en algún otro lugar del continente y ella en la capital de Gran Bretaña para dar a luz el cuarto, han puesto su confianza en los abuelos.

Ya cité esta situación en este mismo blog entonces. Según las estadísticas algo bastante parecido había tenido ya lugar ya el año 2000, cuando un destacamento de helicópteros de nuestro ejército de tierra fue desplazado a Mozambique en auxilio de los damnificados por otra inundación extraordinaria. Así que, mientras nosotros gozamos de un clima para el veraneo y el turismo, en otras partes del mundo – como también ha sucedido repetidamente en Indonesia – se suceden situaciones como éstas con más frecuencia de lo que parece.

Ahora lo estaba yo viviendo, con los tres nietos en el colegio, aislados, y la urbanización sumergida en agua roja como el color de los caminos; con el garaje bloqueado y las casas medio sumergidas. No voy a extenderme en el detalle; sólo describiré, resumiendo, lo siguiente: rescate de los nietos en fila india y a hombros como en un safari, con el agua en la cintura y sin saber por donde se pisaba. Luego el desastre: resbalón en la escalera de una casa ya alcanzada por el lodo deslizante, una herida sangrante cerca de la nuca, una llamada de socorro a Londres, la conexión con una amiga portuguesa, movilización de un holandés que sería nuestro buen samaritano, un nuevo recorrido por el agua y el lodo con la herida abierta, y en el hospital siete puntos de sutura. (Meses después la Reina de España se desplazaría allí, a Maputo, con un envío de ayuda sanitaria).

¿Que qué nos dice esta experiencia ajena y propia? Pues nos habla de lo escandalosa que resulta la actitud de una sociedad como la nuestra, que, ignorante de lo que es en realidad la vida para la mayor parte de la Humanidad, y acostumbrada al confort y la seguridad de la abundancia – ridículamente pretenciosa – se queja de todo y se pelea por cualquier motivo en una escandalosa exhibición de prepotencia.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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