2º Centenario del Museo del Prado

Por José María Arévalo

( María Isabel de Braganza como fundadora del Museo del Prado. 1829. Óleo sobre lienzo de Bernardo López Piquer. 258 x 174) (*)

Había ido retrasando la reseña de esta importante celebración, por su envergadura, cuando me ha llegado la de mi amigo José Ignacio Morillo en la revista de nuestra asociación de jubilados Amsafa, tras la visita que hizo el grupo sin mí, que me había adelantado. Así que me apoyo en la web del Museo y en ella, que a su vez se poya en lo que les transmitió la guía de la fundación de Amigos del museo del Prado, María Carral, que dice fue una auténtica delicia, pues vivía su profesión y transmitía todo el calor en su explicación.

La exposición temporal que ofrece nuestra primera pinacoteca para celebrar su 2º Centenario se titula “Museo del Prado. 1819-2019. Un lugar de memoria”, y se ofrece desde el pasado 19 de noviembre hasta el próximo 10 de marzo. Se trata, nos explica el museo, de “Una reflexión compartida sobre sus doscientos años de historia centrada en el diálogo entre el Museo y la sociedad, la política patrimonial española, las tendencias que han orientado el incremento de sus colecciones, y la conversión del Prado en un referente para que escritores, intelectuales y artistas nacionales e internacionales reflexionen sobre el pasado de España y su identidad colectiva”.

“Articulada –añade- con fondos artísticos y documentales del Prado, tanto visuales como sonoros, que se exhiben acompañados de obras de artistas que durante estos dos siglos han dialogado con sus colecciones – como Renoir, Manet, Chase, Picasso, Arikha, Rosales, Saura y Pollock, entre otros-, la muestra incluye un total de 168 obras originales, 34 procedentes de distintas instituciones nacionales e internacionales, junto a una importante presencia de material auxiliar como cartelas, mapas, gráficos, reproducciones fotográficas e instalaciones audiovisuales.

Desde que el Museo Real se abrió el 19 de noviembre de 1819 con fondos procedentes de las colecciones reales, esta institución se ha convertido en uno de los principales depositarios de la memoria pictórica occidental, en punto de referencia fundamental de la cultura española y en un objeto de orgullo colectivo. Doscientos años después de su fundación, el Museo del Prado reflexiona sobre todo ello y lo comparte con sus visitantes en un formato expositivo que durante casi cuatro meses convertirá sus salas A y B en un rico centro de interpretación de su desarrollo y significancia histórica”.

( La gallina ciega. 1788. Óleo Francisco de Goya y Lucientes. 269×350) (*)

En la exposición –sigo ya a mi amigo José Ignacio Morillo- se propone un recorrido cronológico por la trayectoria del museo y por el desarrollo de su relación con la sociedad, organizado por etapas que reflejan momentos importantes de la historia de la institución y del país.

1819-1833 EL MUSEO REAL

El museo del Prado se abrió el 19 de noviembre de 1819, reinando Fernando VII, en un edificio que había sido creado por Carlos III para alojar el Gabinete de Historia Natural. En su primer medio siglo de historia fue propiedad de la corona, y sus bienes procedían de las Colecciones Reales que durante varios siglos habían permanecido en los palacios y otros edificios vinculados a la monarquía. Los antecedentes europeos más inmediatos al museo del Prado se producen a finales del siglo XVIII con la creación del museo del Louvre en 1793 y el British Museum en 1795.

NACIMIENTO DEL MUSEO DEL PRADO

La Gaceta de Madrid, nuestro actual BOE, publicó el 18 de noviembre de 1819 la apertura al día siguiente del Museo del Prado con pinturas procedentes de las residencias reales. Según decía el texto oficial, con ello se buscaba «propagar el buen gusto en materia de bellas artes» así como “se hermoseaba la capital del reino y se contribuía al lustre y esplendor de la nación». En el mismo texto se hacía alusión a la reina María Isabel de Braganza, que había muerto en diciembre de 1818 y a la que se señalaba como una de las promotoras del proyecto. Diez años después, en 1829 se quiso reconocer visualmente ese hecho encargando a Bernardo López un retrato en el que aparece la reina señalando con su mano derecha el edificio del museo, mientras bajo la izquierda tiene unos planos desplegados que contienen unos croquis para la colocación de los cuadros. Cuando se abrió el Prado exponía 311 cuadros, todos ellos de autores españoles. Desde 1830 el museo exhibía también escultura clásica y en 1839 llegó el Tesoro del Delfín. En el 1840 llegaron 101 obras desde el Escorial. Esa característica de «museo en formación» se conserva hasta nuestros días.

Al existir lagunas en las colecciones que se exponían se inició una temprana política de adquisiciones gracias a la cual Zurbarán o la pintura barroca madrileña pudieron estar presentes en el museo. En estos mismos años, el museo se benefició de su primera donación, nada menos que el «Cristo crucificado» de Velázquez, que el duque de San Fernando regaló al rey en 1829.

1833-1868 EL MUSEO DE LA TRINIDAD. EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DEL ARTE ESPAÑOL

La muerte de Fernando VII en 1833 tuvo consecuencias importantes para el patrimonio. Desde julio de 1835 se sucedieron los decretos desamortizaciones del ministro Mendizábal que condujeron a la venta de una parte notable del patrimonio eclesiástico. Con ello se buscaba una fuente de financiación pública, impulsar a las clases burguesas y contrarrestar el poder de la Iglesia. Pero fue un desastre para nuestro patrimonio. De los efectos de la desamortización en Valladolid dimos cuenta en la serie que publicamos en estas páginas “A los progresos de las Artes”, en 2012 y 2013, sobre la estupenda tarea que realizó aquí la Real Academia de la Purísima Concepción de Valladolid, especialmente en el 16, que titulamos “Problemas de la desamortización” el 28.12.12,
Gracias a que algunos ilustrados reaccionaron a tiempo y denunciaron la necesidad de conservar estos bienes, nacieron muchos de los actuales museos españoles, en concreto, el de la Trinidad se creó Madrid en 1838 con fondos de conventos del centro de España. Tres décadas después se integraría en el museo del Prado. Estos sucesos son paralelos al descubrimiento de la pintura española por los europeos.

( Doña Antonia de Ipeñarrieta. 1632. Óleo de Diego Velázquez) (*)

EL MUSEO NACIONAL DE LA TRINIDAD

Este museo abrió sus puertas en 1838 en el convento trinitario de la calle de Atocha junto a la actual plaza de Benavente. Reunía principalmente pinturas procedentes de desamortizaciones de Madrid y otras provincias castellanas, lo que lo convertía en un complemento del museo del Prado. La Trinidad era un museo nacional y se componía de cuadros de artistas mayoritariamente españoles y de temas generalmente religiosos. Muchos de sus pintores no figuraban en el Prado o su representación era escasa. El Greco era una parte esencial del museo de la Trinidad y como muestra en esta exposición temporal se incluyen “La resurrección de Cristo” y “Cristo abrazando la cruz”.

EL MUSEO DEL PRADO Y EL DESCUBRIMIENTO EUROPEO DE LA PINTURA ESPAÑOLA

Uno de los motores fundamentales que impulsaron el conocimiento y aprecio de la pintura española en Europa fue la creación del Museo del Prado que albergaba la colección más importante de obras de dicha escuela. La visita a Madrid era además imprescindible para conocer uno de los mayores descubrimientos artísticos del s. XIX: Velazquez.

Durante el siglo XIX cientos de pinturas cruzaron las fronteras españolas hacia el resto de Europa en un proceso asociado a la guerra de Independencia, las medidas desamortizadoras y la disolución de las grandes colecciones nobiliarias. Uno de los emblemas de este proceso es la Inmaculada de los Venerables de Murillo que salió de Sevilla con motivo de la guerra de Independencia robada por el mariscal Soult y que cuando en 1852 sus herederos subastaron sus bienes lo adquirió el museo del Louvre y le reservó un puesto de honor en el salón Carré. Afortunadamente en 1940 regresó a España en el marco de un intercambio entre los gobiernos francés y español. La belleza de la Inmaculada presidía esta parte de la sala de la exposición temporal.

1869-1898 LA NACIONALIZACIÓN DEL PRADO. UNA MECA PARA LOS PINTORES

A raíz de la revolución liberal de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, el Prado dejó de ser «real» para convertirse en «nacional» lo que propició la incorporación del Museo Nacional de la Trinidad. A consecuencia de ello, cientos de obras tuvieron que ser depositadas en todo el país dando origen al llamado «Prado disperso». El Prado ostentaba la condición del museo contemporáneo lo que a su vez atraía a los artistas modernos que buscaban inspiración entre los maestros antiguos.

UN MUSEO NACIONAL

En diciembre de 1868 la institución pasó a formar parte del patrimonio del Estado y no fue hasta el 23 de febrero de 1872 cuando se produjo su nacionalización. El 22 de marzo el museo nacional de la Trinidad se incorporó al museo del Prado. Esa fusión no significó el trasvase de todos sus cuadros. Al Prado llegaron sólo alrededor de 100, entre los que figuraban las piezas más importantes de Berruguete, el Greco o Maino. El resto acabó dispersándose y hoy en día hay 3.244 obras depositadas en 255 instituciones distintas.

( Grupo de espectadoras de Cebreros, Ávila, 13-17 de noviembre de 1932, ante una copia de Las hilanderas, de Velázquez. Archivo fotográfico) (*)

UN MUSEO PARA LOS PINTORES

La lista de los pintores que visitaron el Prado es muy larga e incluye a personajes con intereses creativos muy distintos, Courbet, Carolus-Duran, Bonnat…. Pero fueron fundamentalmente los impresionistas los que con más frecuencia visitaron el Prado. En este apartado se expone el interés de Fortuny sobre Rivera (cuadros sobre San Andrés) o el interés de Manet sobre la pintura española que motivó su viaje a España en 1865 y que cuando vio la obra de Velázquez lo calificó como «el pintor de los pintores». A finales de 1897 un jovencísimo Picasso viajó a Madrid donde entre otras cosas se dedicó a estudiar los cuadros del Prado, copiando entre otras obras el Felipe IV de Velázquez. A finales del siglo XIX las Meninas se convirtieron en el cuadro más popular de Velázquez y en este apartado se recogen algunas muestras de las recreaciones de las Meninas como por ejemplo María Figueroa vestida de menina, de Joaquín Sorolla.

1898-1931 UNA EDAD DE PLATA. PROGRESOS CIENTÍFICOS. LA CREACIÓN DEL PATRONATO

En 1898 se inauguró el Museo de Arte Moderno y el Prado se especializó así en arte antiguo. Se iniciaba una época de fuerte personalidad en la vida del museo, que coincidió con la Edad de Plata de la cultura española y en la que la institución se dotó de un Patronato, emprendió su primera gran ampliación arquitectónica, actualizó sus criterios expositivos, asumió su responsabilidad científica y puso en marcha una importante política de adquisiciones. Al mismo tiempo reforzó su condición de «lugar» esencial de nuestra cultura.

EL ORDEN CIENTÍFICO: LA SALA DE VELÁZQUEZ

En 1899, para celebrar el tercer centenario del nacimiento de Velázquez, se decidió trasladar sus obras a la antigua sala de obras maestras. El lugar presentaba cuatro características que lo hacían novedoso: estaba destinado a un solo artista, sus obras colgaban relativamente espaciadas y siguiendo un orden cronológico, y su selección fue el resultado de una profunda reflexión sobre la identidad estilística de su autor. Por primera vez en la historia del museo se organizaba una parte de la colección siguiendo criterios histórico-artísticos. En esta parte de la exposición están dos de los mejores Velázquez que quedaban en manos privadas en España y que fueron donadas por la duquesa de Villahermosa. Tras Velázquez, llegó el turno a otros artistas españoles cuyas obras se reunieron en salas monográficas. Además de Goya que ya contaba con varias, destacan las que se crearon a principio del siglo dedicadas a Rivera y Murillo.

( Sagrada Familia del Cordero. 1507. Óleo sobre tabla de Rafael. 28 x 21,5) (*)

LA CREACIÓN DEL PATRONATO Y LA PROFESIONALIZACIÓN DEL MUSEO

En 1912 se creó el primer patronato del Prado con la pretensión de que éste dejara de ser «una espléndida cuanto irregular pinacoteca » y se convirtiera en un «museo orgánicamente constituido”. Se trataba de dotar a la institución de un órgano modernizador que la adaptara a las exigencias de rigor científico de los nuevos tiempos y estableciera una relación más activa con la sociedad. Su primer presidente fue el duque de Alba. En estos años se toma la decisión de formar una sección de arte medieval español y del Renacimiento temprano. Se trataba de un material, especialmente el primero, que con frecuencia había sido destinado a museos arqueológicos.

DONACIONES Y LEGADOS

En esta sección se recogen piezas que a través de donaciones y legados se han entregado al museo del Prado. Las donaciones y legados testamentarios es una de las vías a través de las cuales cristaliza el diálogo de los museos con las sociedades a las que pertenecen, por ellas una persona testimonió su aprecio por la institución desprendiéndose de objetos de su propiedad o haciendo una aportación económica. En el caso del Prado ha sido una fuente sustancial para el crecimiento de la colección y existen secciones de la misma, como las de artes decorativas, que se han beneficiado notablemente de esta fórmula. Mediante las donaciones y legados se completaron las obras del siglo XV y comienzos del XVI (Botticelli, Fra Angélico etc.), se incrementó el fondo de obras de Goya y de autores del siglo XIX español. Además de la pintura, las donaciones se extienden a la escultura, las artes decorativas, etc.

1932-1939 EN EL CAMINO. REPÚBLICA Y GUERRA CIVIL

Durante el gobierno de la República se dieron pasos decisivos en la protección patrimonial, lo que dio lugar a un corpus legislativo muy avanzado en el contexto internacional. Además hubo importantes intentos de extender la educación entre capas cada vez más amplias de la población mediante Misiones Pedagógicas, y cuyo «Museo Circulante» llevó copias de obras del Prado a un gran número de poblaciones españolas. En la guerra civil se adoptaron las medidas necesarias para salvaguardar el patrimonio, primero con protección del museo y después con el traslado de las obras principales hasta Suiza, Ginebra donde permaneció hasta el restablecimiento de la paz. A Ginebra se trasladaron cerca de 2000 cajas, en ellas se incluían 361 pinturas y 184 dibujos del museo del Prado. La devolución del patrimonio se hizo por ferrocarril y fue una auténtica odisea pues atravesó toda Francia cuando ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial, pero retornó todo sin un rasguño.

( Cristo crucificado. Hacia 1632. Óleo de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.248 x 169) (*)

1939-1975 EL FRANQUISMO

Durante este periodo el Prado conoció importantes acciones arquitectónicas, y el Estado pudo llevar a cabo una política de depósitos y adquisiciones a la que debemos obras del Greco, Goya, Tintoretto, el Bosco, Van der Weyden o Antonello da Messina. La institución se había convertido en un punto de referencia para la cultura occidental y de ahí surgió el intenso diálogo que intelectuales y artistas establecieron con el museo. Era pues un lugar de reflexión intelectual. En estas décadas se pusieron especialmente en valor las Majas y su proyección en los artistas actuales. Así también el Greco y Goya. Y a partir de los años 50 las Meninas con su particular criterio de exposición recibiendo la luz desde un balcón situado a la derecha y con un espejo enfrente. En 1957 Picasso comenzó una serie de más de 50 cuadros, que acabó cuatro meses después y que tienen como tema principal las Meninas.

1975-2019 UNA HISTORIA COMPARTIDA

La llegada de un régimen democrático ha tenido importantes repercusiones. En este tiempo ha pasado de ser una institución pasiva en lo que se refiere a su relación con la sociedad, a convertirse en un organismo activo en busca constante de nuevas formas de diálogo y encuentro con el público. Las transformaciones que se han producido en estos más de 40 años afectan a numerosos aspectos: el aumento del número de visitantes efectivos y la aparición de un numeroso público «virtual»; la conversión del museo en destino turístico; el crecimiento exponencial de la oferta educativa; la asunción de sus responsabilidades como centro de estudio y promoción de la historia del arte; la incorporación de las exposiciones temporales como parte fundamental de su dinámica; la multiplicación del presupuesto, así como del impacto económico en la ciudad.

En 1985 se dictó la Ley de Patrimonio Histórico Español que tiene como punto de partida la de 1933 y refuerza el compromiso del Estado en la protección, el acrecentamiento y la difusión de los bienes patrimoniales. La ley contempla numerosas medidas protectoras que se han convertido en el instrumento más eficaz para lograr el incremento de las colecciones estatales. En la historia reciente se han multiplicado las exposiciones temporales, alcanzándose las veinte anuales, con el objetivo de que los ciudadanos tengan acceso a los bienes del museo y que éste cumpla una de sus principales misiones: la de poner al servicio de la sociedad el patrimonio que custodia.

( Visión de san Pedro Nolasco. 1629. Óleo de Francisco de Zurbarán, 179 x 223) (*)

2018, LA ÚLTIMA AMPLIACIÓN

En junio del 2018, el museo renovó su relato y parte de sus espacios más nobles, resitúando el Tesoro del Delfín y su colección de pintura flamenca y holandesa en ocho salas recuperadas del edificio Villanueva. Con una inversión de más de tres millones de euros, crecía un 10% y afrontaba su penúltimo reto, previo a la ampliación del Salón de Reinos (según el proyecto de Norman Foster y Carlos Rubio).

Más de 2,5 millones ha costado la portentosa instalación en la Sala 79 B del Tesoro que perteneció al Gran Delfín Luis de Francia (1661-1711), hijo del Rey Sol, y que heredó su hijo Felipe V (1683-1746), primer Borbón español. La colección de «vasos ricos» en cristal de roca y piedras ornamentales, que llegó al Prado en 1839, se expone ahora completa en el Toro Norte, en el cuerpo central de la planta segunda del ala Goya del edificio Villanueva. Es una colección única, equiparable a otros grandes tesoros dinásticos europeos, por su calidad, su valor intrínseco y su belleza, además de ser un importante ejemplo del coleccionismo europeo de artes suntuarias en los siglos XVI y XVII, imagen también del poder y prestigio regios.

En esta operación del pasado año, se ha invertido algo más de 700.000 euros en la remodelación de las siete nuevas salas para la colección de pintura flamenca y holandesa. Exhibe 120 obras, de las cuales casi 90 no se habían mostrado en las últimas décadas. Ante la necesidad de espacio para acoger distintos servicios, las salas de la segunda planta se dedicaron en 2004 a almacenes, despachos y el taller de restauración. Con la ampliación de Moneo en Los Jerónimos y la adecuación del taller de restauración, se liberó de nuevo este grupo de salas. El museo programó entonces su recuperación como espacio expositivo, su reacondicionamiento arquitectónico y la mejora de sus dotaciones con el concurso de Rafael Moneo.

Las siete nuevas salas albergan ahora «una de las mejores colecciones del mundo de pintura flamenca de los siglos XV al XVII, formada en su mayor parte por el mecenazgo real. De 1430 a 1650 los territorios que conforman la actual Bélgica fueron, junto a Italia, los principales productores de pintura de Europa. La pintura de esa región se denomina «flamenca» y se realizó en su mayoría en Amberes.

( La antesala. Acrílico sobre lienzo del Equipo Crónica.140,5 x 140,5) (*)

Las nuevas salas acogen obras fundamentales de Rubens, Jan Brueghel, Clara Peeters y David Teniers, entre otros artistas. Las salas 78 y 79 acogen importantes obras de Rubens (1577-1640), entre ellas las mitologías que le encargó Felipe IV para la Torre de la Parada y algunas de las mejores obras de pequeño formato del maestro holandés. En la sala 76, dedicada a la pintura holandesa entre 1478 y 1800, se exhibe ‘Judit en el banquete de Holofernes’, de Rembrandt, e importantes obras de pintores representativos de esta escuela como Salomon de Bray y Gabriël Metsu.

La apertura de estas salas ha motivado la reordenación de la pintura de Rubens, Van Dyck (1599-1641) y Jordaens (1593-1678) en la primera planta del museo, tanto en la Galería Central como en la sala 16B.

Concluimos aquí la reseña de la exposición temporal. Además es de señalar que, dentro de los actos de celebración del bicentenario, y bajo el título ‘Memoria audiovisual del Museo del Prado’, se ha creado un nuevo fondo documental que reúne por primera vez la historia audiovisual del Museo –de su edificio y sus colecciones– a través del cine, el NO-DO y la televisión. Se puede acceder en: https://www.museodelprado.es/bicentenario/memoria-audiovisual

En colaboración con Filmoteca Española y Radio Televisión Española (RTVE), el archivo comienza con 300 registros entre los que destacan las visitas oficiales de Eva Perón o James Stewart, el documental inédito Introducción al Museo del Prado (1985) de Basilio Martín Patino o la serie de RTVE Mirar un cuadro, con figuras como Alberti, Cela o Umbral; y “Tres horas en el Museo del Prado”, (1968) película basada en el clásico del escritor catalán Eugenio d´Ors, bajo la dirección de Jesús Fernández Santos.

Nuestra más calurosa felicitación al Museo y sus responsables.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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