Por Javier Pardo de Santayana

( Lavabo del servicio. Acuarela de Jesús Lozano Saorín en artesaorin. blogspot.com.es) (*)

Menudos líos nos estamos armando simplemente con abrir la boca. Como si no fueran suficientes los que nos brindan las memeces del leguaje que llaman “inclusivo” – esa cursilería de los progres – ahora intentan poner en pie de igualdad a los dos sexos sin definir que es esto, y así nos encontramos en el trance de organizar un nuevo lío con las siglas.

Por lo que se ve, ya no bastaba con incordiar a costa del lenguaje, donde ahora se enredan con los masculinos, los femeninos y los neutros y nos proponen frases infumables; que a ver que dice la Academia de la Lengua a la que supongo horrorizada y sin saber qué contestar a los políticos para que no se sientan ridiculizados.

Pues como ya es difícil superar la marca, se me han ocurrido algunas cosas más al hilo de un recorrido por el Corte Inglés en su versión de saldos. Acompañaba esta mañana a mi sufrida esposa en la compra de ropa para un nieto, cuando al buscar la zona de los niños, caí en la cuenta de hasta qué punto andamos atrasados. Allá en el fondo, un par de letreros destacaban en su misión para orientar a los presuntos compradores: uno decía simplemente “mujeres”, y otro “hombres”, cosa que es de agradecer por cierto, toda vez que en este tipo de comercios a nosotros nos tienen olvidados, no digo yo que totalmente, pero casi.

Mas he de confesar que lo que llamaría principalmente mi atención sería la escueta mención de los dos sexos clásicos. Recordé que en mi lejana juventud se les identificaba como “caballeros” y “señoras”, algo hoy totalmente superado. Y lo entiendo, porque, por ejemplo, ¿podemos llamar verdaderamente “caballeros ” a quienes presumen de rufianes? ¿No quedarían éstos excluidos?

“Mujeres y hombres” irían mejor en nuestros días, pensé yo ¿pero sería insuficiente? Pues no responde a aquellas condiciones de igualdad que ahora se exigen. Y, naturalmente, recordé también las siglas. ¿No sería preferible incluir la lista entera con todas esas letras iniciales que recuerdan la rica variedad de los llamados ”géneros”? ¿No deberíamos poner en la pared del establecimiento “hombres”, “mujeres”, ”lesbianas, “gays” (así, a la inglesa), “transexuales”, “bisexuales e intersexuales” dejando después un largo espacio para nuevas variantes imaginativas? El problema estaría en clasificar y ordenar las prendas en las estanterías siguiendo este criterio, porque estoy seguro de que todas ellas harán moda. Total, un nuevo lío.

Y aún la situación se complicaría a la hora de orientar a los clientes hacia los vestuarios o los excusados, por utilizar un término de los denominados clásicos, pues imaginen lo que podría ocurrir cuando alguien, en teoría “señora” o “caballero”, “señor” o “señora”; “hombre” o mujer” según la regla clásica, reclamara los derechos de su género en vez de ceñirse simplemente al sexo. Así un “gay” penetraría en el vestuario o el retrete de señoras (con perdón) y éstas empezarían a dar gritos como locas. Y otro se preguntaría qué debería hacer una mujer que se sintiera caballero y reclamara poder entrar por la otra puerta. Y no digamos la que se armaría con los llamados bisexuales, que entrarían por una u otra puerta según les apeteciera en ese instante. Y los problemas planteados por las instalaciones sanitarias.

Problemas éstos que no excluyen a las clásicas indicaciones gráficas, por cuanto seguimos representando al viandante o al viajero con distinción de sexo por sus faldas o por sus pantalones, cuando es un hecho que hoy en día unos y otros – o debería decir “otras” – usan éstos casi con idéntica frecuencia. Y ya saben ustedes la que se ha armado en algún ayuntamiento a la hora de cambiar los símbolos del tráfico para “no herir sensibilidades”.

Total, que cada vez estamos más confusos y también más en peligro, ya que se nos pueden echar encima por la cosa más nimia y ridícula y declaramos personas “non gratas” o incluso meternos en la cárcel. Se ve que el estado del bienestar no hay otros problemas con los que matar el tiempo, así que nos entretenemos enredando.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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