Por Javier Pardo de Santayana

( Actividades petroleras en Venezuela en 1972) (*)

Mucho hemos hablado de los planes actuales encaminados a abandonar el consumo del gasóleo, y del efecto que causarán a corto plazo. Tan corto que ya lo sentimos en nuestras propias carnes.

Se trata de salir al paso del calentamiento del planeta: uno de esos problemas cuya solución tropieza con la dificultad que entraña tanto el poner de acuerdo al mundo entero como encontrar una fórmula aceptable. Así que se la ha ido dando largas hasta que por fin se ha decidido ya “in extremis” abordarla aunque de forma ciertamente inoportuna y drástica. Sobre ella me he pronunciado repetidamente criticando la precipitación con que nuestros dirigentes están actuando en perjuicio de quienes, como yo mismo, no están en condiciones de cambiar de coche.

Mas lo que quiero señalar ahora es que se está tratando el tema sin reflejar su verdadero alcance. En primer lugar, porque la eliminación de combustibles clásicos no se limita al denostado gasóleo de marras sino que se extiende a cuantos se derivan del petróleo, y en el segundo porque está abocada a causar una revolución de enormes y variadas consecuencias. Quiero decir que las repercusiones de esta decisión, que nos parece ya tomada e incluso asumida por cuanto tiene su reflejo en los salones del motor donde se exhiben modelos que dejan obsoletos a los híbridos, van mucho más allá del conocido campo del transporte.

En efecto, casi nos hemos olvidado de señalar un aspecto de tal importancia que está llamado a transformar bastantes cosas: la necesidad de aumentar de forma exponencial las disponibilidades de energía eléctrica; una cuestión que exigirá grandes esfuerzos económicos y técnicos. Y también de que cambiar de “forma de vida” a millones y millones de vehículos que deben seguir en movimiento mientras el parque se transforma y sin perturbar las actividades de la gente será tarea de titanes, como lo será lograr la transición fluida entre el sistema actual del abastecimiento mediante las “gasolineras” y el de conexiones eléctricas de carga. O la resolución de incontables problemas de carácter técnico, como lograr que las recargas se asemejen en celeridad a las actuales. En relación con lo cual me llena de sorpresa oír que ya se ha puesto fecha a la definitiva eliminación de nuestras centrales nucleares, ya que privarnos voluntariamente de una energía como la que éstas generan cuando el futuro panorama más aconseja conservarla no parece razonable ni prudente. Y porque la sustitución de derivados del petróleo por energía eléctrica es un problema de números muy gordos que repercutirá sin duda en los precios y en las posibilidades de producción de los países y del nuestro muy especialmente. ¿Cómo repercutirá – nos preguntamos por ejemplo – en nuestra factura “de la luz”?

Pero aún esto no es sino un preámbulo de lo que nos espera en el futuro, porque en estas circunstancias presionantes no parece que tampoco caigamos en la cuenta de otras facetas evidentes de la revolución que se nos viene encima. Por ejemplo, nadie nos habla de su repercusión geopolítica. Y sin embargo es evidente que la no utilización de los hidrocarburos hará cambiar radicalmente el peso de los llamados “Países del Golfo”, que viven de sus ricas reservas de petróleo y que, si ya anticipaban el problema de un futuro agotamiento del origen de sus economías – ahí tienen ustedes la transformación forzada por sus líderes para convertirlos en una especie de parques temáticos cuyo atractivo principal sería el lujo – no contaban con que algo parecido llegara a producirse, no por la citada circunstancia sino por una prematura caída del consumo. Y así podemos recordar otros ejemplos, como el de Venezuela, que antes de disfrutar de su riqueza por las razones de sobra conocidas, recibe la triste noticia de la devaluación repentina de sus excepcionales recursos naturales. Y así podríamos hablar de las reservas norteamericanas ahora hábilmente explotadas por el “fracking”.

Otra cosa será la posibilidad de investigar sobre el nuevo aprovechamiento de los hidrocarburos para recuperar parte de su valor perdido sin perturbar la contención de ese cambio climático que es en el fondo causa de la revolución que ya empezamos a vivir y sin dar pie a un aumento brutal de los residuos.

He aquí un esbozo del panorama que hay en perspectiva. Un panorama complejo y preocupante de cambios geopolíticos ligados a un proceso de reacción contra un peligro tenido como cierto aunque devaluado o puesto en solfa por algunos. Cambios que repercuten tanto en la economía como en los medios de producción, en el trabajo, las costumbres, el turismo, y sin duda también en la tecnología: cambios en el peso específico de las regiones y naciones y en las relaciones de poder entre ellas.

Importantes fenómenos que experimentaremos y de los que tendremos que hacernos ya a la idea, y un nuevo mapa geopolítico del mundo en que los recursos del poder podrán cambiar de valor o desplazarse generando nuevas necesidades y apetencias y generar giros copernicanos en los vectores de tensión o de influencia en la relación entre potencias y vecinos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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