Luces de Navidad

Por Javier Pardo de Santayana

( El Misterio de mi Belén. Acuarela de J. M. Arévalo de felicitación de la Navidad) (*)

Es Navidad y en mi casa se nota. Por de pronto, la tengo engalanada recordando la buena nueva de que hace más de dos mil años se inició la Historia de la Salvación del hombre (hoy habría que decir para los progres: “y de la mujer también”).

Pero sabemos que esta historia se hizo para los sencillos, que no es decir para los menos inteligentes sino todo lo contrario, puesto que aquéllos tienen la sabiduría de admitir su evidente condición de criaturas y de intuir que tiene que existir una explicación definitiva de cuanto nos rodea y nos ocurre. O sea del misterio. Y esto es lo que al final supone este momento: una explosión de alegría desbordante porque la fe nos libera de la angustia.

Está la casa llena de luces y colores; pero también de sugerencias: en el nacimiento vemos el contraste entre la colosal grandeza del momento y la pobreza de una familia que se nos parece pero que se aleja de lo que hoy consideramos deseable, es decir, de las comodidades y riquezas. Y el panorama nos anuncia lo que será el futuro del Recién Nacido: para empezar, nos hace recordar aquella persecución desde el poder que le obligará a emigrar a otros parajes con sus padres y que se repetirá treinta y tres años más tarde con la tortura del calvario. Hechos – ambos – que también se repetirán en nuestros días, cuando teniendo todavía en el recuerdo la mayor matanza de cristianos del pasado siglo, hecho éste que para vergüenza nuestra tendría lugar aquí en España, nos dicen que la persecución sigue vigente en numerosos países del planeta. Tan sólo hace unos días una emisora de televisión mostraba una película sobre el asesinato de siete religiosos trapenses en Argelia. Y eso no es sino una pequeña muestra de la realidad en que vivimos y que aquí mismo es evidente en forma de persecución por el momento incruenta, pero también malintencionada y retorcida.

No es de extrañar – pensamos – que aquel Niño muriera a manos de los hombres. Para mí que esto es el solo desenlace lógico y posible de esta Historia. Mas lo que sí parece sorprendente es la transformación que experimentaron los apóstoles, es decir sus amigos y seguidores más directos, que habiéndose ocultado como es humano y comprensible ante el peligro de su ejecución por el poder de entonces o las masas – después de que el mismo Pedro hubiera negado su conexión con Cristo – no sólo se lanzaron a extender la Buena Nueva por el ancho mundo, sino que todos ellos acabaron mártires, es decir, dando fe de su Fe de esta manera.

Sorprendente fue también que la muerte prendiera entre los hombres hasta tal punto de que, cuando ahora contemplamos el planeta desde el observatorio del espacio, constatamos cómo este aniversario se nos hace visible en un incremento luminoso. Pues ¿quién podría justificar que la Humanidad, siempre temerosa ante perder la vida, festeje el arranque de una historia que termina con la ejecución de su protagonista seguida del asesinato de sus más directos seguidores; es decir lo que ante los ojos de los hombres constituiría el mayor de los fracasos? Algo tan asombroso como el hecho de que quien por temor le negara tres veces consecutivas sería luego quien abanderaría la expansión de su doctrina y tendría valor para afrontar también una alevosa muerte.

Asombro tras asombro, milagro tras milagro. Pero también historia cierta que hoy recordaremos con el deseo de que permanezca viva en las familias, para que éstas, unidas a millones de otras, sigan dando fe de esta noticia. Gran responsabilidad generacional para nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos – y nuestros biznietos, querido Carlos, compañero – cuando vemos cómo esas luces nocturnas que el espacio nos muestra quizás se estén apagando poco a poco o, si se multiplican o mantienen, lo hacen por razones comerciales más cercanas a las treinta monedas del infame Judas que de la luz que emana del pesebre.

¿Serán las nuevas persecuciones que hoy con distintas intensidades y procedimientos sufren – sufrimos – los cristianos germen y acicate para que la Fe no sólo sobreviva sino crezca? A mi por de pronto me parece que lo que hacemos es claramente insuficiente para contribuir a que esto ocurra. Que tendríamos que redoblar nuestra fe y hablar bastante más de ellas, rezar más por los perseguidos, sentir más como propios los sufrimientos que padecen; no darlos por supuestos. Orar para que estos, en vez de contribuir a que se extingan las luces navideñas, de nuevo hagan crecer las luminarias.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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