Especialistas en odios

Por Javier Pardo de Santayana

( Disturbios entre seguidores del River Plate y Boca Juniors)

Es costumbre ensalzar al deporte como vehículo de paz y como un instrumento de concordia, quizá porque supone una confrontación incruenta en la que se ponen a prueba las facultades y las habilidades de los hombres y, cada vez más, también de las mujeres. Por otra parte, el ejercicio físico e intelectual al que se obliga el practicante es una forma de superación personal que hace bien tanto a la salud de nuestro cuerpo como a nuestro propio espíritu.

Con tan loable propuesta se ha venido elaborado todo un entramado de organizaciones particulares y oficiales en las que, como era de temer. entró el dinero en juego; algo que en principio no era malo pero sí inexorable. Y así se fueron alterando los planteamientos y propósitos de unos y otros hasta que acabaron por contaminarse como suele de toda suerte de vicios y pecados, con lo cual hoy en día el ambiente deportivo es un complejo de muchos despropósitos. Hasta las cúpulas reguladoras e impulsoras han caído repetidamente en la avaricia, y la defensa de los propios colores se ha puesto en manos de personas que no se sienten vinculadas a lo que hacen sino por las grandes sumas que les pagan. El resultado es que en sustitución de un espíritu competitivo estimulante se fomenta simplemente el odio al adversario.

Así vemos cómo los periodistas nos presentan con frecuencia la polémica como el aspecto más interesante de los acontecimientos deportivos, convertidos ya con gran frecuencia en lo que ha venido en definirse como “del máximo riesgo”: algo que nos obliga a movilizar miles de representantes de las fuerzas del orden en cada jornada deportiva. A estas motivaciones cada vez más frecuentes se suman las de las manifestaciones de indignados por alguna causa y la persecución de delincuentes, de forma que una civilización tan avanzada como la de nuestra actual generación exige ya contar con más policías activados que soldados para garantizar la paz.

Sí señores, el odio se ha puesto de moda y ha alcanzado de pleno al campo deportivo, de la misma forma que ha irrumpido en nuestros parlamento, donde un presidente de partido caracterizado por su agresividad dialéctica nos recuerda con sus actuaciones que se educó en el ambiente familiar de un terrorista, y el nombre de uno de nuestros representantes más mordaces es de por sí un insulto.

Y es que el odio está presente de nuevo en nuestra desorientada situación actual gracias a haber sido promovido desde el poder como lo fue en tiempo de nuestros padres o nuestros abuelos. Hoy mismo, en la misa radiada de un domingo, nos recordaban con la mayor naturalidad del mundo el asesinato de un grupo de cincuenta y cuatro cristianos españoles que el año treinta y seis cayeron víctimas de un odio semejante: humildes sacerdotes y sus familiares; gente buena cuyo único pecado era el de ser creyentes.

Pues bien, en este ambiente actual que es tan propicio para cualquier desmadre, nos llega una noticia sorprendente: en vista de que no tiene gran cosa que hacer en beneficio de los ciudadanos, el gobierno se ha permitido ofrecer gentilmente en nuestro nombre la celebración aquí en España del segundo y definitivo encuentro de la Copa de los Libertadores – del poder español, se sobreentiende – dado que en Argentina no es posible dado el grado de encono sostenido por los cerriles partidarios de los equipos contendientes, que se liaron a porrazos de tal forma que no hay manera humana de evitar que se masacren mutuamente.

O sea que ya que los españoles nos odiamos entre nosotros mismos y que lo hacemos ostensiblemente, nos ofrecemos para que se maten aquí, ya definitivamente, quienes no lo consiguieron del todo en su terruño.

Así que, digo yo por encontrar una razón plausible a tal machada, que será porque ya estamos acostumbrados de hace tiempo a contener esas furias desmedidas y nos hace una ilusión tremenda plantearnos una vez más el reto de que la sangre no se vierta; que para chulos cuenten con nosotros, acostumbrados como estamos a domar nuestros borricos. Y que nos fumamos un puro aprovechando el riesgo que corremos. Es una cuestión de adrenalina.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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