Artilleros españoles en el Ártico

Por Javier Pardo de Santayana

( Tanques Leopardo y tanques estadounidenses Abrams, en un ejercicio de artillería de la OTAN)

Veo una fotografía en el periódico que representa unos misiles antiaéreos, y un grupo de soldados españoles en uniforme de campaña. El escenario, un lugar de Noruega. El entorno, unos ejercicios de la OTAN.

Me permitirán que les confiese mi emoción. Siendo aún teniente recién llegado a Madrid desde Vitoria me abordó un capitán amigo. Andaba entonces él a vueltas con la cuestión de los misiles, aún inexistentes en nuestro ejército, y en relación con ello mantenía correspondencia con el secretario de la Real Academia de la Lengua intentado la incorporación de esta palabra. Tarea difícil, porque curiosamente había tropezado con la opinión adversa de otro miembro de aquella prestigiosa institución, el Duque de la Torre, precisamente artillero pero que prefería el término “cohete”. Así que hubo que hacerle ver que se trataba de casos diferentes. Al contrario que el cohete, el misil tenía una guía que le dirigía al objetivo y además el término propuesto no resultaba extraño ya que tenía una raíz latina.

Por otra parte mi animoso amigo había propuesto al director de la Academia de Artillería de Segovia que se iniciasen desde ahora los estudios del sistema que aún estaba por venir, así que buscó bibliografía y alguien que le ayudara en sus esfuerzos. El objetivo era confeccionar un libro que utilizarían los cadetes. Así fue como me acabé ocupando del tema de la “guía inercial”, pues debo añadir que tuvo de mí un entusiasta “sí” cuando me solicitó que colaborar en el empeño.

En eso estábamos cuando llegó la gran noticia: los americanos habían ofrecido a España la posibilidad de contar con un grupo de misiles “Hawk”, es decir, de las armas antiaéreas más modernas y avanzadas entonces existentes en el mundo. Ni que decir tiene que se movilizó la Artillería recabando la colaboración de todos cuantos oficiales dominaran el idioma inglés – que a la sazón eran sólo un número discreto – y, como es lógico, también de quienes contaran con las especialidades necesarias, como radares, direcciones de tiro, y electrónica. Se trataba de realizar una gran variedad de cursos simultáneos de carácter operativo o técnico en dos grandes escuelas norteamericanas: una en Huntsville, Alabama, donde, como recordará mi improbable lector, coincidí con el proyecto “Apollo” de la NASA, y otro en El Paso, Texas, junto al Río Grande y la frontera mejicana. Luego, al retornar a España, tendríamos que mantenernos en tal nivel de eficacia en todos los aspectos que superáramos las pruebas que tras un largo viaje se realizarían anualmente en el campo de lanzamiento de misiles de Mac Gregor, en Nuevo Méjico. Pruebas en las que siempre destacamos ampliamente en comparación con las otras unidades, fueran éstas de otras nacionalidades e incluso norteamericanas. Luego, una vez en España, la unidad estrenó unos modernos acuartelamientos en el campo de Gibraltar tras una estancia provisional en Jerez de la Frontera. En esta aventura fascinante se fraguaron cordiales relaciones y amistades. También hubo familias que acompañaron a sus deudos y hasta se celebró una boda. O sea que aquello fue toda una aventura; algo para recordar toda la vida.

Luego la proyección del Grupo Hawk fue muy beneficiosa como modelo de organización moderna, en mantenimiento sobre todo. Sus oficiales y suboficiales darían mucho juego con ocasión de la incorporación de nuestras fuerzas a la Organización Atlántica.

Pues bien, he aquí que un buen día veo mis queridos misiles Hawk nada menos que en el Ártico. Como viejos soldados, siguen prestando su servicio como siempre, ahora ya en el siglo XXI. Otros misiles de mayor envergadura les siguieron; que ahí están los “Nike Ajax” y los “Patriot”, estos últimos capaces de interceptar los misiles balísticos, pero ellos siguen porque desde el primer instante tuvieron la facultad de cambiarse desde dentro, como ajustándose a las nuevas exigencias, modificando lo que fuera necesario para seguir sirviendo. Hasta se atreven a viajar a las regiones árticas, tan lejos de su cálida morada, así que tendrían que andarse con cuidado por el frío.

PS: Esta curiosa circunstancia me lleva también a recordar mi estancia el año 89 en la Base Aérea de Bardufoss, en el Gran Norte noruego cercano al puerto ruso de Murmansk. Y la visión del sol de medianoche y la llegada, bajo una luz equívoca, a la ciudad de Tromso; aquella de la que partían las expediciones hacia el Polo. Y la pesca en las aguas árticas tras asistir al último disparo de una batería de costa, en trance de renovación, en Skrolsvik. O nuestro asombro ante los kilómetros de galería excavados en la roca donde se escondían los buques de combate, y, en las proximidades de la capital noruega, los depósitos enterrados bajo una gran montaña en previsión de que los atacaran. También la narración, con la ciudad al fondo, de la invasión de Narvik, triste recuerdo de una guerra mundial. O la visita al rey Olav vestido de uniforme en su palacio de Oslo. Pero aquellos eran los estertores de la Guerra Fría, así que la fotografía de nuestros artilleros en Noruega hace pensar si no estaremos volviendo en cierto modo a ella.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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