Ante un futuro de robots

Por Javier Pardo de Santayana

( Androide HRP-5P, diseñado para trabajar en una obra, incluso solo. Foto AFP)

En mi último artículo saqué a colación algunas situaciones chuscas posiblemente derivadas del imparable progreso tecnológico. A ello apuntaba el texto de cierto libro del que entresaqué tan sólo un par de ejemplos. Hoy se me ocurre rescatar un tercer tema relativo a la evolución de la inteligencia artificial y los robots.

Imaginaba el autor la situación concreta: que un robot para la construcción naval se hubiera pillado los dedos trabajando, fallo éste imperdonable para una máquina que se tenía por perfecta. Ante lo cual el autor imaginaba que el hecho causaría satisfacción a los obreros de naturaleza humana. En efecto, esta ocasión pondría en evidencia que éstos habrían desarrollado un sentimiento de envidia para quienes ya les superaban en eficacia y perfección en el trabajo. El acontecimiento reflejaba, en suma, la vergonzante imperfección del hombre, siempre sujeto a fallar en algún aspecto de su vida.

Y surgía un clamor no en favor de esforzarse en mejorar lo propio sino en asegurar que los robots que les hacían competencia se “perfeccionaran” comportándose de forma idéntica a nosotros. Así pues la presión social actuaría para lograr que al fabricar los robots se les incorporara algún defecto; es decir, alguna posibilidad de fallo parecida a la que habitualmente mostramos los humanos. De esta forma las “máquinas” dejarían de ser inexorables en su peculiar «cero defectos” y no les pondrían en ridículo.

Pues bien, ya puede usted imaginar lo que da de sí una situación como ésta: por ejemplo, entre los robots-soldado – que bien podrían producirse en masa para atender a los ejércitos – podría salir de vez en cuando algún patoso que no llevara el ritmo de la marcha y perdiera el paso en los desfiles. Y, de la misma forma, algún obrero de la construcción naval que de cuando en cuando se pillara los dedos sin querer.

La cosa parece tener gracia, mas tiene más enjundia de lo que parece, pues plantea la posibilidad de que los hombres – y las mujeres, desde luego – se sientan superados por las máquinas que hacen lo mismo mas con mejores resultados. Y esto es algo que si usted lo piensa tiene bastante miga para quienes nos consideramos dueños de este nuestro mundo, pues hay algo nuestro que nunca cambiará, que es el conjunto de pasiones y vergüenzas que siempre nos hicieron vulnerables; entre ellas la soberbia, los celos, la envidia y nuestra reacción airada cada vez que nos sentimos ridiculizados. Y hoy ya empezamos a estar en condiciones de reproducir mediante mecanismos tecnológicos procesos que en el hombre son intelectuales y responden a nuestra inteligencia. Y de hacer que se produzcan aislados de cualquier interferencia, lo que parece poco menos que imposible.

Así que ya no es algo descartable que la Humanidad acabe presidida por robots creados por nosotros: por cerebros electrónicos a los que confiemos los criterios decisivos una vez debidamente “aleccionados”. Téngase en cuenta que ningún cerebro humano sería capaz de acumular, ordenar, relacionar y contrastar la cantidad de información que pueden manejar aquéllos, y menos a la velocidad con que funcionan estas “máquinas”. Cierto es que el hombre las habrá creado, pero echándole un tiempo y un dinero imposibles de alcanzar más tarde en cada ocasión que se presente. Además, la garantía de idoneidad en cualquier solución a los conflictos superará con mucho a la que hoy proporcionan las personas, siempre contaminadas de algún modo. Quiero decir con ello que, al no entrar en consideraciones puramente personales y manejar un discurso lógico y técnico impecable, las decisiones no tendrían ya vuelta de hoja, por lo que, una vez logrado un acuerdo general sobre principios y detalles administrativos, la utilización del robot sería sumamente útil.

Con todo, esto no impedirá que actúe la naturaleza humana con todos sus vicios y pecados, tan numerosos y enconados como la envidia o la soberbia, así que el empleo de robots pluscuamperfectos puede ser superada finalmente por una reacción adversa que los acabe prohibiendo o los destruya como el hombre ha tendido a hacer siempre con lo nuevo. Mas esto no sería sino la prueba más auténtica de la victoria del robot sobre la raza humana.

Como verán ustedes, lo que parecía simplemente un ingenioso juego de palabras mirando hacia lo que el futuro nos anuncia, puede ser cierto día motivo de discusión y reacción airada; esta vez contra lo que nosotros mismos inventamos y echamos a andar posteriormente. Ya ven ustedes como hoy nos exigen que excluyamos el sentido común de nuestros razonamientos.

PS: En cuanto a lo introducción de fallos ex profeso, no se extrañen ustedes de que en su día ocurra; basta con ver como en la fabricación de productos comerciales ya se introducen materiales y mecanismos a propósito para evitar que duren demasiado.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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