Las Edades del Hombre en Aguilar de Campoo

Por José María Arévalo

( Asunción de la Virgen, bajorrelieve de Gregorio Fernández, hacia 1610. Retablo mayor de la Iglesia parroquial de Santa María del Castillo, en Villaverde de Medina, Valladolid) (*)

Las Edades del Hombre ha cumplido 30 años con esta edición en Aguilar de Campoo titulada ‘Mons Dei’, que se mantendrá hasta el 18 de noviembre con 124 obras, que aportan las once diócesis de Castilla y León, además de otras como Vitoria y Santander, el Museo Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional y el Banco de Santander, entre otras importantes instituciones y conventos. «Con la seguridad de haber cambiado la forma de ver el arte», expresó José Luis Calvo Calleja, delegado diocesano de Patrimonio de Palencia y comisario de la muestra, en su presentación la víspera de que la reina Doña Sofía la inaugurara; destacó que «los artistas grandes están en Aguilar» para enfatizar la calidad de las obras que se exponen, «una calidad digna de encomio y de elogio». La Diócesis de Palencia aporta 35 obras, porque este territorio «tiene mucho arte y muy bueno».

( El Salvador bendiciendo. Óleo sobre tabla de Pedro Berruguete. Hacia 1485-1490. Museo Diocesano de Palencia. Procedencia: Iglesia de Santa María la Mayor. Frechilla, Palencia) (*)

Como todos los años fui a ver la exposición con Amsafa, el grupo de jubilados de Renault al que pertenezco, y volví a asombrarme de la cantidad y calidad de obras de arte de nuestra autonomía que desconozco, muchas perdidas en tantos pueblos que nos quedan a trasmano o en iglesias cerradas cuando pasamos. Así por ejemplo, este año me ha maravillado la Asunción de la Virgen que esculpiera nuestra “gubia del Barroco”, Gregorio Fernández, en 1610, que normalmente se encuentra en el Retablo mayor de la Iglesia parroquial de Santa María del Castillo, de Villaverde de Medina, un pueblecito del que yo no había oído ni mencionar, cerca de Medina del Campo, como nos explicó nuestra estupenda guía. No tiene ninguna relación con las Inmaculadas que realizara, más bien me recordó un poco a la Asunción de Juan de Juni de la catedral vallisoletana, aunque en postura no tan sesgada como ésta y mayor y más realista policromía. Rodeada de ángeles, es de una gran belleza, con rostro de mujer castellana del pueblo que tanto gustaba a Juni reflejar.


( Cristo Crucificado. Bronce de Victorio Macho. 1924. Iglesia parroquial de San Vicente Mártir, de Los Corrales de Buelna, Cantabria) (*)

El primer símbolo destacado es la presencia de la montaña. Pese a que había varias posibilidades para elegir las sedes de la exposición, la elección de Santa Cecilia como el templo que alberga los dos primeros capítulos no ha sido arbitraria. Santa Cecilia se encuentra en la zona alta de Aguilar de Campoo, que culmina en el castillo, antaño fortaleza vigilante. A la primera parte de ‘Mons Dei’ hay que ascender, y allí, en esta iglesia construida en la segunda mitad del siglo XII y primera del XIII, se puede encontrar, en palabras de Gonzalo Jiménez, la belleza de la sencillez y el simbolismo que marcará el ritmo de la exposición. Frente a la sencillez, el recorrido evoluciona en la colegiata de San Miguel hacia la majestuosidad de los espacios abiertos, con un capítulo final – resaltaba Fernando Caballero en El Norte de Castilla, cuya crónica nos sirve de apoyo- que constituye la apoteosis de la pintura de Goya, El Greco, Berruguete…

( Inmaculada Concepción. Óleo de Alonso Cano. Hacia 1650. Museo Diocesano de Arte Sacro de Vitoria, en depósito de la Parroquia de la Asunción de la Virgen de Berantevilla, Alava) (*)

En Santa Cecilia, el primer capítulo se titula ‘Levanto mis ojos a los montes’. En él se encuentra el guiño a la presencia de la montaña en el resto de las grandes religiones –sintoismo, hinduismo, budismo, taoísmo, islamismo y precolombino–, con obras de arte dispuestas en un original montaje con fotografías de fondo. En este capítulo se percibe la pequeñez del hombre frente a la grandiosidad de la montaña. El capitulo dos, ‘Del Sinaí al santuario’, evoca la montaña en el pueblo de Israel, y en momento de una gran intensidad plástica y estética, arranca el capítulo tres, ‘La nubecilla del Carmelo’ –ya en la colegiata–, con extraordinarias representaciones de la Virgen del Carmen, obras de Alonso Cano, Sánchez Cotán y Gil de Siloé y las tallas marianas de la Montaña Palentina –Lebanza, Brezo, Santa María la Real y Santa María la Mayor, todas ellas del siglo XIII–.

( Josué. Talla de Francisco Giralte. En torno a 1542. Retablo mayor de la Iglesia de San Pedro, en Cisneros, Palencia) (*)

Y es que, efectivamente, los primitivos castellanos tienen una importante representación en esta edición, como en las anteriores, y así veremos el relieve en madera policromada de la Presentación de la Virgen en el Templo, de Gil de Siloe, realizado hacia 1486-1492, procedente del retablo mayor de la capilla de Santa Ana, en la catedral de Burgos; o La caída de los ángeles rebeldes, óleo sobre tabla del círculo del Maestro de Ávila, del último cuarto del siglo XV, del museo catedralicio de Ávila; un San Roque tallado por Juan de Valmaseda a dediados del XVI, procedente del retablo de la capilla de los Reyes de la catedral de Palencia; y especialmente un óleo de Pedro Berruguete, El Salvador bendiciendo, de hacia 1485-1490, del Museo Diocesano de Palencia.

( La Visitación, pintura sobre tabla del Maestro de Los Balbases, de la iglesia de San Pedro de Frómista) (*)

El cuarto capítulo, ‘Cristo en el Monte de Salvación’, incluye un óleo de Antonio Guzmán Capel, ‘El sermón de la montaña’ –pintado expresamente para ‘Mons Dei’–, en el que la Montaña Palentina está presente de forma explícita. Esta obra representa el momento en el que Jesús pronunció las bienaventuranzas, que es el motivo central de esta parte de la muestra. Otro de los momentos de mayor intensidad de ‘Mons Dei’ se puede apreciar en este capítulo, con un espacio dedicado a unos magníficos crucificados, que abarcan varios siglos: Uno de Alejo de Vahía, del siglo XV, el Cristo del Perdón de Manuel Pereira y el no menos conmovedor del escultor palentino Victorio Macho, el que creó para la iglesia de Los Corrales de Buelna, que se exhibió por primera vez en 1926 y que aúna la tradición imaginera de Alonso Berruguete y las líneas más modernas de la escultura de la época.

( Martirio de San Sebastián. Óleo de Doménikos Theotokópoulos, El Greco. Hacia 1580. Antesala capitular de la Catedral de Palencia) (*)

Del capítulo quinto, titulado ‘Una ciudad puesta en lo alto de la montaña’, que hace referencia a la vida de la Iglesia y a su misión, destaca la pila bautismal de Redecilla del Camino, de Burgos, «la mejor de todo el Camino de Santiago», según la definió José Luis Calvo Calleja. También se puede contemplar la belleza de los profetas de Alonso Nicoín de León, procedentes de la iglesia de Asunción de Quintanilla de Onésimo (Palencia) que se conservan en el Museo Diocesano; el púlpito de Ampudia, obra de Alejo de Vahía y los cuatro evangelistas de Felipe Vigarny, de la iglesia de Osornillo, así como un nuevo vídeo sobre la persecución de los cristianos.

San Juan de la Cruz centra el sexto capítulo, siguiendo su libro ‘La subida al Monte Carmelo’. Una escultura del místico abulense, obra del recientemente fallecido Venancio Blanco, da pie la elección de los tres caminos, representados en sendas salas. El camino errático está simbolizado en una representación animada de un cuadro del Bosco, en un capitel de San Martín de Frómista y en los seis canecillos con los vicios procedentes de Santillana del Mar. El camino imperfecto tiene en una obra de Juan de Flandes, ‘Noli me tangere’, su principal manifestación, así como la ‘Caída de Simón el Mago’, de la parroquia de Santa Eugenia de Astudillo.

( Moisés. Talla de Juan Ruiz de Zumeta. Hacia 1604. Retablo mayor de la Iglesia parroquial de San Juan Bautista, en Casaseca de las Chanas, Zamora) (*)

La exposición se cierra con la apoteosis de los grandes artistas. Goya (con el San Bernardo de 1787, de la iglesia vallisoletana de Santa Ana), El Greco, Pedro Berruguete, Juan de Juni, Rafael –a través de la copia perfecta de la transfiguración de Cristo de la iglesia de Santa Eufemia de Autillo del Pino–, Gregorio Fernández y la custodia de Antonio de Arfe, que viene de Medina de Rioseco. Y sobre todo, la Santa Catalina de Alejandría, de Gil de Siloe, de hacia 1500, del retablo de Santa Ana de la capilla del Condestable de la catedral de Burgos y el Martirio de San Sebastián que El Greco pintara hacia 1580, procedente de la catedral de Palencia.

No puedo concluir el artículo sin referirme a las obras restauradas por las Edades del Hombre para presentar en esta exposición, yo creo que muchas más que en ediciones anteriores. Menciono nada más las más antiguas, donde se ve aquel interés que destacaba al principio de ver tantas joyas escondidas en nuestros pueblos, muchas de ellas deterioradas, y que recupera Las Edades para nuestro disfrute.

( Presentación de la Virgen en el Templo. Relieve de Gil de Siloe. Hacia 1486-1492. Retablo mayor de la capilla de Santa Ana, Catedral de Burgos) (*)

Entre las obras restauradas por el Centro de Conservación y Restauración Las Edades del Hombre para Mons Dei contamos la talla de Nuestra Señora de Lebanza, anónimo de la primera mitad del siglo XIII, del Seminario de Palencia; la Visitación, pintura sobre tabla del Maestro de Los Balbases, de la iglesia de San Pedro de Frómista; el crucifijo de Alejo de Vahía (1485-1492) de la iglesia parroquial de Viana de Cega (Valladolid); un sagrario de madera policromada realizado por el entorno de Rodrigo y Bartolomé de la Haya y de Juan de Cea ( hacia 1575), de la Iglesia de Campo de Villarcayo (Burgos); una Ascensión a los cielos, anónimo de 1510-1520 de la parroquial de Santa María del Campo (Burgos); el óleo sobre tabla Pentecostés, atribuido a Jácome de Blancas ,1553, de la Iglesia parroquial de San Nicolás de Madrigal de las Altas Torres (Avila); el cuadro San Juan Evangelista, San Pedro y Santiago, de Lorenzo de Ávila, 1530, del Monasterio de MM. Dominicas de Toro (Zamora); los Profetas Daniel, Isaías, David y Jeremías, pintados por Alonso Nicoín de León hacia 1524, de la parroquia de Quintanilla de la Cueza (Palencia); un púlpito del taller de Alejo de Vahia, de ca. 1500, talla de madera de nogal, en su color de la Colegiata de San Miguel Arcángel de Ampudia (Palencia); los cuatro Evangelistas, del taller de Felipe Bigarny, ca. 1510-1520, esculturas de la Iglesia parroquial de Osornillo (Palencia); el Noli me tangere, óleo de Juan de Flandes, ca. 1518, del retablo mayor de la Catedral de Palencia; la talla Caída de Simón el Mago, de Hernando de la Nestosa, ca. 1580-1590, de la parroquial de Astudillo (Palencia); la talla Misa de San Gregorio, del taller de Isidro de Villoldo, ca. 1550, de la parroquial de El Herradón de Pinares (Avila); talla de San Jerónimo penitente, del círculo de Alonso Berruguete, ca. 1530-1540 de la parroquial de Palenzuela (Palencia).

( Santa Catalina de Alejandría. Talla de Gil de Siloé. Hacia 1500. Retablo de Santa Ana de la capilla del Condestable, Catedral de Burgos) (*)

Y ya de obras del XVII restauradas, el Moisés, de Juan Ruiz de Zumeta, 1604 del Retablo mayor de la parroquial de Casaseca de las Chanas (Zamora); El óleo Traslado a Sión del Arca de la Alianza y del Candelabro de los siete brazos, realizado por Francisco Gutiérrez Cabello en 1662, del Museo de Villagarcía de Campos (Valladolid); Elías y los profetas de Baal óleo de Antonio de Pereda,1659, de la Archidiócesis de Madrid; la Visión de la nubecilla, Anónimo del XVII, de la Carmelitas Descalzas de Soria; El Buen Pastor, anónimo de finales del XVII, de San Miguel y San Julián, Valladolid; el Cristo en el desierto vestido de sacerdote, de Tomás Peñasco, ca. 1640, óleo del Museo de Santa Ana de Valladolid; El Sermón de la Montaña, anónimo leonés del 1619, del Retablo mayor de San Andrés, Quintanilla de Onsoña (Palencia); El óleo sobre cobre Multiplicación de los panes y los pece, de mediados del XVII, de la Colegiata de Villafranca del Bierzo (León).

( Santísimo Cristo del Perdón. Talla de Manuel Pereira. 1655. Iglesia de San Juan de Rabanera, Soria) (*)

También la Transfiguración del Señor de Pedro de la Cuadra, 1603-1610, retablo del Salvador, Valladolid; la talla Santísimo Cristo del Perdón, de Manuel Pereira, 1655, de la iglesia de San Juan de Rabanera, Soria; el óleo Cristo en la Cruz con la Virgen, San Juan, María Magdalena y soldados, anónimo de la segunda mitad del siglo XVII, de la Catedral de Palencia; el óleo Vanitas de la Vela, de Francisco Velázquez Vaca, 1639, del Monasterio de las Huelgas de Valladolid; el óleo anónimo de la primera mitad del siglo XVII, Las tentaciones de San Antonio Abad, del Retablo de la parroquial de Cisneros (Palencia); el óleo La Escala de Jacob, de Frans Francken II o «El Mozo», 1630 de las Carmelitas de Valladolid; y el cuadro La Virgen entrega el rosario a Santo Domingo, de Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, del último decenio del siglo XVII, de la parroquial de enta de Baños (Palencia).


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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