Por Javier Pardo de Santayana

( Escultura de Fray Junípero Serra ubicada frente a la Curia de Querétaro. Foto en Wikimedia Commons) (*)

Mi última sorpresa, pero también indignación, y desde luego, asombro, ha sido saber que una universidad de conocido nombre en todo el mundo tomaba la increíble decisión de eliminar cualquier rastro y memoria de quien hasta ahora fue la personificación de California: el español Fray Junípero Serra, aquel hombre de fe admirable que sembró de misiones católicas aquella región de Norteamérica. Yo tuve la ocasión de acercarme a ver la de San Juan de Capistrano, que forma parte de otras muchas. También tuve ocasión de comprobar el reconocimiento de sus muchos e importantes méritos, pues éstos fueron reconocidos y admirados con la imponente presencia de su efigie en el interior del mismo Capitolio. De ello da fe una fotografía que conservo.

Pues bien, por lo que nos dicen hoy los medios, hasta allí han llegado ya los coletazos más recientes de la Leyenda Negra, sobre la que escribí precisamente en este blog hace unos días clamando por una reacción de los políticos y los historiadores españoles mediante una fuerte campaña reivindicativa.

La razón aducida para la desdichada iniciativa de la Universidad de Standdford – que éste es el nombre de la institución en se fabricó tamaño desafuero – sería, según parece, el “daño que causó a la la población indígena”. A lo que sería preciso replicar que, como es bien conocido de los historiadores más solventes, Fray Junípero dedicó su vida entera a la evangelización y educación de los nativos. ¿Cabe mayor injusticia y falsedad que atribuir a este hombre de Dios el supuesto mal de quienes fueron sus propios feligreses?

La mayor prueba de esta mentira histórica es que la actuación del fraile mallorquín, doctor en filosofía y en teología por cierto, daría lugar la apertura de un proceso de beatificación que remató San Juan Pablo en 1988 y que sería seguido de la canonización en 2015, es decir ya en tiempos del actual Papa Francisco. Hasta ese punto fue reconocida por la Iglesia la santidad de quien ahora deciden condenar algunos mal documentados o, más sencillamente, ignorantes o malintencionados .

Aquí mismo, en este blog de los Foramontanos, ya relaté en su día una ocasión vivida en la que un profesor norteamericano contrapuso la acción de los españoles en América – según él impulsados por la avidez del oro – “the gold” en boca suya – con la de los llamados “padres fundadores”, que huían de la persecuciones religiosas en su país de procedencia. Y no dejó de ser curioso que fuera de su consideración quedara el famoso “Gold Rush” uno de los grandes hitos de su Historia. Pues bien, para hacer ver la primacía de la evangelización sobre cualquier otro motivo en la imponente empresa de los españoles no puede haber mejor ejemplo que el de nuestro San Junípero. Prueba de ello sería aquel informe suyo destinado al Virrey que mereció ser considerado una verdadera “Carta de los Derechos de los Indios”.

Pero aún si estas no fueran razones suficientes, bastaría con observar que toda California se halla inundada de nombres españoles cuyo origen está en el santoral y en los evangelios – véanse los de las ciudades de Los Ángeles, Sacramento, Santa Bárbara, San Bernardino, Santa Clara, Santa Cruz, San Francisco, San Joaquín, o San Mateo entre otros muchos. Y, sin embargo, los profesores de la Universidad de Standford se permiten poner objeciones a este hombre santo. Objeciones basadas, imagino, en el error de aplicar al siglo XVIII los criterios de moda en nuestros días; unos criterios según los cuales lo que fue respeto y compasión hacia la población autóctona sería considerado ahora como “injerencia cultural”: esa cursilería “progre”. Pues don Junípero, como otros muchos religiosos españoles, acompañó la transmisión de la Fe con la enseñanza de nociones de agricultura, ganadería y albañilería o herrería a los varones, y de labores de cocina, costura y confección a las mujeres, que de todo esto hay constancia fidedigna e incluso restos arqueológicos. De esta manera España daba a los naturales del país lo mismo que ella tenía por bueno y saludable.

Así que los desorientados expertos universitarios fueron a interpretar el pasado con los ojos de la sofisticada sociedad del siglo XXI, craso e incompresible error para cualquier historiador medianamente serio. Ayer mismo uno de ellos. el británico Antony Beevor, consideraba en ABC que “es deshonesto y ridículo imponer al pasado la moral actual”. Y, en efecto, así lo es en este caso porque revela una incapacidad total para entender la Historia; más aún cuando la universidad citada se halla en Estados Unidos, donde bien podría mirar hacia su propia historia en cuanto al tratamiento que ellos mismos aplicaron a los indios, eliminados para tener la fiesta en paz y confinados luego en las reservas. De esto supe bastante tras de mi estancia en Oklahoma y mis viajes por Kentucky, donde tendría la ocasión de conocer con un mayor detalle lo que fue aquel famoso “Trail of Tears”: un interminable viaje multitudinario que llevaría a los cherokees a unas nuevas tierras lejanas de las suyas. Dicen que en aquel largo camino se perdieron unas 4000 almas. Así que sería interesante que los cerebros de la Universidad de Standford aplicaran idéntico criterio a los personajes de orígenes mejor tratados. El problema sería que entonces se verían obligados a descabalgar de sus antiguos pedestales a muchos de sus grandes personajes.

Quizá recuerden también en este trance a muchos de sus predecesores, tan bien representados en el celuloide antiguo: aquellos que en la marcha hacia el Oeste vivían con la pistola en la cintura y se mataban entre sí por cualquier cosa; los que andaban permanentemente a tiros con los indios y con aquellos pistoleros a sueldo que asaltaban bancos e infundían el pánico en los pueblos. Los de los viejos tiempos: cuando las tropas de caballería combatían diariamente con los indios, muchos de los cuales debieron quitarse de en medio a juzgar por la escasa proporción de miembros de sus etnias que sobreviven aún en Norteamérica; muchos menos sin duda si se les compara con los que siguen poblando otras zonas del continente americano.

Cosa que se entiende mejor cuando observamos que en territorio dominado por los españoles siempre estuvieron presentes hombres imbuidos de su misión evangelizadora y se guiaron por normas implantadas por sus reyes, aunque, como seres humanos que actuarían aislados, no siempre las aplicarían rectamente; leyes muy respetuosas con los derechos de la población nativa.

En fin, que habrá que tener las agallas suficientes para poner un cero patatero a los negados miembros de la Universidad de Standford.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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