Ideas de mejora

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Ortega en El Periódico el pasado día 4 de septiembre) (*)

Ahora que nuestros dirigentes, a falta de otras cosas más interesantes, se entretienen en cambiar todo lo que pillan – desde los restos de los muertos hasta los nombres de las calles – se me ocurren algunas ideas de cambio que pudieran ser interesantes y que tienen la virtud de cogerles muy de cerca. Quizás así no tendrían la tentación de meter mano a la Constitución precisamente ahora, en el momento más inadecuado dada la calaña de algunos partidos que lo que en realidad pretenden es tirar por la borda todo lo construido.

Se me ocurre – a ver qué les parece a ustedes – que pueden cambiar el letrero de ”congreso de los diputados”, tachado de machista por las lumbreras del movimiento feminista en razón a que su redacción actual excluye de entrada a las mujeres. Claro que su indignación reside en no tener en cuenta que el plural aparentemente masculino que impone el castellano, como, supongo, las demás lenguas latinas, es totalmente igualitario. Como tampoco el lío que se arma cuando intentamos alterar este sistema consolidado por los siglos. De todas formas, para evitar meternos en el laberinto propongo que se confeccionen dos letreros sólo diferenciados en el orden de los sexos y alternarlos cada cierto tiempo, con la ventaja adicional de producir empleo al incluir en nómina un equipo cuya ocupación sería precisamente esa.

Tampoco me gusta otro letrero que también tendría que cambiarse y que anuncia un “parlamento” que suena sospechosamente a “parla-miento”. Y como eso – el no decir la verdad así les maten – es lo que se hace allí durante gran parte del tiempo, el nombrecito se presta a que lo tomen a lo que el vulgo llama “cachondeo”.

Pero no para ahí la cosa, pues la segunda cámara también tiene otro nombre susceptible de que se le saque punta. Me refiero, como ustedes bien pueden suponer, el conocido “senado” de toda la vida, pues al ser modificado para responder a la presión igualitaria recibiría el nombre de “senada”. O séase, “sé-nada”, que es como decir “no tengo la menor idea”. He aquí otra cosa para tener en cuenta.

Una cuarta sugerencia que responde a una necesidad casi casi imprescindible es la de cambiar el nombre que define la condición de mujeres “diputadas”. Y es que cuando oigo esta palabra no puedo evitar que me suene como si me dijeran – así, partida la cosa en dos palabras – “di putadas”. A lo cual yo respondería: “pues es muy fácil: patadas en las espinillas, por ejemplo”. ”O echar la sal en el azucarero”.

Pero sigamos, porque ya puestos a ello, podríamos hasta cambiar el nombre de la “oposición” y llamarla “deposición” así directamente; algo que sólo obliga a hacer un cambio mínimo. Téngase en cuenta que el término que yo sugiero tiene dos claros significados diferentes: el de “declaración verbal ante un juez o tribunal”, cosa que viene al pelo por cuanto eso es lo que allí se viene haciendo todo el santo día como ocasión para insultar al adversario, y el de “defecación o evacuación del vientre”, que correspondería al ambiente creado últimamente. Y ya que hablamos de insultos y palabras injuriosas proferidas por nuestros rufianes de plantilla, no estaría mal cambiar lo de “escaño” por “escoño” (con perdón).

Pero tampoco estaría mal hacer algunos cambios al entorno. Por ejemplo, quitando de en medio de la plaza al Fénix de los Ingenios Españoles, personaje que podría herir algunas sensibilidades autonómicas, y sustituirlo por la efigie de un rapero fugitivo del que además se puede comentar que anda por Bélgica – donde se guarda mucho de ofender al monarca del país que le ha acogido para fastidiarnos – y hablar de paso de aquella asesina que anda por allí suelta, que no sé yo a cuánta gente estará ahora envenenando porque creo que ha puesto restaurante. O cambiar el nombre de la plaza, hoy conocida como ”de las Cortes” por “Plaza de los Cortes” (de manga, por supuesto).

En fin, por no alargarme me limitaré ahora a señalar algo que considero urgente: suprimir, si no lo ha sido ya, la vieja fórmula de siempre: esto es, aquella de “Señoras y señores…” Téngase en cuenta que tan escueta expresión de la oratoria, si bien da preferencia al sexo femenino, no incluye al resto del espectro LGTBI, donde, por cierto me he enterado que la te mayúscula resume tres “tes” diferenciadas, con lo cual la lista suma nada menos que siete significados diferentes.

A lo que no me atrevería sería a precisar cómo se puede formular este saludo incluyendo la totalidad de casos y matices que requeriría mi intención de contentar a todos (léase, claro está, “todos y todas”). Pese a lo cual espere por lo menos que lo intente: Tal vez “señores y señoras heterosexuales, homosexuales, gais y lesbianas, travestis, transgéneros y transexuales, bisexuales y también intersexuales”; que ya me estoy liando. Todo esto con el fin de que ninguno se nos pique o nos obligue a hacer una visita a los juzgados. No sé; quizá bastara con decir solamente estas palabras: “Señoras, señores…y que se definan los demás”. (Perdón: “y las demás”).

Eso sí: lo que será fundamental en todo caso es respetar las huellas de Tejero, que es lo que verdaderamente interesa al visitante.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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