Puntualidad española

Por Javier Pardo de Santayana

( El reloj del juicio final. Ilustración en El Español)

Un tanto confuso por lo que oigo por ahí consulto mi “Nueva Enciclopedia Sopena» en cinco tomos, que para eso la compré el 55, o sea nada más salir de la Academia. Y como pueden ustedes suponer ya no voy a comprarme un diccionario nuevo contaminado por los anglicismos, incluido quizás aquello de los “bisnis” que benevolentemente admitía un antiguo presidente de la RAE. Hoy me interesa ver qué dice el diccionario respecto al término “puntualidad”. Y lo que dice exactamente es esto: “Cuidado, diligencia y exactitud en hacer las cosas a su debido tiempo / Certidumbre, seguridad / Conformidad , conveniencia de una cosa para un fin”. Y luego dice que “puntual” es adjetivo que se aplica a “Pronto, diligente, exacto en ejecutar las cosas a su debido tiempo / Indubitable, cierto, seguro / Conforme conveniente, adecuado”.

Pero enciendo la televisión y entonces oigo cosas sorprendentes, como por ejemplo que “habrá lluvias puntuales en Cantabria” y, naturalmente, me asombro de que en esa querida región española de la que proceden mis ancestros – Santayana está en los riscos que dominan el valle del Asón – hayan logrado dominar la naturaleza de tal forma que consiguen hacer llover según programa. Sí, incluso llego a preguntarme si no será una gracia más de ese famoso Presidente que regala a todo el mundo anchoas de Santoña.

Luego, al amenizar la sobremesa para contar desgracia tras desgracia, los periodistas, tras de referirse a uno de los intrincados problemas que ahora salpican los telediarios nos tranquilizará diciendo que el caso fue “puntual”. ¡Maravillosa esta España donde se producen a su debido tiempo incluso las tragedias! Y mire usted que nos dieron la vara los turistas con lo de que los españoles no hacemos caso a los horarios. ¡Pero si aquí todo sucede según está previsto, lo cual no sucede ni siquiera en Suiza!

Sí; todo es puntual aquí: las lluvias y los hechos, las observaciones, los lugares, los problemas, las soluciones, las determinaciones, los aciertos, los errores e incluso las personas. Un reloj, la España nuestra de estos días; tan es así que uno llega a preguntarse cómo es que todos, empezando por el presidente del Gobierno, quieren ahora que cambiemos.

Otra de las cosas en que están encelados nuestros actuales gobernantes es en el nombre de las calles, quizá porque prefieren el sistema de Maputo, donde el callejero es una especie de Callejón de los Horrores – Kim-Il-Sung. Ho-chi-Min, Mao-Tse-Tung, Vladimir Lenin, Karl Marx y otras muchas figuras reemergentes. Así que nosotros mantendremos algún que otro paladín del tiro al blanco como los que hicieron historia en Paracuellos, y, desde luego, en Madrid, donde – en plenos Nuevos Ministerios – podrá encontrar una efigie de Largo Caballero, aquel demócrata que como ustedes saben sólo lo era si ganaba su partido; así que las elecciones se trucaron y se alió con los chequistas y otras joyas de por el estilo.

Ahora, con lo diligentes, prontas y exactas en hacer las cosas a su debido tiempo que en España ya son hasta las nubes, también optamos por cambiar, no sólo el nombre de las calles, sino también de las ciudades, pueblos y hasta regiones españolas, que esto es ya algo para nota. Así que en Televisión, y especialmente en la oficial, nos referiremos a Bizkaia y no a Vizcaya, y a Euskadi en vez de al País Vasco. Y diremos Lleida en vez de Lérida. Y en lugar de Gerona nos dirán “Girona”, que para pronunciarlo habrá que utilizar incluso un sonido inexistente. Ya olvidamos también que Hondarribia tuvo como nombre oficial Fuenterrabía, y nos dirán Ourense y A Coruña, que nos suenan tan raro acostumbrados como estamos a decir toda la vida La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra. Y los del tiempo hablarán de “les Illes Baléars” y de “Maó”, así que nos estamos armado un taco formidable mientras tenemos a nuestros compatriotas tan confusos que ya no saben ni cómo hablar de su país.

Y es que ya los nuevos españoles se van acostumbrando a despistarse en todos los terrenos. Sin ir más lejos tengo entre manos la publicidad de un punto alimenticio que frecuento, y veo que presenta un abanico de “noes» y de “síes” a la hora de mostrar su corrección política. Así que para probar su disposición para los cambios más de moda nos recuerda que ellos “trabajan por la igualdad” – o sea por lo que los divinos llaman precisamente “la igualdad de género”. Como refrendo de lo cual esta afirmación nos proporciona datos según los cuales el 73 % de su equipo son mujeres y éstas se acercan al empate en cuanto a puestos directivos. Mas yo pienso que convendrá que se anden con cuidado, pues lo que así demuestran es que el enemigo universal ( perdón: los hombres) se encuentra en franca desventaja.

O sea, que queda mucho por hacer, mas que si seguimos a vueltas con el cambio nuestros biznietos no sabrán ni dónde están sus muertos, ni cómo se llaman las ciudades y pueblos españoles – por no decir las calles de su barrio, – y andarán haciendo juegos malabares con números y nombres para no ser linchados por la plebe. Eso si: todas las cosas que se muevan, incluidas las nubes, respetarán hasta la muerte la igualdad de los llamados “géneros”, y, por supuesto, superarán en puntualidad a los relojes.

PS: ¿Que cómo “traducir” lo de “puntuales”? Pues, sencillamente, como toda la vida se decía: esto es, hablando de consecuencias, momentos, soluciones y resultados concretos, puntos y lugares determinados, lluvias y fenómenos aislados, etcétera, etcétera, etcétera…

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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