Las cosas en su sitio

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Nieto en ABC el pasado día 18 ) (*)

Si mi improbable lector ha tenido curiosidad y paciencia suficiente como para leer mi pensamiento ya se habrá enterado de que mi idea siempre fue tratar en este espacio de la vida, que no de la política. También habrá caído en la cuenta de que cuando he de mencionar algo que me parece reprobable evito en lo posible citar al pecador, que no el pecado, ya que no hay nada más molesto que ver en letras de molde el propio nombre en una cuestión desagradable. Pero, naturalmente, todo llega a tener un cierto límite, y en esta España de hoy, patas arriba y en su patente manifestación del odio, se está tergiversando la realidad histórica aprovechando el silencio de quienes nos callamos por prudencia a la hora de recordar nuestro pasado pese a haberlo conocido mejor y más directamente que la mayoría de los españoles de hoy.

Me explicaré. En este ambiente de odio y de revancha – y descalificación de lo que fue una transición modelo – los mismos que desentierran muertos y cambian los nombres de las calles intentan transmitir a las generaciones venideras una visión torticera del pasado. Y como los demás no estamos en esa misma tesitura sino que pretendemos respetar el gran acuerdo que nos dio paz y prestigio, vemos con cierto agrado cómo empiezan a surgir iniciativas de concordia con el deseo de que arraiguen en la “ciudadanía”.

Mas incluso si cambiaran las tendencias y se transformara este ambiente enrarecido, tememos que se acabe transmitiendo a nuestros nietos una sesgada visión de nuestra historia. Para evitar lo cual en principio bastaría con recordar que aquellos a quienes se quiere hoy aplicar un juicio positivo fueron ejecutores directos o indirectos de la mayor matanza de cristianos de la Historia. Y que, por si esto no fuera suficiente, se cargaron al jefe de la oposición con previo aviso desde el parlamento, cosa bien poco democrática. Como muy poco democrático fue aquello de alterar el resultado de las elecciones: hecho éste ya plenamente confirmado. Hablamos de unas elecciones de las que saldría un siniestro ”frente popular” favorecido por un líder socialista que aceptaba la democracia siempre que ganaran los suyos, y que hoy cuenta con estatua propia en un lugar destacado de la capital del Reino; que así daría impulso a un comunismo con vocación de emular al régimen soviético: el que nos ofrecería los cacheos, las checas, los “paseos” y los tribunales populares amén de las inquietantes visitas a domicilio de los milicianos de mono y de fusil en ristre y de la exhibición de los retratos de Lenin y Stalin como exponentes del futuro.

Imagínese, improbable lector mío, que en vez del alzamiento ante un peligro como el que se cernía – percibido como extraordinariamente grave por media España por lo menos – se estuviera juzgando un hipotético levantamiento de los alemanes contra Hitler, llegado al poder por una vía democrática probablemente más reglamentaria que la que llevó al poder al Frente Popular y ocasionó la interrupción de nuestra monarquía. Seguro que quienes hoy anatematizan una reacción como la que aquí vivimos no sólo justificarían aquella iniciativa sino que también la aplaudirían.

Por otra parte conviene recordar que quienes ahora – contraviniendo el espíritu de nuestra transición política – pretenden liderar los sentimientos de revancha, reescribir la historia y anatematizar a cuantos traten con un mínimo respeto a la verdad, fueron defenestrados hace poco tiempo por sus compañeros de partido precisamente por querer hacer lo que ahora están haciendo, esto es, entenderse con los comunistas, independentistas y anarquistas. Así ante los actuales desmanes uno se pregunta que pensarán quienes desde este mismo partido gobernaron durante muchos años y de verdad vivieron nuestra historia: quienes orientaron con éxito en su día la transición política, que, por añadidura, fue posible gracias a que quienes hoy son denostados y tachados de impuros crearon las condiciones necesarias de paz y de progreso que pasado el tiempo permitirían impulsar – desde luego con ciertas restricciones para no volver a las andadas – una sociedad respetuosa con su propia historia y tan dispuesta como preparada para incorporarse al proyecto europeo de paz y de concordia.

Lo que en todo caso temo es que, aprovechando la disposición a perdonar de un adversario cuya formación moral así lo exige, la imprescindible reconciliación – ya conseguida por la transición política y ahora maltratada por quienes quieren poner todo patas arriba subordinando nuestra paz social y hasta nuestro prestigio a la discordia – se acabe haciendo a costa de la verdad y del honor de aquellos jóvenes que murieron por Dios y por España.

PS: Conviene que las nuevas generaciones sepan que el cadáver que pretenden exhumar algunos no es de un promotor de aquella reacción armada, sino de un hombre al que se recurrió por su prestigio. Y que aquella reacción no fue de un grupo de venados, sino que sería impulsada por muchos millones de españoles alarmados por la situación límite de España y en evitación de que nuestro país corriera la suerte de muchos otros que cayeron en el caos de movimientos anarquistas y en los brazos de regímenes a la medida del soviético. Más admisible sería que criticaran su larga permanencia en el poder, pero vean ustedes lo que son las cosas: sus adversarios de hoy están poniendo de relieve, sin quererlo, que para evitar nuestra autodestrucción no bastaría el paso de un par de generaciones en paz y de una integración modélica en Europa como parecían creer él y creyeron los padres de la constitución vigente. Y si no, vean ustedes lo que está ocurriendo ahora, tras cuarenta años de democracia homologada y un solo decenio y pico de resentimiento y odio inducido desde el poder político.


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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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