Sí pero no al liberalismo (1)

Por Carlos de Bustamante

( Portada del libro de V. A. Guillamón) (*)

“Liberalismo y cristianismo quieren lo mismo, liberar al hombre, pero en distintos planos”, pueden ver ahora en la entrevista de Enrique Rivera con Alejandro Guillamón. A éstas ya lejanas opiniones, publicadas en Religión en Libertad, y que respeto profundamente, he de decirles que, como podrán ver en próximo artículo “Sí pero no al liberalismo (2)” sobre el mismo tema, que discrepo, si no en el fondo, sí en muy variados matices. Si me lo permiten, les aconsejo, que primero lean y luego comparen.

Titulaba Enrique Rivera; “Guillamón detalla que el liberalismo que condenaba la Iglesia en el s. XIX es distinto al que hoy pueden ejercer los cristianos”. Y continuaba: “Vicente Alejandro Guillamón, colaborador habitual de Religión en Libertad, periodista de larga trayectoria profesional y comprometido sin reservas con la Iglesia, acaba de publicar en “Ediciones De Buena Tinta” un nuevo libro titulado “Defensa cristiana del liberalismo (Manual cristiano-liberal de teoría política”), con prólogo del catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Rodríguez Braun.

Aquí la entrevista que en exclusiva para los lectores de Religión en Libertad, ha concedido el autor.

-Quisiera que habláramos de este libro, empezando por su mismo título: ¿no le parece contradictorio o insólito que vayan de la mano cristianismo y liberalismo, cuando históricamente se han llevado como el perro y el gato?

-En efecto, la Iglesia católica, al menos, ha sostenido un largo contencioso con el liberalismo desde la aparición de este fenómeno político en el primer tercio del siglo XIX, pero no porque sus ideas políticas fueran totalmente rechazables en sí mismas, sino porque se hallaban contaminadas y adulteradas por el espíritu sectario de la masonería, que se adueñó de las formaciones liberales de todo el mundo, especialmente en la vieja Europa y en Iberoamérica.

-Entonces, el liberalismo del que usted habla, ¿no tiene nada que ver con el liberalismo histórico?

-No del todo. Ciertamente, para precisar términos y conceptos a fin de ponerlos al día, hay que remontarse río arriba en la controversia de las ideas políticas, según se hace en el libro, con el objeto de llegar a los antecedentes, que no eran en absoluto laicistas ni sectarios, como lo fue el liberalismo decimonónico. Los precursores del liberalismo fueron el jesuita Juan de Mariana y los teólogos humanistas de la Escuela de Salamanca.

El cristiano latitudinario aunque antipapista, John Locke, precisó más los términos y estableció las primeras reglas de la democracia de espíritu liberal. Después vino Montesquieu, a quien se atribuye la doctrina de la separación de poderes, aunque nunca habló concretamente de ello. Separación que los “demócratas” a la violeta de nuestro tiempo se la pasan por el arco del triunfo.

-De todos modos, usted no puede olvidar que hubo papas que condenaron el liberalismo.

-Ni lo olvido ni lo oculto. Es más, en el libro dedico unos apartados a hablar del tema, sin desdeñar las razones poderosas que tuvieron para ello, Pío IX y Pío X, en las proposiciones conocidas con el nombre de Sylabus, que detallo. Actualmente suele ser bastante frecuente ridiculizar la contundencia de ambos Sylabus, pero si se tiene en cuenta las circunstancias en que se produjeron, la condena no parece tan inadecuada.

-¿Sólo fueron razones circunstanciales o hubo una discrepancia más profunda?

-La hubo, como explico en el libro, ya que, además de episodios coyunturales, frente a la furia anticlerical que asolaba Europa en el siglo XIX, la Iglesia expuso sus tesis, dando origen a un choque frontal de doctrinas contrapuestas. El liberalismo poco matizado de aquella época, siempre influido por la masonería, era de carácter antropocéntrico, pretendiendo liberar al hombre de toda “esclavitud”, no sólo política y económica, sino hasta religiosa.

Era en el fondo una actitud totalitaria y, por tanto, antiliberal. El cristianismo por su parte, es cristocéntrico, pero también entonces de pretensiones totalizantes, es decir, que todo tuviera el “nihil obstat” de la Iglesia como garantía de ortodoxia cristiana. Lógicamente unas cosmovisiones tan extremas, tenían que repelerse y chocar entre sí.

-En ese caso, ¿cómo pueden coincidir ahora?

-Vamos a ver si nos entendemos. Bien mirado y sin prejuicios de otros tiempos, podríamos convenir que liberalismo y cristianismo persiguen el mismo fin: la liberación del ser humano de las limitaciones y opresiones del que es víctima, pero operan en planos distintos. El liberalismo en el plano estrictamente terrenal, y el segundo en el plano espiritual, trascendente o del más allá.

El liberalismo quiere salvar al hombre de los sistemas políticos o económicos que lo oprimen y exprimen. En cambio, la religión, concretamente la religión cristiana, aspira a liberar al hombre del pecado, de sus inclinaciones al mal, ganándole para la felicidad eterna. Vistas así las cosas, cristianismo y liberalismo serían las dos caras de la misma moneda, la moneda liberadora del hombre y, naturalmente, también de la mujer.

-Pero el libro va más allá de estos aspectos conceptuales.

-El libro es sobre todo un tratado, si me es permitido decirlo de este modo, un tratado o manual de doctrina y praxis político-social, en clave liberal pasada por el tamiz cristiano. Por ello hablo de todo lo que es necesario hablar cuando queremos estudiar la política y sus derivaciones: la propia definición y acotación de la política, el poder, la soberanía, las formas de Estado y sus funciones, la democracia, los sistemas electorales, las leyes sociopolíticas que rigen el mundo, los valores supremos de la democracia, los motores del progreso, la ética de valor general de las sociedades pluralistas, religión y política, etc.

-En resumidas cuentas, ¿cómo entiende usted el liberalismo?

-Como lo que es: la filosofía política de la libertad personal. Libertad política, libertad económica y de mercado, libertad de expresión, libertad asociativa, libertad educativa y, ¡cómo no!, libertad religiosa. A la Iglesia le sienta muy bien la libertad religiosa, la libertad “ambiental”, porque se mueve en ella como pez en el agua.

En todo caso hablo de libertad responsable, esto es, que todo individuo ha de responder ante los demás de cuanto dice y hace. Si la libertad no fuese responsable, terminaríamos en el libertinaje, como sucede ahora con la cultura del “todo vale” según propugna la izquierda, y como vale todo, pues vale el “matrimonio” homosexual, el divorcio exprés, el aborto sin límites (aunque los tuviera nunca dejaría de ser un homicidio), la eutanasia, la dictadura escolar, la invasión estatal de la sociedad, hasta la violencia de género si es que todo vale.

-Finalmente, ¿cuál es el mensaje que usted intenta transmitir a sus lectores?

-Uno fundamental: la necesidad de los ciudadanos de a pie, entre los que me incluyo, de equiparse mental y doctrinalmente, para hacer frente al Estado expansionista y depredador de nuestros días, es decir, a la invasión incontinente de “lo público” con el pretexto falaz de hacernos “felices”, pero robándonos nuestro dinero con impuestos cleptómanos en cascada y nuestra libertad personal con una maraña de leyes y normas que nos enjaulan como tristes pajaritos.

En último término el debate político de nuestro tiempo se reduce a dos opciones: o nos sentimos adultos y capaces de organizar cada cual nuestra propia vida, o nos consideramos desvalidos y menores de edad perpetuos, necesitados hasta el final de nuestros días de las muletas de los “benéficos” gestores del Estado, convirtiéndonos en sus rehenes y agradecidos tributarios electorales. Ejemplo, Andalucía. Por consiguiente, ese es el debate, y esa la elección.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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