Detalles significativos

Por Javier Pardo de Santayana

( Reflejos en la Gran Via I. Acuarela de Francisco José Castro en acuarelasfjcastro. blogspot.com) (*)

El escenario es un gran edificio comercial, y el objeto observado un retrato publicitario de los muchos con los que se cruza mi mirada. Indudablemente, el objetivo del cartel es bien sencillo: mostrar un atuendo de forma que se anime a comprarlo quien lo vea. O a dar una buena impresión de la marca que lo vende. Pero a mi paso me fijo en dos detalles significativos: los cabellos del joven se disparan y la corbata que luce es como de punto grueso y con un nudo fabricado de cualquier manera. La verdad, nada verdaderamente destacable. Y sin embargo ambos detalles me parecen bastante sugerentes.

Lo significativo es que ninguna de ambas cosas – un pelo disparado y un nudo elaborado con descuido – podrían llamar hoy a nadie la atención. Y, sin embargo, no hace demasiado tiempo – simplemente en los años de mi juventud e incluso en los de mi más cercana madurez – los dos detalles habrían sido poco menos que inimaginables. De entrada, los cabellos hirsutos habrían sido desechados como idea por temor a provocar la risa, y el desmañado nudo de corbata se habría juzgado improcedente a la hora de mantener el buen nombre de la marca, ya que a ningún muchacho de aquel tiempo se le habría ocurrido salir a la calle de esa guisa. Y la razón sería no suscitar sonrisas maliciosas o comentarios negativos.

Cierto es que las modas cambian con frecuencia, pero en detalles que a la hora de la verdad procuran no caer en lo extravagante o lo ridículo por mucho que lo hagan en los desfiles. Y que unos pelos con sus puntas artificialmente dirigidas hacia el cielo parecen tener una intención expresa, siendo ésta sin duda llamar la atención del vecindario, lo cual obliga a plantearse si no se trata de una intención banal y estúpida. En cuanto al desaliño indumentario de marcarse un nudo a la buena de dios y descentrado, parece responder a la pregunta clave de: “Bueno, ¿y que pasa si a mi me da la gana de ponerlo así?” Pero esta muestra de osadía no deja también de ser ridícula y decididamente pretenciosa.

El problema de tanto gesto estúpido quizá se encuentre en una falta de respeto al prójimo y en que en rigor éste suele ser expresado de múltiples maneras; por ejemplo, procurando dar la impresión de que se practica la limpieza y el orden. O que se quiere ser discreto, o que el pudor no se desprecia, pues de estas cosas se derivan algunas normas de comportamiento, una de ellas el aspecto externo de las personas, que con tal objeto establecieron protocolos hoy en trance de salir volados por los aires en razón de muchas circunstancias y tendencias.

Ahí está por ejemplo, ese relativismo omnipresente que se preguntaría para qué norma alguna si no existe nada serio o trascendente, puesto que la libertad es lo primero: que ya no hay norma que valga para nada. Así que algunos lo aprovechan para presentarse ante un monarca poco menos que en mangas de camisa haciendo ostentación de su ideología. O se permiten asistir al parlamento con horteras camisetas reivindicativas. O desnudan sus obscenos pechos para profanar el fervor de una capilla. He ahí la ropa y la no-ropa como armamento de agresión a alguien.

O simple pero osadamente comercializan pantalones vaqueros no ya rotos, sino agujereados, rasgados y literalmente arrasados y ensuciados en la fábrica; algo increíble y diría yo que revolucionario. Algo que nadie jamás se habría puesto ni bajo amenaza, y que, sin embargo, hoy visten hombres y mujeres como si tal cosa.

Cierto es – y ahí encuentro un cierto punto de explicación a todo esto – que el arte busca precisamente encontrar la belleza en lo imperfecto, y que para la mayoría de la gente es más artística la representación de la cara de un anciano que la de un rostro terso y sin arrugas, como lo es también un atuendo envejecido si se compara con otro nuevo y bien planchado. Mas en estos casos la imperfección es una huella de la vida, y una forma, por tanto, de reflejar alguna historia. En suma, algo considerablemente más auténtico.

Pero esta falsa imperfección de ahora no trata de esas cosas sino que lleva en sí una carga de falsedad considerable. En suma, suele ser una cuestión de simple ”postureo”. No me digan, por tanto, que ese joven de pelo disparado y corbata descentrada no es un ejemplo incipiente de la sociedad de ahora, premeditadamente imperfecta y a la vez escasamente respetuosa con cualquier norma y, desde luego, con el prójimo. Mas sobre todo creída de sí mima, egoísta de su libertad, y decidida, no ya sólo a cargarse un pantalón vaquero, sino cuanto se le ponga por delante.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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