Antaño y hogaño (VI). 18. Período de la juventud

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de Danny Quirk en paisajesybodegonesaloleo. blogspot.com) (*)

Porque el relator lo considera importante, continúo con algunas de las virtudes castrenses… y humanas, que el protagonista en los diferentes períodos vivió ahora en la Escuela. Academia donde los futuros oficiales viven y asimilan lo que han de transmitir luego a los soldados que les sean encomendados; para el mejor Servicio a España primero, si en el combate los necesitase, y para la convivencia posterior en las diferentes profesiones y oficios que, con ellas (las virtudes), desarrollen con eficacia y sentido de los valores humanos adquiridos.

Cuando “novato” llegó a la “General”, un “padre”(del 2º curso) se hizo cargo de instruir y, en cierta manera, proteger a sus “hijos” de pequeñas novatadas de los cadetes más veteranos: la petaca en la cama; el “Moncayo” en ropas y taquillas que, con ese viento impetuoso saldrían esparcidas volando; el “capar” el gorrillo cuartelero , cortando la borla; colocárselo al revés para espetarle luego: “¿Hacia dónde camina, novato, hacia adelante o hacia atrás…?

Y así otras pequeñas bromas inofensivas, pero que el novato, afeitado previamente el bigote si lo tenía, había de obedecer sin rechistar. Y la más importante misión de “padre”: enseñar a su prole (10-12 novatos) los rudimentos de la instrucción en orden cerrado: movimientos del arma; saludos, marcha marcial, permisiones y prohibiciones vistiendo el uniforme de paseo; limpieza del arma y vestuario, uso del “sidol” en correajes y todo cuanto tuviera hebillas u objetos metálicos en los diferentes uniformes; coser botones; sacar brillo a botos de instrucción y botas altas, leguis para equitación con el correspondiente calzado, botines de charol para uniforme de gala… y un etc. tan largo que sería prolijo detallar.

Hago mención especial en los incomprendidos, criticados e insistentes movimientos del arma reglamentaria con exactitud espartana: ¿Por qué se preguntaban algunos los movimientos del arma reglamentaria han de hacerse al voz de ¡mar! o similar y no cada uno a su aire?, ¿por qué todo en la “mili” ha de hacerse ¡ya! a la voz de a lo mejor un inútil y no cuando nos venga en gana sin prisa y sin pausa? El “padre” que el joven casi adulto o maduro tuvo, se lo explicó tan claramente como el relator se lo transmite a los que tal vez se interroguen lo mismo. La exactitud de lo mandado, bueno o indiferente –les dijo- sirve, para con la repetición a la voz del que ordena cosas pequeñas, crea un hábito de obediencia (virtud ya mentada) que facilita obedecer luego aun en órdenes de alto riesgo, sin titubeos y perfección.

El relator piensa: “cosas pequeñas”… Si son importantes cumplirlas en Servir a la Patria, ¿no lo serán también en la vida ordinaria, para lo más trascendente de las libres creencias de cada persona? Buen “padre”, digo, en ésta y otras muchas enseñanzas que nuestro protagonista aprendió y transmitió de palabra al que se lo relata y de obra a los soldados que le fueron en comendados.

Aparte de lo dicho piensen conmigo, si les pete: suponiendo que, en caso de guerra justa, el enemigo hace fuego desde una posición en que causa bajas importantes, ¿obedecerán los que reciban la orden de tomarla con inminente riesgo de sus vidas? ¿Cumplirán con exactitud lo grande y con peligro, si antes no lo hicieron en cosas pequeñas que tal vez pudieron juzgar inútiles o sin sentido? Me dirán que la comparación es cuasi infantil y de poco contenido; pues si a esto, baladí en apariencia, le añaden la disciplina y obediencia en todo lo demás vivido y practicado en la buena milicia, ¿no creen que supera la eficacia a lo inútil o exagerado en apariencia?

Y para mayor abundamiento, ¿no es “obedecer siempre a nuestros jefes” lo que poniendo a Dios por testigo hemos jurado los que pertenecen a esta “religión de hombres honrados”? O más aún, “¿derramar, si fuera preciso, hasta la última gota de nuestra sangre?”. ¿Pérdida de tiempo, me pregunto, preparar desde cosas pequeñas a soldados y mandos para esta entrega suprema…? “Allá cada cual con su cada cuala”; pero el relator piensa y cree en la eficacia de los hábitos adquiridos con lo que muy a la ligera, pudiera juzgarse cuasi infantil: exactitud, perfección y obediencia a la voz de ¡ya! (¡mar!). Valores y virtudes posibles en otras profesiones, pero patentes e innegables en la milicia con los hábitos adquiridos por la repetición de cosas pequeñas. ¿O no?


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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