Huellas de la caza XIII. Versos sueltos

Por Hilario Peraleda Navas. Introducción de José María Arévalo

(Portada de Las Siete Partidas, a las que se alude en este artículo, de la edición de 1555, glosada por Gregorio López) (*)

En esta ocasión se ocupa Hilario Peraleda de algunos de los dichos que quedaron descolgados de la serie en que les pudo corresponder cuando de ella se trató o de aquellos que, por no tener encaje en ninguna, permanecen solos. Hoy los recoge, en una especie de revoltillo de versos sueltos, porque también tienen derecho a retoñar de sus viejos tocones y volver a la luz saliendo del rincón de silencio en que se encuentran; desgranando como en artículos anteriores el contenido de su libro “Huellas de la caza en el campo del lenguaje”, son dichos y refranes que guardan relación con la caza, al tiempo que nos envían mensajes subliminales sobre actitud, moral y comportamiento humano, lo que trata de analizar en la glosa que hace de ellos.

Abad avariento, por un gorrión o bodigo pierde ciento.
Antiguamente en las aldeas se llevaban a las iglesias, como ofrenda o limosna, unos panecillos, ‘bodigos’, con forma de pajaritos (así lo de gorrión) hechos con la flor de la harina de cada uno de los oferentes y como quiera que algunos clérigos se pasaban en la exigencia de estas prácticas, llegando a reñir con el que no ofrecía, sin que por ello consiguieran que les dieran algo, perdían la amistad y ofrenda de todo el año, con lo que resultaba que la avaricia redundaba en daño del avariento. De ahí el dicho.

Abad y ballestero. ‘Manzanilla en paño fino es abominada de contino’, esta es la explicación que le da el Marqués de Santillana. Se encuentra en el ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de D. Sebastián de Covarrubias como modelo de incompatibilidad: “vedan los santos cánones a los clérigos la profesión de cazadores cuando lo toman por oficio y granjería, dexando de acudir a sus obligaciones eclesiásticas y también cuando la caça es de peligro, como la montería o tan costosa que lo que habían de comer los pobres, se da a los perros”.

Abad y ballestero, mal para los feligreses y súbditos. Así iba a figurar al principio este dicho, pero se corrigió, con ironía, ‘para los moros’ (que, por error, otros escriben mozos) por hablar con ambigüedad y no querer comprometerse.

La primera interpretación que encuentro de él es esta: “Muestra que apenas ay de quien con más razón debamos temer más riguroso encuentro que del que tiene a su cargo ampararnos y defendernos; porque con él vivimos más descuidados que con cualquiera otra persona; pues como los abades y los curas sean como padres en los pueblos, si son ballesteros ¿qué se ha de esperar de ellos, sino mal? Y de aquí surge la idea de la corrección, que desvía este mal hacia los moros (en plena Reconquista) así: si el abad es belicoso, el daño que de aí resultare venga a los moros”.

Reprende a los curas, prelados y superiores, de ásperos y distraídos de su obligación y que parece mal de los eclesiásticos ser belicosos y tratar armas y ejercicios seglares, sino que se ocupen en letras y enseñar y doctrinar a los que tienen a su cargo, con mansedumbre y caridad cristiana. Quiere decir más, que los superiores y los gobernadores si fuesen tiranos, será mal para los súbditos. Es decir, hace notar lo peligroso que es tener por enemigo a quien reúna en sí el poder espiritual y el de la fuerza material. Si el superior es peleón no les irá muy bien a los subordinados.

En un párrafo de ‘Las siete partidas’ de Alfonso X se dice de los clérigos: “…pueden caçar e pescar con redes e armar lazos, e esta manera de caça no les es defeududa porque la pueden hacer sin canes e sin aues e sin roydo, pero deuenla facer de guisa que no se les embargue por ellas las oraciones. El DA lo resume así: Refrán que da a entender que si el abad, el superior o el párroco es belicoso y de genio terrible e inquieto, de ninguno más que de él se deben recelar los feligreses y súbditos, porque difícilmente pueden aguardar o esperar otra cosa que males. Y así este adagio, como especie de imprecación, dice que el daño que resultare no caiga sobre ellos, sino sobre los moros o enemigos.

Abad y ballestero, no concuerdan la cítara y el salterio. Indica que no casan ni convienen las costumbres contrarias al estado de uno; pues diversas voces tienen la cítara y el salterio y no concuerda rezar este el cura con dar música como soltero. Lo explica bien el siguiente aviso: ‘De perlado caballero, /que usa galanías, /perros, fueros, cetrerías, /que es abad y ballestero. Libera nos Domine. Nº 379 de la Letanía de 500 prov. y avisos de fray Luis de Escobar. S.XVI.

Arrastrar el ala. Actitud que toman los machos de algunas especies de aves en el desarrollo de sus cortejos amorosos como gallos, pavos, etc., en los que arrastran la citada extremidad y, por extensión, se dice del hombre que pretende y requiere de amores a una mujer. También suele ser un recurso que ponen en marcha las aves hembras para proteger y defender sus nidos, con huevos o pollos, de los predadores que, al verlas así, las persiguen alejándose de aquellos.

Como caldo de raposo/a (zorra), que está frío y quema. Sacado de la recopilación de refranes del Marqués de Santillana de quien bebe Cristóbal de Castillejo en el ‘Sermón de amores’, en el que se lee: ‘…encúbrelo de mañoso, /porque ninguno los tema; /está frío y diz que quema, /como caldo de raposo’. Otra cita similar se encuentra en la citada letanía de Luis Escobar de mediados del siglo XVI: ‘De mujer que con apostema y sin ella es enojosa/como caldo de raposa/ que diz que está frío y quema. Libera nos Domine’. 349.

Se dice de aquellas palabras y expresiones que, aun mostrándose suaves, encierran sentido picante y maligno. Por extensión, de quien es pernicioso y de quien bajo apariencia de bondad y de dulzura, hiere sin compasión. Lo mismo de los hipócritas y dañinos bajo capa de mansos y pacíficos. El cauteloso cuando está alegre es más dañoso y peligroso. Otro tanto se dice, por variante, respecto al caldo de altramuces, cuya agua, al cocer, adquiere un gusto fuerte y cálido.

Con el amigo incierto, cerrado un ojo y el otro abierto. Cuenta la fábula que cierto día que acertaron a sestear una zorra y un mochuelo, como le entraran a este ganas de dormir, le dijo la vulpeja que podía hacerlo con toda tranquilidad; pues ella se encargaría de guardarle el sueño. Se durmió, en efecto, el mochuelo, si bien algo receloso, cerrando solo el ojo del lado contrario a aquel en que se hallaba situada la zorra. Al dar esta unas cuantas vueltas en torno de su compañero de descanso y notar que cada vez que pasaba de un lado al otro abría el mochuelo el ojo que antes tenía cerrado, no pudo por menos que mostrarle su extrañeza, a lo que contestó el avechucho con las palabras del refrán. Por el que se recomienda no fiarse de nadie si no se está seguro de su amistad y de merecer nuestra confianza.

Cuando armas, martas; cuando martas, armas. También se dice invirtiendo los términos y así lo encontramos en ‘El Pinciano’, Hernán Núñez o el ‘Comendador’ y ‘Comendador griego’, como también se le conoce. Expresa dos cosas: una, que, en tiempo de paz, significado por martas, forros de las ropas de los nobles, porque eran las pieles más estimadas, traten el ejercicio de las armas y estando en guerras, tengan la mira en la paz y procurarla; la otra es, que reprende no hacer las cosas en los tiempos que a ellas convienen a los que, siendo tiempo de una, hacen lo contrario.

De cosario a cosario no se llevan (pierden) sino los barriles. El Marqués de Santillana lo glosa diciendo que: ‘Los que son marcados poco daño se hacen’. Hernán Núñez, el Comendador, explica en su libro que cosario y corsario significan lo mismo; aunque en el proverbio escribe ‘cossario’. Habrá que precisar que para corsario se entiende ‘el que anda a robar por la mar, como el pirata’ y se deja para cosario “el que es muy versado y ordinario, ‘práctico’ en ir y venir, ‘hacer’ algún camino a trajinar y tener trato en alguna cosa”. Y así se dice cosario, ‘quasi cursario’ y en algún momento se llegó a decir también ‘corsario de tierra’. Cazador furtivo o escopeta negra, en Extremadura y Andalucía y ahondando más en ello era el cazador de oficio y práctico de la localidad cuyos servicios se utilizaban en el planteamiento, preparación y desarrollo de una montería. En su habitual quehacer era el furtivo de sierra cuyo primer objetivo lo constituía la carne de las reses, dejando en segunda preferencia el trofeo de las mismas.

También llaman barriles a los toneletes pequeños en que se llevan las aceitunas y los pescados en escabeche, otros que contienen vino, etc. Igualmente se llama barriles a aquellos en que se lleva la pólvora y por los unos y los otros se dijo el refrán, porque como los tales salgan por la mar a solo robar, no llevan embarazos de mercaderías, sino tan solo lo que han menester para su sustento y defensa. Aplícase a los que son cosarios en un género de trato y negocio que no se pueden engañar el uno al otro en cosa de mucho momento y precio. El texto precedente es de Covarrubias. Juan de Valdés en ‘Diálogo de la lengua’ alude así a este proverbio: “pues sabéis que, si yo tomo la mano, ganaréis conmigo lo que suele ganar un cosario con otro” y más tarde Blasco de Garay en ‘Cartas y refranes’ lo recoge en esta forma: “De cossario a cossario no se pueden ganar sino los barriles”, llegando así a formar un modo proverbial asimilado a la conversación. Como si concluyéramos afirmando que los de una misma clase no suelen hacerse daño. Por lo que podría decirse que es refrán de corporativismo e indica que las personas que ejercen una misma profesión o que son de la misma condición no se ponen trabas ni entrometen en los asuntos del otro. Es tanto como manifestar que aquellos que tienen los mismos gustos e inclinaciones suelen entenderse fácilmente, por ser tal para cual y necesitar de ayuda entre ellos por andar siempre unidos y alcanzar tal grado de intimidad que se entienden a la perfección. De análogo significado son: ‘De arriero a arriero no pasa dinero’ y ‘De sastre a sastre no se cobran hechuras’.

De rabo de puerco, nunca buen virote. Virote, aumentativo de vira, es una especie de saeta con el aguijón guarnecido de un casquillo que se lanzaba con ballesta. Además de su sentido recto, en este caso se tiene, figuradamente, por buena acción o detalle. Del mismo modo que del rabo helicoidal del cerdo no puede salir una saeta recta, de las personas ruines y retorcidas, de cruel condición y oscura calidad, es inútil esperar algo bueno o acciones nobles.

Echar un virote tras otro. Tirar un virote para buscar y hallar otro. Era propio de los ballesteros cuando no encontraban alguno que habían disparado. Regresaban al puesto o lugar desde el que dispararon, repitiendo el tiro con otro tratando de hacerlo lo más ajustado posible a como lo hicieron con el que perdieron para servirles de referencia. Se dice cuando para buscar a alguien se envía a otra persona y se entretienen en exceso o no regresan y también del que, habiendo cometido algún yerro, retorna por los mismos pasos.

Donde no llega la piel del león, hay que añadir un poco de la de zorra. Cuando no basta el valor o la fuerza, hay que usar de la astucia. Es un aforismo de Fedro (15 a.C.-50 d.C.) que recoge como máxima Plutarco y que este, en origen, pone en boca del almirante espartano Lisandro (s.IV a.C). Fue muy usada por los escritores del s.XVI, como Maquiavelo en ‘El príncipe’, cap. XVIII. Con ella se justifica el todo vale, con tal de conseguir nuestro propósito.

La expresión original no es muy diferente, se duda entre: ‘Todo aquello que no puede cubrir la piel del león, hay que taparlo con la de un zorro’ y ‘Allí donde la piel del león no basta, se ha de coser un retazo de la del zorro’. Mucho después Baltasar Gracián en ‘Oráculo manual y arte de prudencia’ escribió: “Cuando no pueda uno vestirse la piel de león, vístase la de la vulpeja”. Este mismo autor en ‘El criticón’, hablando de las tiendas de los mercaderes: “Había una llena de pieles de raposa y aseguraban ser más estimadas que las martas cebellinas. A ella se veía entrar y salir a hombres famosos como Temístocles y otros más modernos. Vestianse muchos de ellas a falta de pieles de león, que no se hallaban, pero los sagaces servíanse de ellas por aforro de los mismos armiños”.

Una variante se presenta con el siguiente enunciado: ‘Donde no puede llegar, del león, la pelleja, cósase el pie de la vulpeja’. Quizá por entenderlo en el sentido del inmediato anterior habría que anotar “cósase al pie la de vulpeja”, pero tal como está, lo mismo podría servir si se interpretara “coser el pie”, para salir corriendo, huir, cuando no hay bastante valentía. Hasta se puede interpretar en sentido contrario, porque la piel del león rematada o remendada con la de la zorra representa el hombre valiente y poderoso, reportado y astuto, que acompaña sus esfuerzos y valor con astucia y maña.

Guerra, caza y amores, por un placer, mil dolores. Similar a ‘Caza, guerra y amores, por un placer, mil dolores’ y sus allegados ‘En caza y en amores, entras cuando quieres y sales cuando puedes’ y ‘En caza y en amores, si en ellos te metieres, saldrás cuando pudieres’. Los cuatro indican que la práctica y ejercicio de estas actividades están rodeadas continuamente por grandes riesgos y amenazas que exigen en muchas ocasiones esfuerzos y sacrificios considerables para salir bien parados, lo que arrastra en consecuencia placer y satisfacción, tanto mayores cuanto más ardua y difícil haya resultado la experiencia. Por otra parte, advierte de la facilidad con que se cae en asuntos sugestivos y lo mucho que cuesta abandonarlos cuando se enraízan y se nos complican, lo que podría explicarse y completarse añadiendo que en numerosas ocasiones los primeros tiempos de cualquier relación o afición son útiles y gratos, mientras que su final suele ser difícil y costoso.

Todo ello nos lleva a poner en la balanza ambos extremos, placer y dolor, inclinándose la misma claramente al lado de este: ‘Que hay cazando/mil enojos en el día, /por un rato de placer/de vez en cuando’. Francisco de Castilla. ‘Theorica de virtudes’. Quizá podrían recogerse en este más largo: ‘Hijo, sigue la igleja y arrímate a la reja; no sigas la plaça, ni menos la caza; que guerra, caza y amores: por un pasatiempo, mil dolores’. Advierte que los padecimientos suelen seguir a situaciones aparentemente agradables.

Como el maestro Paradas ¿Pelo al perro? Pélelo usted. Expresión que indica la indiferencia, falta de interés y de curiosidad, dejadez y despreocupación por las cosas. Con ella se retrata a quien no tiene apego ni sentimiento alguno por nada de lo que no le afecta. Procede del cuento de un peluquero de perros que, acercándose al citado maestro y señalando al perro que se encontraba tendido cerca de él, le preguntó ¿Quiere vuesa merced que pele al perro? Pélelo usted, le respondió el interpelado. Mientras lo hacía seguía preguntando ¿Quiere vuesa merced que corte también las orejas? Córtelas usted. Y ¿Quiere vuesa merced que recorte el rabo? Recorte, recorte usted. Finalizando el peluquero la tarea, le preguntó al maestro ¿Qué le parece a vuesa merced? Y el hombre mirando de soslayo al pobre can, le contestó: bien, de todos modos, el perro no es mío. Cuentan que el maestro Paradas era de Sevilla y de profesión carpintero, según unos y zapatero, según otros.

¡Guarda, que es podenco! Expresión coloquial, similar a ‘Guarda Pablo’, utilizada para advertir un peligro o contingencia, haciendo así que otro se prevenga o precaverse uno mismo contra algún mal real o imaginario, particularmente si induce a hacerlo de ese modo algún desengaño anteriormente recibido.
Se cuenta que Pablo, un indigente, dio una pedrada al perro que le ladraba y viéndolo el dueño del can, le propinó tal paliza que lo dejó tullido, al tiempo que le repetía: ¡es podenco, es podenco! Pablo aprendió tan bien la lección que, en lo sucesivo, siempre que veía un perro decía la frase del enunciado, dándole igual que se tratara de un mastín o de un gozquecillo.

Guárdate de can preso y de mozo gallego. Porque ambos son traidores y pueden hacer mucho daño. El perro encerrado o atado se resabia con facilidad y resulta peligroso para quien se acerca a él. Gallego es un insulto muy extendido por algunas partes y con significados diferentes que van desde hipócrita, cobarde y embustero, pasando por avaro, falso y gorrón, hasta los de cabezota, descarado, terco y fanfarrón. Se dice también a quien es capaz de hacer o decir cualquier cosa para librarse de algo dejando a otro en la estacada.

El motivo y origen de la acepción como insulto lo desconozco, pero no es razonable vincularlo al gentilicio. En el terreno de las conjeturas cabe imaginarlo como corrupción de ‘gallicus’, galo, de la Galia, o sea: francés, por la fama que tuvieron de ser gente solapada, aprovechada y cobarde. Podría venir también de ‘galilé’ y su femenino ‘galilli’, del caló, con significado de rústico, patán, paleto, gañán, garrulo, etcétera.

Escaramujos come la zorra, le pica el culo, pero anda gorda. Los escaramujos son los frutos rojos (bayas) de una variedad de rosal silvestre o agavanzo, ‘Rosa canina’, llamado por ello rosal perruno. La rosa canina, rosa de can (en Galicia) o rosa de perro es la transcripción latina del nombre griego del rosal silvestre ‘kynórhodon’, nombre despectivo según algunos y para otros, nombre asignado en recuerdo de que sus púas se asemejan a los colmillos del can o quizá porque se aplicó como remedio contra la rabia.

La frase ‘le pica el culo’ se debe a que estos frutos, llamados también tapaculos, están revestidos de pelillos irritantes, la picapica, lo que conduce también a que el rosal sea conocido por el nombre de ‘pica espalda’.

El refrán alude a los tiempos de escasez en que se recurre a cualquier cosa con tal de salir adelante, a pesar de todos los obstáculos, como le ocurre a la zorra con las púas de la zarza y la picapica del fruto.

Estar hecho unos zorros. Estar maltrecho, cansado, presentar mal aspecto físico, como cargado de sueño y sin poder despertar o despejarse. Dicho en singular significa lo contrario, estar callado y atento a todo cuanto sucede para sacar provecho.

La frase no alude al animal, sino probablemente al útil doméstico conocido por este nombre, ‘zorros’, que consiste en unas tiras de piel o colas de cordero, de orillo o tela fuerte unidas en penacho y sujetas por un mango con el que se sacude el polvo de paredes y muebles, por lo que suele estar siempre sucio y maltrecho y de ahí el dicho.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/1/950/42063769972_ee1f69e9a6_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído