Y dicen que están por el progreso…

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Sansón en El Norte de Castilla, el pasado día 5) (*)

Se supone que el sistema político de una nación trabaja centrado en un esfuerzo orientado hacia el progreso de la sociedad de que procede. Así que uno se pregunta en qué consiste este concepto

Pero, ¿qué es el progreso? Pues para empezar podría definirse como “un cambio para mejor”. Así que el criterio para elegir entre varias opciones diferentes será precisamente la mejora de la situación presente. Y como en el camino se encontrarán opciones mejores y peores habrá que hacer uso constante del discernimiento. Quiero decir que no todo da lo mismo. Sin embargo, hoy la política, inmersa en un feroz relativismo, no reconoce la superioridad de la verdad por muy evidente que parezca; es más, ha puesto de moda lo que ha dado en llamarse “posverdad”, que no es sino la mentira aderezada de tal modo que se hace circular como algo cierto para sacar partido del engaño.

Por otra parte, en el camino hacia el “progreso” las opciones objeto de debate se referirán a muchos y diversos aspectos de la vida. Se planteará, por ejemplo, si es preferible optar por el caos o por el orden; cuestión que traigo a colación porque aunque la contestación es evidente, su respuesta se está ahora mismo planteando. Y porque hoy el caos se busca para utilizarlo como creador de un ambiente favorable a la victoria de las propias tesis y deseos: no importa lo que encontremos por delante; el resultado es que tenemos ya partidos cuyo origen está en la quema de contenedores y cajeros automáticos, manera a todas luces expedita de imponer el caos y de alterar el orden. Y leeremos lemas incitando de nuevo al incendio de los templos. Habrá, pues, que recordar a la “ciudadanía” que destruir y poner el país patas arriba no es un procedimiento aconsejable para avanzar en racionalidad y bienestar

También la paz y el buen entendimiento con quien está llamado a compartir la responsabilidad de mejorar nuestro futuro debieran ser considerados preferibles al conflicto y al enfrentamiento si es que queremos mejorar las cosas. Y, sin embargo, lo que hoy vemos es una batalla a muerte plagada de insultos y descalificaciones, vejaciones y astucias. El resultado es la fractura social entre los ciudadanos: otro camino más que no parece aconsejable.

En este sentido, una buena orientación para el entendimiento mutuo y la superación de cualquier enfrentamiento podría ser el reconocimiento de una cultura común y compartida. Este es, sin duda, un lazo de unión en nuestro caso muy potente y en el que todos los españoles coincidimos. Me refiero a una cultura que, como la de nuestra nación, está amalgamada por la convivencia y por la historia, y que por ser expresión natural debiera ser un importante factor de coincidencia. Mas con lo que estamos viendo hoy sucede lo contrario: se utiliza para poner los “hechos diferenciales” más castizos de relieve y despreciar las costumbres del vecino, ya no considerado como “prójimo” sino como enemigo natural. Y de la tradición ni hablemos, porque da la impresión de que merece ya el desprecio de los nuevos bárbaros del siglo XXI salvo en lo que pueda estar relacionada con los incendiarios del siglo pasado y los carniceros de las checas que importaban de fuera técnicas de destrucción de los molestos, o con los listos que trucaban elecciones y se cargaban al jefe de la oposición tras un intencionado aviso. Ahora estamos por lo pronto ya sin biblia y crucifijo, que por algo se empieza.

Una cosa bastante parecida es lo que ocurre si comparamos los caminos del amor y el odio. Nadie diría que en el camino hacia la perfección – que no otra cosa es el “progreso” – debiéramos optar por lo segundo. Y, sin embargo, lo que hoy estamos continuamente viendo hasta en su expresión más física es una impúdica exhibición de la aversión y del desprecio en todas sus facetas. En efecto, un odio sin tapujos y con vocación de acción directa se materializa cada día incluso en gestos, camisetas y pancartas. Tan grande parece ser la inquina demostrada hacia el vecino que nos permite imaginar algunas de las situaciones límite a que llegamos cuando yo era niño.

También en el camino hacia el futuro se plantearán otras cuestiones tan sencillas como si es deseable, por ejemplo, la superioridad del conocimiento y de la inteligencia en contraposición a la estulticia. Para lo cual la respuesta es evidente: cuanto mejor formados estén nuestros políticos mejor podrán salir las cosas. Y sin embargo, vemos como el nivel de preparación que muestran es cada vez más bajo; tanto que a veces roza ya lo impresentable. Lo han visto ustedes mismos, ya que hoy abundan los indocumentados que toman decisiones desde la ignorancia más supina de la historia, los especialistas en pancartas o procedentes del ámbito folclórico que desconocen el mundo en que vivimos, los impresentables del pensamiento en chancletas y de las orejas perforadas, o los graciosillos de cuarenta caracteres twiter que tienen la gracia donde las avispas. Lo que no parece sobrar es la vergüenza.

Finalmente parece conveniente dar prioridad a la moral sobre la inmoralidad y consiguientemente a la virtud sobre lo que antes llamábamos pecado – es decir, a la generosidad y a cosas como estas no siempre practicadas suficientemente mas por lo menos respetadas – sobre la ira, la soberbia, la envidia y cosas parecidas. Pues bien, lo que ahora vemos en muchos de quienes debieran dar ejemplo es un muestrario de lo que no se debe hacer: puñaladas traperas, mentiras a destajo y odio para parar un tren, más una evidente y faltona exhibición de los modales no digo malos, sino pésimos. Y así podría seguir poniendo ejemplos hasta el infinito.

Vean ustedes el abismo que media entre lo deseable en el camino hacia el progreso y lo que de verdad está ocurriéndonos. Y la tragedia es que aun así les votan.

PS: Naturalmente hay excepciones, pero lo novedoso – lo que ahora marca el tono de los tiempos – es este desvarío destructivo que hoy vivimos con la pretensión de que lo que se busca es el progreso. Porque como no sea el de sí mismos…


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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