La “corrección política” aplicada como bálsamo

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Miki y Duarte en Diario de Sevilla el pasado día 7) (*)

El acontecimiento del día es la presentación de un nuevo gobierno, y hay que decir que el hecho ha causado expectación con resultado de sorpresa, pues dadas la situación y la experiencia del pasado así como la personalidad de quien lo hizo, la gente se temía un gran desastre. Y sin embargo al final se produjo cierto alivio.

Yo me referiré a este curioso hecho, no a partir de la visión política, sino desde la perspectiva de un “ciudadano de a pié” que sólo observa. Y nunca mejor dicho lo de “a pie” porque, pese a contar yo con un carnet actualizado, quien conduce en mi casa es mi mujer; situación ésta en trance de empeorar porque el ayuntamiento de Madrid está ya cerca de impedirnos el acceso. Por lo pronto nos impone ya una “penalización” – es decir, un castigo – que asciende al 20% del importe de cualquier aparcamiento público por no poder comprarme un coche nuevo y utilizar el típico gasóleo.

Pero centrémonos en nuestro tema, que es uno de esos casos a los que puede aplicarse lo de que ”más vale caer en gracia que ser gracioso”. En este caso la gracia consistió en tener la habilidad de “saberse vender bien”, ya que existía tanto miedo antes de conocer los elegidos, que el resultado ha venido a suponer un gran alivio. Por de pronto toda la amalgama de personajes y partidos destructivos y anti-todo se ha visto desilusionada gracias a haberse sacado de la manga una difícilmente superable “corrección política” orientada a hacer callar las bocas: bienestar, cooperación, ecología, feminismo, medio ambiente, migraciones… Y, sobretodo, “igualdad” y “género” en grandes proporciones, incluida la “diversidad” tan mencionada en nuestros pagos actualmente. En fin, no está mal la elección de la vía que, a modo de bálsamo calmará los ánimos de los votantes moderados pertenecientes a las dos grandes tendencias ideológicas.

Yo me quedo con la imagen de un nuevo ministro de exteriores al que recuerdo subido en el estrado en Barcelona dando voz a las banderas españolas, e imagino echando sapos y culebras a quienes al ofrecer su apoyo contaban con algo diferente. Bueno: por lo menos algo es algo.

Pero me llama una atención rayana en el asombro el número de los ministros designados, que aumentó hasta alcanzar los diecisiete, cantidad considerablemente superior a la que había. ¿Imaginan lo que debe ser una mesa de dieciocho personas con sus papeles, sus vasos de agua y tantas otras cosas intentando mantener el orden en la conversación y funcionando al mismo tiempo como un equipo de verdad? Pero si son más gente que un conjunto de fútbol con banquillo… ¿Y qué me dicen de la coordinación de ministerios, cada vez más complicada y más difícil? Porque a lo dicho hay que añadir el desconocimiento que tendrán algunos respecto a lo que les van a poner entre sus manos y la necesidad de reestructuración que les exige el nuevo puesto, de lo cual habrá múltiples modelos. Así que no quiero ni imaginar la confusión y pérdida de tiempo que engendrarán tantos cambios orgánicos y tantas transferencias de responsabilidades. Mucho me temo que, con tanto trasiego de uno a otro ministerio para rehacer el gran rompecabezas, algo importante se les quede flotando en el camino. Por no decir a causa de las dudas sobre lo que significa aquello de “Transición Ecológica”, que habrá que empezar por ver en qué consiste. Desde luego, algunos de los nombres de los ministerios – como el recién citado – ni siquiera se sabe lo que encierran; así que mi primera impresión es que responden a una desmedida atención a las pancartas.

Supongo que nuestros gobernantes no se olvidarán de calcular el incremento de coste de este capítulo en concreto, porque con un grupo de ministros tan surtido subirá la nómina seguro. Supongo – aunque sea mucho suponer – que tal aspecto se habrá tenido en cuenta sabiendo que el horno no está para dispendios y que pueden provocarse reacciones impensadas en un “pueblo” que aún no se ha dejado de apretar el cinturón para llegar a fin de mes.

En todo caso se repite algo de lo que ya hablé con ocasión del pasado cambio de gobierno: que siguen asombrándome las tragaderas de quienes sin tener idea apenas de su nuevo campo de responsabilidad lo aceptan tan tranquilos. Porque asumir el tener que dominar unas materias siempre complejas sin conocimiento previo suficiente puede ser visto por los administrados como una grave falta de respeto. Así en lo que yo mejor sé, que es la defensa, hoy en trance de ser aún más exigente que lo que siempre fue; con unas amenazas añadidas como la guerra cibernética y la terrorista en sus modalidades nuevas, con la pugna por el futuro liderazgo mundial, con el Oriente Medio en llamas, con las migraciones llamando a nuestras puertas, con el horizonte enturbiado por los nubarrones, con la desvinculación de los Estados Unidos con Europa, con la necesidad de avanzar hacia una Europa de la seguridad y la defensa, con la exigencia de elevar nuestro esfuerzo económico en la OTAN, con tantas fuerzas españolas por el mundo, con la necesidad de modernización de los recursos militares, y con la nueva integración del Centro Nacional de Inteligencia en su departamento – todo ello en un contexto geoestratégico tan complejo e incierto como el que vivimos – cabría preguntarse cómo se puede asumir tal responsabilidad improvisando simplemente y sin dar la impresión de minusvalorar el asunto en cuestión. Y, sobre todo, minusvalorar a las personas que están en ello desde siempre. Porque habrá que entrar conociendo, por lo menos, el vocabulario, aunque por haber hay hasta un ministro del deporte que odia éste según confesión propia, o, lo que es peor, admira, por lo menos de boca, al deportista que compite – son héroes, admite – mas no valora el beneficio social e individual que produce su práctica a cualquiera.

Finalmente, para no ser exhaustivo les diré que me asombra que en vísperas de una legislatura tan corta como la que prevé al nuevo gobierno, se presente todo este plan como un avance en el sentido de subrayar lo que ahora llaman “la igualdad de género”, o sea la equiparación de las mujeres y los hombres. Pues al pararme a contabilizar unos y otros llego a la conclusión de que la igualdad brilla precisamente por su ausencia. Dígame usted si no es verdad: son solamente seis varones y casi exactamente el doble de mujeres: once. O sea, que hay una diferencia apabullante entre la presencia de uno y otro sexo a no ser que efectivamente aquella alusión a la ”igualdad” no pase de un mal chiste.

PS: Lo que principalmente me preocupa, aparte de otras consideraciones que dejo para la política, es el escaso conocimiento de los nuevos ministros en materia de gramática española, como han demostrado al referirse nada menos que a sí mismos…¿o mismas, quizá? Hablo de esos inacabables líos que forman a la hora de poner en plural el nombre del Consejo. Sí, señores, me refiero a aquello del “Consejo de Ministros…y Ministras” ¿Y por qué no de Ministras y Ministros?¿O por qué no alternar una y otra forma siguiendo un turno rigurosamente alternativo? En fin, un lío, como siempre, innecesario.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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