Causas profundas

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Caín en La Razón del pasado día 12) (*)

Dice Ignacio Sánchez Cámara que respiraría tranquilo y se dedicaría a sus ocupaciones habituales si todo nuestro problema fuera político, porque nada político es profundo, ni, por tanto, grave. Dice que cuando es de esa naturaleza, siempre es posible que cambien las personas y las nuevas arreglen los destrozos. Que lo malo de la situación es que ahora se sitúa, sobre todo, en el terreno de lo moral y de lo intelectual, y esto si es grave porque pertenece a lo profundo de nosotros mismos.

Dando por bueno ese punto de partida, que me parece exacto, tendremos que buscarle solución. Y ésta no puede ser otra que no consista en actuar en el ambiente educativo, de donde luego pasa, no sólo a cada españolito, sino también al ambiente general: el que conforma el pensamiento sobre lo que es correcto o conveniente. Ahí está, por ejemplo, el concepto que se tiene sobre el prójimo o sobre lo que debe ser bueno para España.

Echemos, pues, una mirada a lo que nos está ocurriendo: a esos detalles que observamos a diario y que poco a poco darán lugar a actitudes y criterios. Así en el terreno intelectual se hizo determinante la imposición de la llamada “corrección política” como sustitutivo del pensamiento razonable y culto, lo que supone, entre otras muchas cosas, la renuncia a respetar la libertad individual al coartar cualquier intento de aplicar – o de citar incluso – lo que conocemos por “sentido común” sencillamente. Quiere esto decir que el buen sentido, ese concepto resultante de una cultura milenaria y de la experiencia de generaciones, pasa a ser simplemente eliminado por la voluntad de grupos que buscan su rechazo en favor de determinados intereses. El resultado es un desarreglo intelectual del que, naturalmente, se desmarca la gente de más valor e inteligencia: aquella que no admite ser manipulada. De ahí el contraste, difícil de admitir en un país civilizado, entre la bajeza y zafiedad de un ambiente creado por muchos de nuestros gobernantes y políticos – elegidos por cierto por nosotros mismos – con la seriedad y brillantez de tantos emprendedores, médicos, militares, ingenieros, y toda clase de profesionales nuestros que destacan en su comparación con los de otros países punteros en el ámbito mundial y que por lo que se ve han decidido desmarcarse de un ambiente que imposibilita la coexistencia razonable. El resultado es una dicotomía que rechina por aparatosa y evidente y nos obliga a plantearnos cómo es posible que esta renuncia al uso de la la razón y de la inteligencia se produzca en un país tan avanzado como el nuestro y en el seno de una cultura como la europea.

En cuanto al problema moral, lo que sucede es fruto sobre todo de la extensión de un relativismo cultivado hasta desde el poder y que rechaza por principio nuestros más firmes valores culturales; entre ellos, preferentemente, lo que ha sido fe de nuestros padres. Él establecerá su “nuevo” código, según el cual no existe nada que pueda ser objetivo o permanente: todo dependerá de la apetencia individual. Así lo bueno será lo que a cada individuo le parezca, y no se admitirá que nadie diga lo que “se debe” hacer salvo si se trata del propio partido. No se admitirá la fuerza convincente del discernimiento lógico, y el ser humano quedará sin nada firme a que agarrarse, No habrá certezas disponibles; se erradicarán las convicciones y el código moral nos vendrá impuesto por los políticos de turno. Todo se convertirá en ideología: incluso la igualdad y el sexo. La preferencia estará en la implantación del nuevo código en escuelas y universidades, pero sin descartar las guarderías. Y se ridiculizará lo que otros piensen tachándolo de “antiguo”.

Por supuesto que tanto al terreno moral como al intelectual afectará la decisiva instalación en la mentira, y así veremos cómo se manipula la verdad con la mayor desfachatez imaginable hasta el punto de convertirla en apariencia para mejor alcanzar los objetivos del engaño. “Posverdad” llaman a esta figura.

Sólo teniendo en cuenta estos aspectos más profundos, cuya realidad es evidente, se puede comprender lo que sucede: este caos y este desfondamiento sin sentido que hoy atenaza a la sociedad española, y que, como acabamos de ver, no es sólo una cuestión de desorden político susceptible de ser enderezado con medidas superficiales o cosméticas, sino algo bastante más profundo y decisivo. Algo que se viene larvando en nuestra desorientada sociedad española; algo que necesita con urgencia el retorno a una sensatez que recupere la primacía intelectual de los principios morales heredados y asumidos. Sí; sólo desde esta consideración sobre las causas profundas del problema, y con la aplicación de un sistema educativo basado en ideas perfectamente claras respecto a su influencia en el futuro, se podrán poner de nuevo las cosas en su sitio.

Tan sólo una decidida acción educativa podrá frenar el desvarío actual.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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