Por fin alguien da en el clavo

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Nieto en ABC el pasado día 7) (*)

Supongo que mi improbable lector habrá sentido la satisfacción de leer alguna vez en letra impresa y en un foro influyente lo que siempre pensó sobre determinado asunto, y no digamos si respecto a él se había vertido previamente mucha tinta pero omitido lo esencial del caso: aquellas cuatro cosas que esperaba leer desde el principio.

He aquí, pues, lo que me mueve a señalar el acierto con el que mi periódico de siempre abordaría un punto clave del comportamiento humano, aquél que hace posible que un ser considerado racional y criado en una sociedad “civilizada” llegara a comportarse como animal en celo. Y que no lo haga siquiera en solitario, sino en pandilla y como parte de una juerga, caso cada vez más frecuente en nuestros pagos

Quien opina sobre tan escabroso tema es, por añadidura, un hombre de prestigio bien ganado en el terreno de la psiquiatría, o sea que sabe bien de aquello que está hablando. Y que habla de ello desde una página importante.

Así que empezaré por el final, que es donde veo lo más enjundioso del artículo, aquella frase que resume todo y que más directamente da en el clavo. Una frase que pone los pelos de punta, pero que señala con la mayor crudeza lo que está sucediendo en nuestra sociedad enferma: literalmente, que “esta es una sociedad que fomenta lo que luego condena”. Ahí queda eso.

¿Cómo esto es posible? Pues ahí está precisamente todo el interés de lo que dice. Pues el prestigioso catedrático señala la causa principal de casos como el que dio origen a sus comentarios: una supuesta violación en grupo. Y la pregunta clave es cómo explicar tamaña felonía.

Pues bien, la respuesta está en la pérdida de rumbo que sufren nuestros jóvenes en lo que se refiere al sentido de sus vidas, y en la hipersexualización de esta sociedad del ordenador y el móvil en un ambiente de relativismo. El prestigioso catedrático se atreve a señalar – supongo que con conocimiento de causa y a partir de una experiencia dilatada – que “para muchos jóvenes la pornografía se ha convertido en la gran educadora”, lo cual le dará pie para recordar muy atinadamente que el sexo sin amor – sin compromiso – “se devora a sí mismo”; que la pornografía, hoy al alcance de cualquiera y en cualquier momento gracias a los avances tecnológicos, puede crear una adición más grave aún que la de la cocaína y rebajar a la persona para convertirla en animal. Así lo afirma desde un cabal conocimiento.

Caramba, dice uno, pues si esto es malo no lo es menos la existencia de una sociedad “anestesiada por los medios de comunicación” (así dice el artículo) en un ambiente, en suma, que tiende a no distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo; que confunde lo que son la libertad y la comprensión y respeto para con el prójimo, con el desprecio a cualquier norma moral; un ambiente generalizado para el que lo bueno es simplemente lo que a cada uno le apetece; que la verdad no existe. Así no es raro que haya surgido la “posverdad”, o sea la mentira presentada como un hecho cierto para sacar partido de tan favorable posibilidad. He aquí lo que está sucediendo en nuestros días: el establecimiento de un principio general – no sólo propiciado, sino impulsado incluso desde el poder político – según cual el mal tan sólo existe en el partido opuesto. Supongo que mi lector, tan improbable como inteligente, no tendrá gran dificultad en poner cara y nombre a aquellos gobernantes a los que me refiero y singularmente a quien más se esforzó en conseguirlo durante su mandato.

No es de extrañar, por tanto, según nuestro psiquiatra, que algunos de los jóvenes estén “perdidos y desorientados, sonámbulos de criterios, que producen pena, bochorno e irritación”. Así que ahora que se habla sin parar de “referentes” quizá no sea malo recordar los modelos que siempre tuvimos en la educación de nuestros hijos: aquellos grandes y pequeños personajes de la Historia que destacaron por practicar contra viento y marea la virtud.

Sí, efectivamente, habrá que referirse a las virtudes: aquellas que raramente encontrarán los jóvenes en unos fines de semana de ruidos y de excesos, cuando cualquier referencia espiritual parecerá vedada y “el Día del Señor” acabará siendo la “jornada de la gran resaca”. Cuando lo que fue nuestro concepto de alegría se verá asociado a una ingesta de alcohol perturbadora.

Esto es lo que he querido compartir con ustedes en el presente artículo – por cierto coincidente con el número mil uno de los que llevo escritos – con objeto de hacerles ver el hecho lamentable de que, como tantas otras veces, también con ocasión de la famosa violación de “la Manada” nos despellejamos discutiendo febrilmente sobre cosas que, aun siendo ciertamente interesantes, no dan respuesta a lo que más importa.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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