Antaño y hogaño (VI). 14. Período de la juventud

Por Carlos de Bustamante

( Puente de Isabel la Católica, con Las Moreras al fondo. Acuarela de Chema Fraile) (*)

Si en la separación de una semana tan solo el tiempo se detenía para ambos (“los novios del barrio”) haciéndose eterno, la marcha a Zaragoza para exámenes, fue angustiosa.
Mas miren ustedes mis amigos y probables únicos lectores, como la angustia se convirtió en gozo cuasi insuperable. El joven aspirante se convirtió, y no por arte de birlibirloque, sino por las ayudas dichas en el artículo anterior y el impresionante esfuerzo, se convirtió, digo, en Caballero Cadete.

Con alegría indisimulada, caminó gozoso hasta las inmediaciones del portal de Graciela. El bastidor de los bordados, voló por los aires cuando desde el mirador ella vio al viajero sonriente. Henchido de gozo. El beso fugaz de días anteriores en la despedida y paseos, fue esta vez no tan fugaz y algo más prolongado. Tuvo la culpa el “regalo” cuidadosamente preparado en una cajita ornada: eran los cordones en miniatura que decían sin palabras el título tan ansiado y ¡conseguido!

Si los centenarios árboles del Paseo de las Moreras hablasen, les dirían maravillas de los más ilusionados amores que jamás se pasearan entre la arboleda. Ni la nueva despedida que forzosamente tendrían que darse por el inminente veraneo en la Dehesa del joven Caballero Cadete, enturbió la alegría de este momento irrepetible. La hoja en blanco del porvenir tan ansiado, comenzó desde entonces a quedar impresa de un bello poema amoroso sin que los enamorados vieran en ella los inevitables borrones que entre todo luces ahora, tal vez oscurecieran posibles sombras la nitidez blanca como la nieve que ahora escribían con optimismo desbordante.

Fueron días que pasaron como relámpagos, pero que compensaron privaciones, trabajos, noches de insomnio, y esperas semanales para repetirse palabras que con idéntico significado, nunca agotaron el caudal de amor intenso. Días en que la luz que ambos veían en días anteriores perdida en la lejanía, la tenían ahora tan próxima, que bien podría decirse que ellos eran quienes la portaban. Y para que el brillo fuera limpio, cada mañana acudían a oír Misa juntos a la Parroquia que les era común. Tan embelesados estaban que en absoluto advirtieron los cuchicheos de vecinos y comadres que levantaban entre sonrisas a su entrada o salida del Templo.

Por si esta alegría fuera pequeña, grande, muy grande fue la que tuvieron los dos hermanos Cadetes con su madre en casa. Unidas ambas, nuestro joven no entendía lo del “valle de lágrimas” que se decía en la Salve.

Sin embargo, si no lágrimas en él, no faltaron en los ojos de Graciela cuando hubo de decirle que el verano inminente lo pasaría en la Dehesa. Tan inminente era, que como ladrón en la noche, llegó inevitable la despedida. Con el “besuco” de todo menos fugaz, las lágrimas afloraron en los ojos de Graciela como el agua cristalina de un precioso manantial. Lloros amorosos que pronto revertieron en sonrisa esperanzada cuando el Cadete prometió visitas frecuentes. Mentira piadosa, porque bien sabía que sin permiso materno no le sería posible ausentarse.

La Patena del Ofertorio en la Santa Misa de ese día hubo de soportar el peso de dar solución a la incógnita del cómo y cuándo. En el último paseo, barajaron los pros y las contras de cuanto maquinaron para que la promesa fuera realidad. Difícil el viaje en tren, pues el de Ariza, único tren con vagones para viajeros que paraba en el apeadero, no muy distante del caserío, tenía tal horario de partida y llegada, que le resultaría poco menos que imposible sin hacer noche en la capital. Y lo más complicado, sin el conocimiento del para qué y consiguiente permiso de su madre. En la confianza de hallar solución, en el último besuco de despedida depositaron toda su esperanza.
Historia ésta muy bella de nuestro joven, pero por conocida los que hayan seguido los artículos publicado hace años en este blog, he de continuar – con el perdón supuesto de vosotros mis amigos por el desorden del relator en la cronología de los hechos- de continuar, digo, con las virtudes interrumpidas en la responsabilidad. Si Dios es servido lo verán en los que aún siguen de tan importante período.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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