Antaño y hogaño (VI) 13. Período de la juventud

Por Carlos de Bustamante

( San Benito, Valladolid. Acuarela de F.J. Castro en acuarelasfjcastro. blogspot.com) (*)

Aunque se pasó en un verbo, fue tan intenso este período en la feliz pareja, que daría –y dio- para escribir un libro. Siento si al amigo y probable único lector le resulta pesado. También el relator lo siente, pero ¡es lo que hay metido en estos berenjenales!

Como por mucho que digan no es igual ser de un sexo que de otro y cada uno es como nace, parece que el joven tuvo que hacerse mayor violencia en lo que a la atracción sexual se refiere. Mas formado en principios morales, éticos y religiosos, se impuso con rotundidad el amor sobre el instinto. ¿Qué clase de amor hubiera sido-se preguntaba en días de soledad en el Colegio Santiago- si el amor lo demostrase en satisfacer el instinto propio de los animales? ¿Cómo amar con concesiones- que no tuvo- propias del egoísmo y de la mujer objeto? ¿Acaso podría denominarse eso amor?

Por si le quedase alguna duda, percibió la respuesta en la Santa Misa a la que asistía a diario en la Capilla del colegio Santiago. Había en un lateral del retablo una imagen preciosa de la Inmaculada. Pensando en cómo sería el amor por el santo varón con el que estaba desposada, los barruntos percibidos se hicieron diáfanos. Y no porque admitieran comparación alguna con los suyos, porque la Virgen, libre de la inclinación al mal, porque así lo quiso para Ella el que hecho hombre habría de ser su Hijo, sino porque al meditar en el hombre con quien se había desposado, encontró la respuesta.

Si ante la mayor belleza que imaginarse puede, si ante la mayor perfección posible en mujer, criatura humana como nosotros, él había sabido comportarse, ¿qué mejor lección necesitaba? ¿No era ése el amor –salvando, claro, las distancias- que sentía por Graciela? A pesar de los pesares, que para todo ser humano normal no necesitan explicación, no hizo nuestro joven voto alguno de castidad, sino que, libremente, se impuso el deber de amar y respetar a la que estaba seguro habría de ser su esposa.

Así, con tales propósitos, la determinación de ofrecer un porvenir digno de ella, estudió con tal intensidad, que las noches se redujeron al mínimo descanso para permanecer con la atención máxima en las clases del coco de las asignaturas exigidas para el ingreso en la milicia.

Como creo que el relator ya les dijo que el hoy joven precoz en los años de bachillerato y en matemáticas no había “pegado ni golpe”, dudaba ahora si el esfuerzo cuasi titánico le hizo comprender el jeroglífico de esta horrible asignatura o ejercitó tanto la memoria, que con un modelo aprendido lo retenía para resolver problemas parecidos. Sea como fuere, los profesores que sabían de su esfuerzo, le daban como alumno de más que probable ingreso en la Academia.

¿Y de sus amores mientras tanto…? Por lo planificado, aún en secreto, ella esperaba paciente al domingo entretenida en una labor interminable de cosidos y bordados. Los que en las confidencias dominicales comunicó al Aspirante que eran para el “equipo”. No tonto, pero sí inexperto, se nos quedó el joven boquiabierto y aún más enamorado cuando supo que Graciela se refería al equipo… ¡de novia! Si hasta entonces estudió con intensidad inusitada, con la noticia y la sabiduría en matemáticas… elevó el estudio a la “enésima potencia”.

Como la madre del Aspirante observaba una notable pérdida de peso en su hijo, aumentó en cantidad y calidad los bocadillos para la necesaria sobrealimentación. Mas como al inicio de los años cincuenta, aún eran de gran carestía, consecuencia de la Cruzada de Liberación, los bocadillos de los dos hermanos finalizaban repartidos entre los compañeros de colegio que acusaban la precariedad inevitable en tiempos de posguerra de los menús diarios.

Tampoco era sacrificio excesivo el destino que acordaron los novios cuasi imberbes, que darían a las menguadas propinas: abrieron una cartilla donde peseta a peseta, hacían hucha para un porvenir que, ilusos, preveían muy próximo. El ahorro en otros gastos iba en detrimento del calzado. Es decir, en el desgaste de las suelas de los zapatos. El paseo de las Moreras, del Campo Grande e incluso de la considerablemente lejana Fuente del Sol, allende la cuesta de “La Maruquesa”, les resultaban parajes familiares. Y si les bancos para el descanso en tantas caminatas hablasen, podrían narrarles lo que este relator sólo supone…

No sin breve deliberación, distraían unos céntimos de la propina para comprar “pipas de girasol” para amenizar el descanso. En absoluto impedía que sus amores en estas largas caminatas fueron limpios; algún que otro besuco fugaz, sí, tras la ausencia de las interminables semanas de separación, no por querida, forzosa para bien de ambos.

“Pasó un día y otro día/un mes y otro mes pasó/…. Y el año pasado había”… Mas no como en el poema de nuestro José Zorrilla, a nuestro joven le llegó el tiempo de los exámenes en Zaragoza. Como de los avatares que sufrió allí tienen mis amigos y probables únicos lectores suficientes noticias con las publicadas hace años en este blog, les diré sólo que el que “a Flandes marchó” sí volvió de… Zaragoza.

Las sucesivas noches de insomnio, las oraciones de Graciela y la intercesión de la Virgen Inmaculada hicieron posible lo imposible. Pero como el acontecimiento podemos llamarlo excepcional y marcó un hito importante en los novios precoces, será en el próximo, si Dios es servido donde sabrán si les pete cómo siguieron un intrigante rumbo aquellos verdaderos e insisto en precoces…amores.


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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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