Chismorreos
13.04.18 @ 07:28:38. Archivado en Artículos
Por Javier Pardo de Santayana
( Viñeta de Ricardo publicada en El Mundo el pasado día 6 ) (*)
Asombroso es el grado de infantilización - por no decir “de estupidez” - en que chapotea la sociedad española, hoy convertida en un gran patio de vecinos: se diría una corrala en la que las comadres, carentes de mayor aliciente, se dedican principalmente al cotilleo. Así que uno se pregunta qué ha sido de los padres, los profesores y los intelectuales; en resumen, de los hombres “de estudios” o de experiencia simplemente que solían liderar el pensamiento en estas tierras nuestras en las que ya ni siquiera los niños consideran la obligación de respetar a los mayores.
Ahora la opinión sobre las cosas, sean éstas trascendentes o banales, se construye a base de pequeños mensajes misceláneos y de dudoso origen muchas veces, donde se mezclan la mala baba, los deseos de notoriedad, las reacciones viscerales, los intereses partidistas, el humor, y otros motivos variopintos. En tal batiburrillo también veremos la agitación y propaganda como objetivos de índole estratégica: algo que damos ya por natural a pesar de su vileza, pues a la confusión se añade la mentira utilizada con fines de poder y de dominio.
El panorama resultante es una muestra del infantilismo al que me referí al comienzo del artículo: deprimente circunstancia para un pueblo que adquiere así tan mal concepto de sí mismo que llega a asombrarse al ver que fue capaz de destacar en el concierto de las naciones avanzadas en los campos de la ingeniería, la medicina, la investigación, el arte, el deporte, o la defensa de la paz, por sólo mencionar algunas importantes facetas de la humanidad pensante y actuante. ¿De dónde saldrá toda esa gente tan inteligente y esforzada - nos preguntamos muchos de nosotros - si lo que estamos viendo en nuestros líderes es una mayoría de individuos que, hartos de su incapacidad evidente, se defienden proyectando sobre los demás la impresentable imagen de sí mismos? Individuos cuya reacción será sacar partido de la confusión reinante envolviéndose en ella para que el plumero no se les note demasiado, y también disimular sus deficiencias poniéndole al vecino siempre a caldo.
Pongamos un ejemplo: en un momento en que el engaño y el tejemaneje partidista sitúan en primera plana asuntos tan importantes como el fallido golpe de estado contra la unidad de España o la degeneración del sistema democrático en el gobierno de Andalucía con el desvío a los amigos de los presupuestos destinados a paliar el paro, la noticia “viral” no se refiere a cualquiera de estas circunstancias sino que recala en un episodio fácilmente explicable que será magnificado y tergiversado hasta la náusea.
Describámoslo someramente: imaginen ustedes una familia - la Real, pero familia al fin y al cabo - que sale de una catedral en la que acaba de asistir a misa. Una nutrida nube de fotógrafos espera la salida, y al ver a la abuela y a sus nietas juntas solicita que posen ante las cámaras, pues doy por sentado, como supongo harán ustedes conociendo el paño, que el ”posado” nunca sería iniciativa de la reina emérita. Pero se trata de la Familia Real, y una de las niñas es una princesa llamada a ser Reina de España, y su madre, que además de reina es periodista - anoten ustedes este importante detalle que me permito recordarles - teme como al demonio que sus antiguos colegas conviertan a la niña en carne de cañón. Así que se ve obligada, para cumplir la voluntad de su marido, a impedir con rapidez y por cualquier medio que la imagen de la futura reina acabe siendo explotada por los profesionales de la prensa en general y sobre todo de la del corazón.
Así que la madre reaccionará para evitarlo. “No, abuela, no…” o algo así supongo que diría o al menos pensaría,…”que las niñas tienen prohibido posar en actos oficiales” (otra cosa serán los simples reportajes de esos mismos actos). Y lo impediría cruzándose delante pese a que la abuela, desconocedora quizá de este detalle, parecía haberse doblegado ante la petición de los fotógrafos.
Por cierto, precisamente en el gesto de la madre de las niñas creo ver el mismo estilo que en su día atribuimos a la augusta abuela: esto es, la seriedad y una atención estricta al protocolo. “Se notan sus raíces alemanas”, solía decirse entonces de ella con frecuencia.
Cierto revuelo sí que se produjo después del incidente, más no más allá del natural que se produciría en el seno de cualquier familia en un caso equiparable en el que conviniera explicar las razones de un comportamiento inesperado. Pero los “virales” y los “malababa” (los del “piensa mal y acertarás”), así como los “tontos útiles” de toda la vida - incluso como la buena gente contagiada del imperante ambiente de chismorreo - no necesitarían más para lanzarse a la yugular de una madre preocupada por una educación que a todos nos afecta.
Pocos días después, con ocasión de una operación quirúrgica practicada al abuelo, veríamos otra escena de familia con la participación de los mismos protagonistas de la circunstancia reseñada; en este caso acudiendo a una visita de hospital. Y se repetirá la imagen de las nietas cada una de una mano de su abuela y de la madre de éstas a su lado, sólo que esta vez posando para los fotógrafos puesto que en un no-acto de carácter estrictamente familiar el protocolo lo permite. También veremos cómo al descender del coche conducido por el padre, la propia reina abrirá la puerta del coche a su suegra con una sonrisa, como diciendo “para que os enteréis los mal pensados”.
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(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/1/893/26464833577_c25e46385e_b.jpg

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