Un ejemplo de algo que el progreso puede hacer perder

Por Javier Pardo de Santayana

( Nieve. Acuarela de J. M. Arévalo.) (*)

Me siento ante el ordenador y miro la pantalla en blanco. “A ver que se me ocurre” me digo, y me entran ganas de escribir algunos versos, así que doy a la tecla y busco “Poesías – Tiempo de descuento”. Luego mi vista se dirige a la ventana. A través de los cristales veo que está nevando en el jardín. Curioso, porque es precisamente el día que empezó la primavera: todo un potencial disponible de lirismo. Así que escribo algo así como: “Nieve blanca, blanca nieve”; total nada, pero algo que puede servir para un comienzo.

El contraste entre la imagen clásica del momento y lo que ahora veo en mi ventana es, como poco, sugerente. El problema es que encontrar una rima válida a la palabra “nieve” no es cosa demasiado fácil. “Leve”, “breve”, “atreve”, “conmueve”, “llueve” “lleve”…”. “Quizás leve”, me digo pensando en que la nieve bien pudiera sugerir la imagen de una joven que deja su huella – “leve” por supuesto – en mi acera y mi jardín. Y “acera” rima tan bien con “primavera…

Reflexiono: “Pues parece que la nieve se retrasa y no deja que la primavera llegue”. Así van surgiendo los primeros versos: “Nieve blanca, blanca nieve / que entras en la primavera / tras largos días de espera / Tú que en silencio pudieras / cuando ya nadie se atreve / pintar de blanco la acera / marcando tu paso leve”

¿Y cómo sigo ahora? me pregunto medianamente satisfecho de haber encontrado sitio para otra posible rima – la de “atreve”. Entonces, no sé bien cómo, recuerdo que “llueve” sería también una buena opción en este caso, puesto que la nieve suele ir precedida por la lluvia y sobre todo por el aguanieve. Así que decido añadir un versículo que redondee la frase inicial y que dirá: “que entras en la primavera / tras largos meses de espera / fingiendo que solo llueve”. Tras lo cual paso a ver cómo enfoco el argumento de una pequeña historia.

Si, ya lo tengo: Si la nieve es una doncella de paso casi imperceptible, pero incumplidora de la previsión meteorológica, la llamaré “veleidosa compañera”, que, como se ve, rima bien con “primavera”. Pero sobre todo su blancura y su pureza me permitirán imaginarla transformada en un rosa, “blanca por dentro y por fuera”, que situaré precisamente en mi jardín y ofreceré llegado el día a uno de los altares de la Cruz de Mayo: ese homenaje a la sagrada Cruz de Cristo que nuestra tradición sitúa precisamente como símbolo del esplendor primaveral.

Y esta es la forma de completar los versos con la palabra “lleve” – de mi jardín la primera / que a la cruz de Mayo lleve. Luego, después de unas dudas, decido mover lo de “blanca por dentro y por fuera” al final de la poesía, como remate casi inesperado.

Sólo queda, por tanto, dar a la poesía un título, a ser posible corto, Algo así como “Nieve en primavera”. Y finalmente me decido por “Nieve tardía”. O sea que queda así:

NIEVE TARDÍA

Nieve blanca
blanca nieve
que entras en la primavera
tras largos meses de espera
fingiendo que solo llueve

Tú que en silencio pudieras
cuando ya nadie se atreve
pintar de blanco mi acera
marcando tu paso leve

Ahora que te vas, quisiera
veleidosa compañera
-porque sé que te conmueve-
que tu blanca rosa fuera
de mi jardín la primera
que a la Cruz de Mayo lleve

Blanca por dentro y por fuera

Este largo preámbulo no tiene otro objeto que hacer notar a mi improbable lector algo que me parece trascendente: que las posibilidades inmensas que en cualquier campo nos ofrecen los grades avances tecnológicos pueden resultar nocivas en algunos casos. Por ejemplo, para analizar el perfil humano de nuestros poetas. Y le diré por qué: porque antes de los ordenadores, donde cada corrección da lugar a un nuevo texto sin dejar huella de los anteriores, la mayoría de la gente escribía sus versos directamente a mano, de forma que, salvo que el mismo autor decidiera destruir el manuscrito, los cambios quedaban registrados en forma de tachones, añadidos y modificaciones bien visibles. Es decir, que el proceso creativo quedaba para la posteridad y podía ser analizado siempre que no acabara dentro de la papelera. Y aún abría la posibilidad de realizar un análisis de carácter grafológico para obtener un más completo perfil humano del artista. Permitiría algo así – digo yo – como ver a Velázquez en el trance de pintar Las Meninas o a Cervantes desarrollar la historia del Ingenioso Hidalgo.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/1/798/26112823877_63e216501b_b.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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