Los lunes, revista de prensa y red

“Don Pedro Recio de Tirteafuera en el AVE o un 155 para Azaña”, de Pedro J. Ramírez y “No a la modificación genética en los embriones humanos”, de Nicolás Jouve

( Viñeta de Sansón 25.03.18 en El Norte de Castilla, el pasado día 25 de marzo) (*)

DON PEDRO RECIO DE TIRTEAFUERA EN EL AVE O UN 155 PARA AZAÑA

Artículo de Pedro J. Ramírez publicado en El Español el pasado día 25 de marzo

Un poco más de la del alba sería cuando dos hombres jóvenes de figura quijotesca -tanto por su estampa como por la naturaleza de su misión- me abordaron en la estación de Sans, tras descender como yo del AVE de Madrid. Enarbolaban mirada amiga y pensé que querían que nos hiciéramos un selfie. El encuentro tenía, sin embargo, mucha más enjundia. El más alto, de cabello rubicundo y frente despejada, se presentó con la jovial corrección de los libros de caballerías: «Soy el secretario de Estado de Administraciones Públicas… Venimos como todas las semanas a gestionar la Generalitat». Acto seguido me presentó a su más achaparrado escudero como el «Director General de Relaciones con las Comunidades Autónomas».

Eran Roberto Bermúdez de Castro y Enrique Lasso de la Vega los dos animosos sorayos que controlan la maquinaria política de la Generalitat, por delegación de la Vicepresidenta, delegada a su vez para ello por el Presidente, desde la aplicación del 155. Resultó que, en ambos casos, tenemos amigos comunes. Y, desde luego, al pisar el andén de la Cataluña insurgente, estábamos en el mismo bando. Fue una conversación breve pero grata. Me explicaron que cada siete días se reúnen con los secretarios generales de las consellerías –a modo de sucedáneo de gobierno autonómico- para despachar los asuntos ordinarios y transmitir criterios sobre lo que se debe hacer y lo que no. «En general son gente maja y colaboradora. El trato personal es bueno. Sin ellos sería todo mucho más difícil».

También me dijeron que algo habrá que hacer para garantizar la enseñanza en español en Cataluña –»Entre otras cosas, para que no se nos adelante Ciudadanos…»-, pero que no saben muy bien qué: «Eso lo lleva Educación».

De inmediato sentí hacia ellos el afecto que suscitan las más nobles criaturas y les encomendé a la patrona de los imposibles. Pero me di cuenta de que no había topado con don Quijote y Sancho, prestos a embestir contra los molinos de cada martes, sino con otros dos personajes extraídos del mismo libro: el ilustre galeno don Pedro Recio de Tirteafuera y su paje de servicio.

El trayecto mental de esa asimilación es perfectamente confesable y como en el caso de la «papiroflexia constitucional», tiene su origen en esa cueva de sabiduría histórica y dramaturgia educativa en la que José Luis Gómez ha convertido su teatro de La Abadía. Después de Unamuno, Azaña, con todo el impacto de su «pasión española». Una función mucho más vigente que cuando la estrenó, hace treinta años, porque la violencia ambiental impregna hoy el debate político, de forma semejante a lo que ocurría en la Segunda República, y, sobre todo, porque en relación a Cataluña se está repitiendo la experiencia de entonces.

Las amargas referencias a la «deslealtad» del nacionalismo catalán y el perpetuo espíritu cervantino de los textos de Azaña que Gómez deja fluir por su garganta, como si fuera un médium, un transmisor de palabras magnéticas que flotan en el más allá, todo eso me remite a las fuentes originarias. O sea a los discursos, debates y anotaciones que brotaron de los labios y la pluma de Manuel Azaña.

Y, justo en el quicio de la puerta abatible que separa la ingenuidad de la decepción, respecto a la autonomía de Cataluña, ahí está don Pedro Recio de Tirteafuera, el galeno que en la ínsula Barataria ejerce una labor tutelar, diríamos que una especie de 155 gastronómico, determinando qué platos y manjares deben serle permitidos comer a Sancho, una vez encaramado al solio de gobernador.

***

Pero empecemos por la edad de la inocencia, en concreto por las afirmaciones que Azaña hace en Barcelona el 27 de marzo de 1930 cuando, siendo presidente del Ateneo, forma parte del grupo de intelectuales madrileños que expresa allí su solidaridad frente a los estragos de la fenecida Dictadura de Primo de Rivera: «Concibo a España con una Cataluña gobernada por las instituciones que quiera darse, mediante la manifestación libre de su propia voluntad. Unión libre de iguales con el mismo rango, para así vivir en paz, dentro del mundo que nos es común».

Así como la primera frase parece augurar el igualmente ingenuo compromiso de Zapatero de «apoyar el Estatuto que venga de Cataluña», la segunda perfila más que una federación, una confederación entre el Estado y una de sus partes. Pero Azaña va más lejos:
«Y he de deciros también que si algún día dominara en Cataluña otra voluntad y resolviera ella remar sola en su navío, sería justo el permitirlo y nuestro deber consistiría en dejaros en paz, con el menor perjuicio para unos y para otros y desearos buena suerte, hasta que, cicatrizada la herida, pudiéramos establecer al menos relaciones de buenos vecinos». Sólo la incuria histórica que les caracteriza, explica que ningún Puigdemont nos haya pasado por las narices a los liberales españoles este texto de tan venerado santo laico.

Exactamente dos años y dos meses después, o sea el 27 de mayo de 1932, el Azaña que sube a la tribuna de las Cortes a defender el proyecto de Estatuto de Cataluña ya ha pasado de las musas al teatro. No preside el Ateneo sino el Gobierno de la República. Y por eso tiene que navegar entre las pretensiones de la autoproclamada Generalitat que, ha aprovechado esa invitación a la barra libre, implícita también en el Pacto de San Sebastián, para presentar un texto maximalista como «fait accompli» –igual que ocurriría en 2005-, y las serias objeciones de personalidades tan significadas en el nuevo establishment republicano como Miguel Maura, Melquiades Álvarez, Felipe Sánchez Román o el propio Ortega.

En esa búsqueda de un espacio propio Azaña enlaza las reivindicaciones catalanas con las de los comuneros de Castilla en el siglo XVI y, olvidándose hasta de las Cortes de Cádiz, advierte: «Los Reyes Católicos no han hecho la unidad española; la unidad española, la unión de los españoles bajo un Estado común, la vamos a hacer nosotros y probablemente por primera vez».

Al traspasar ese grandilocuente pórtico, Azaña se ve obligado, sin embargo, a reconducir el muy conformista dictamen de la comisión constitucional que ha presentado su amigo el periodista de tan buen porte como timbre, Luis Bello Trompeta: «Nada podrá admitirse en el texto legal que regule las autonomías de las regiones españolas si contradice, no ya los límites taxativos y enumerativos de la Constitución, sino los límites conceptuales implícitos en los dogmas que presiden la organización del Estado en la República».

Esta advertencia se vuelve categórica, al dirigirse a los diputados catalanes: «Si nosotros no estuviésemos convencidos de que el votar la autonomía de Cataluña, o de otra región cualquiera, es una cosa útil para España, justa e históricamente fundada, y de gran porvenir, por muchas cosas que hicierais o que dijerais, no os votaríamos la autonomía bajo ningún otro concepto. Es pensando en España, de la que forma parte integrante, inseparable e ilustrísima, como se propone y se vota la autonomía de Cataluña y no de otra manera».

Azaña abandonaba así la interpretación del Estatuto como fruto de un pacto bilateral «entre iguales», que él mismo había alentado dos años atrás, y se acercaba más a la especie de Carta Otorgada descrita por el gran jurista e intelectual republicano Felipe Sánchez Román: «Aquí no hay ni puede haber pacto en el sentido del Derecho Constitucional. Aquí estamos todos, catalanes y no catalanes, bajo el peso inopinable de una norma constitucional… Esa Constitución no dice, de ninguna manera, que el Estado español, unitario, se disgregue en diferentes estados miembros para formar un régimen federal. Lo que nos dice esa Constitución española es que estamos facultados para dictar Estatutos de Autonomía».

En lo que discrepaba Azaña de Sánchez Román era en su corolario de que el Estado debía ejercer un «derecho de control y vigilancia sobre la región autónoma». Con un sofisma similar al que el Tribunal Constitucional incluiría en su sentencia de 2010 para zanjar la cuestión lingüística en la enseñanza, tildando de inconcebible que el castellano no fuera tan vehicular como el catalán, Azaña lo fiaba todo a la lealtad institucional: «Los catalanes no piden la autonomía para molestar a la República desde sus fronteras, creándole conflictos, sino para colaborar con el Gobierno de toda España en el mantenimiento del orden social y en el progreso del país».

Y ahí es donde se ponía estupendamente cervantino: «Nunca podremos nosotros convertirnos en supervisores de la gestión y poner a la autonomía un visor, un tutor, llámese como se quiera, gobernador general, lugarteniente o cualquier doctor don Pedro Recio de Tirteafuera. No puede haber autonomía con Pedro Recio de Tirteafuera. O es autonomía o no es nada».

***

Estas palabras dejarían hoy indiferentes a la totalidad de los protozoos que ejercen como diputados; pero como en aquellas Cortes había unos cuantos –empezando por Unamuno y Ortega- para quienes el Quijote significaba mucho, no es difícil imaginar la chispa que debió saltar de sus miradas, pues la alusión no podía venir más al caso. Recio de Tirteafuera emerge «con una varilla de ballena en la mano» junto a la mesa del inopinado gobernador de Barataria para que no se empache, como les pasó a Puigdemont, Junqueras o Turull, con los manjares a los que le da acceso su repentino e improvisado poder.

Él mismo explica su cometido: «Dejarle comer lo que me parece que le conviene y quitarle lo que imagino que le ha de hacer daño». En la práctica eso significa frugalidad y restricciones. Plato que toca el galeno con su varilla, plato que desaparece. Sancho, cubierto de un «babador randado», propio de su sobrevenido linaje, se halla presto a abalanzarse sobre unas suculentas perdices «bien sazonadas», pero el doctor Recio de Titeafuera le obliga a conformarse con unas «tajadicas subtiles (sic) de carne de membrillo». Eso es lo que hicieron el Tribunal de Garantías de la República al anular la Ley de Contratos de Cultivo o el Tribunal Constitucional de la democracia al podar partes significativas del Estatuto y vigilar luego su aplicación.

Quienes tenían ya listas las leyes de desconexión, no podían conformarse con que un tribunal les dijera que debían limitarse a legislar sobre el uniforme del cuerpo de bomberos. Tanto control sobre su estómago, termina con la paciencia de Sancho que en un momento estalla: «¡Que se me vaya Pedro Recio de aquí! Si no, tomaré una silla donde estoy sentado y se la estrellaré en la cabeza… que yo me descargaré con decir que hice servicio a Dios en matar a un mal médico, verdugo de la república». Seguro que Puigdemont y muchos de sus seguidores se reconocerían usando iguales palabras en idéntico lance. Y seguro que habrá también quien reconozca a Rajoy y Soraya en la medrosa retirada estratégica de don Pedro Recio, al «hacer tirteafuera de la sala».

Azaña concluyó su defensa de aquel primer Estatut con el vigor oratorio y la fuerza literaria de las grandes ocasiones: «Nosotros no queremos ser los guardianes de un ascua mortecina, arropada en las cenizas de un hogar desertado por la Historia». Incorporando, por cierto, entre aplausos y voces de asentimiento, la metáfora de la antorcha que vertebraría el discurso inaugural de Kennedy casi 30 años después: «Queremos reinstalar la Historia en nuestro hogar; que la tea pasada de mano en mano en las generaciones que nos han precedido y llegó a las nuestras, podamos transferirla a la generación que nos suceda más brillante, más ardorosa, más fogosa, iluminando los caminos del porvenir».

Tras haber establecido tanto sus límites conceptuales como sus amplios márgenes operativos, Azaña se había convertido así, al decir de Eduardo García de Enterría, en «el autor casi personal del régimen autonómico de Cataluña que él concibió, con especial y manifiesto entusiasmo, como una gran obra española». Tan estrechos eran sus lazos con la Generalitat y gran parte de los políticos catalanes, que su mera presencia en Barcelona, precisamente para asistir al funeral de su amigo el conseller Carner, sirvió de excusa para que el gobierno de Lerroux le implicara en el golpe de Estado de Companys de octubre del 34 y ordenara su detención en un buque prisión «por rebelde contra España».

Azaña se había convertido, al decir de Eduardo García de Enterría, en «el autor casi personal del régimen autonómico de Cataluña que él concibió, con especial y manifiesto entusiasmo, como una gran obra española»

Como él mismo explicó en Mi rebelión en Barcelona, aquel fue un «trueno demasiado gordo». Pero cuando, tras su estrépito, decayeron tanto la acusación absurda como su propia indignación, lo que permaneció fue el descubrimiento de que el nacionalismo catalán estaba engendrando en su seno «un movimiento demagógico y despótico», capaz de recurrir a «los arreos de guerra del fascismo».

Cuando, de vuelta al poder, le tocó hacer frente a la sublevación militar y la guerra civil como presidente de la República, Azaña topó ya con «una manifiesta y casi cínica deslealtad de las autoridades catalanas -son de nuevo palabras de Enterría- que le hirió profundamente y le llevó a rectificar su opinión sobre el régimen autonómico mismo».

Es el Azaña que el 17 de mayo del 37 ordena poner fin a la pretensión literal de la Generalitat de hacer la guerra por su cuenta y «restablecer la autoridad del Gobierno en Cataluña en todo lo que le compete». El Azaña que desdice su propio conformismo del año 30 y replica «yo ahí no llego», cuando su jefe del Gobierno, Juan Negrín, le dice que él aceptaría la «separación pacífica» de Cataluña. El Azaña que, incluyendo también a los nacionalistas vascos, llega a espetarle al propio Negrín: «Si esas gentes van a descuartizar España, prefiero a Franco». El Azaña que clama en «La velada de Benicarló», tras vivir in situ el levantamiento de la FAI, en el 38, en Barcelona: «El gobierno de Cataluña es la más poderosa rémora de nuestra acción militar… De Cataluña ha salido la peste de la anarquía». El Azaña que, especulando con el triunfo republicano, advierte: «Después de cuanto ha ocurrido en Barcelona, la institución (de la Generalitat) sería difícilmente salvable».

***

¿Qué habría hecho Azaña, a la luz de esa experiencia, si hubiera vivido para influir en la Transición? José Luis Gómez respondió hace unos días a esta pregunta de EL ESPAÑOL, alegando que «habría introducido muchas más cautelas en la nueva Constitución» porque habría sido consciente de que «el nacionalismo es insaciable».

A mi modo de ver, las «cautelas» constitucionales son la condición necesaria pero no suficiente, en el abordaje del problema. La Constitución de la República reservó a las Cortes la facultad de reformar unilateralmente el Estatut y la del 78 ideó el artículo 155 como un omnicomprensivo bálsamo de Fierabrás. No estamos ante un problema de falta de instrumentos sino de voluntad y capacidad política para utilizarlos. Por eso yo me permito sugerir que, en una situación como la nuestra, Azaña habría recapacitado y reivindicado la figura vigilante y censora de don Pedro Recio de Tirteafuera.

A mi modo de ver, las «cautelas» constitucionales son la condición necesaria pero no suficiente, en el abordaje del problema

Ese es en suma el papel que vienen cumpliendo el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo -especialmente el instructor de la causa del 1-O, Pablo Llarena- y estos altos funcionarios que viajan todas las semanas en el AVE a Barcelona a enarbolar la «varilla de ballena» y quitarles de la boca a los separatistas las «estructuras de Estado», las investiduras de prófugos, presos preventivos y procesados o las subvenciones a organizaciones y medios afines al procés, cuando ya se disponen a engullirlas con su «babador randado».

El problema es que Bermúdez de Castro y Lasso de la Vega, o sea Rajoy y Soraya, se quedarán sin su «varilla de ballena» mágica el día que deje de estar en vigor el 155. Teóricamente eso sucederá, de acuerdo con el mandato del Senado y lo pactado por el PP con el PSOE y Cs, en el momento en que se constituya el nuevo Govern de la Generalitat, en función del resultado de las elecciones del 21-D. Pero, al margen de que aquella convocatoria extemporánea, fruto de la precipitación y el miedo, produjo el desastroso resultado conocido por todos, lo cierto es que nadie contaba con que tres meses después los separatistas continuarían empecinados en el órdago al Estado, por su falta de pragmatismo.

¿Para qué ha servido la frustrada investidura del ya encarcelado Turull sino para engendrar otro episodio de victimismo y de parálisis? ¿Por qué el separatismo no ha apostado en su lugar por Elsa Artadi, Torrent o cualquier otra persona no afectada por el auto de procesamiento de Llarena? ¿Por qué no busca un acuerdo transversal con Ada Colau y Domenech para liberarse de la coacción anarco-aventurera de la CUP, empeñada en resucitar el fantasma de la FAI?

El problema es que Bermúdez de Castro y Lasso de la Vega, o sea Rajoy y Soraya, se quedarán sin su «varilla de ballena» mágica el día que deje de estar en vigor el 155

A medida que va quedando claro que con estos mimbres desleales siempre se terminará confeccionando el mismo cesto conflictivo, los partidos constitucionales y en especial el que gobierna deberían replantear su decisión de volver a dejar todo como estaba. O al menos los plazos y requisitos para hacerlo. Unas nuevas elecciones autonómicas antes del verano reproducirían probablemente los resultados de diciembre. Lo inteligente sería prorrogar el 155 hasta que el Supremo dictara sentencia e inhabilitara a los golpistas de octubre, trazando así los límites del mapa político catalán.

Es muy ilustrativo a este respecto que don Pedro Recio de Tirteafuera sólo desaparezca de la escena cervantina cuando cesa la anomalía de que alguien como Sancho pueda gobernar en Barataria. Y que este sólo abandone la ínsula después de haber sido cercado por el hambre. Lo último que se le permite engullir es «un poco de conserva y cuatro tragos de agua fría». Entonces llega a la sabia conclusión de que «nadie debe tender más la pierna de cuanto fuera larga la sábana». La tragedia de la República que encarnó Azaña debería reafirmarnos en la idea de que hoy no hay más sábana que la Constitución, ni más cama que la legalidad autonómica. Y si alguien no respeta esas reglas, pues que duerma a la intemperie o en el jergón de una celda.

Artículo en: http://www.elespanol.com/opinion/carta-del-director/20180325/don-pedro-recio-tirteafuera-ave-155-azana/294670532_20.html

NO A LA MODIFICACIÓN GENÉTICA EN LOS EMBRIONES HUMANOS

Artículo de Nicolás Jouve publicado en Actuall el pasado día 19 de marzo

La investigación biomédica ofrece la esperanza de aliviar enfermedades humanas e ir en la dirección de solucionar las enfermedades complejas como el cáncer, pero antes es necesario asegurar que existe un amplio consenso sobre la seguridad que plantean las nuevas aplicaciones.

En un artículo anterior titulado La “edición genómica” ¿para curar o para mejorar? Una revolución biotecnológica de alto riesgo señalábamos que a pesar de su reciente aparición, esta tecnología se ha empezado a aplicar mediante acciones concretas en células somáticas de pacientes que padecen enfermedades monogénicas.

La técnica denominada CRISPR-Cas9 imita un mecanismo natural descubierto por el investigador ilicitano Francisco Mogica [1], que existe como un sistema inmune en las bacterias. Los investigadores han aprendido a utilizarlo en el laboratorio como una herramienta para hacer lo que se ha dado en llamar “la edición genómica” o “edición de genes”. Lo que llamó la atención de los investigadores a los efectos de su utilización práctica es el potencial del complejo formado por la unión de una molécula de ácido ribonucleico, “ARN guía”, sintetizada artificialmente para que sirva de “cebo” mediante su unión a la secuencia de ADN que se desea editar o corregir y la enzima de origen bacteriano Cas9.

Este complejo es capaz de reconocer y cortar una región del ADN tras su reconocimiento por el ARN guía. Los investigadores pensaron que dada la capacidad que ya existe de sintetizar artificialmente moléculas de ARN, éstas se podrían diseñar de forma que reconocieran cualquier secuencia de ADN que se quisiera “editar”, añadiéndolo a las células junto con la enzima Cas9.

“El sistema CRISPR Cas9 ha sido adaptado para inducir roturas de ADN en sitios específicos del genoma de una forma más simple que otras metodologías de modificación genética”

Dado que se conoce el ADN de nuestros genes desde hace quince años, cuando se dio por concluido el Proyecto Genoma Humano, en este momento está abierta la posibilidad de editar, y por tanto modificar, cualquier gen humano. El término “editar” quiere decir corregir las secuencias del ADN, lo cual significa que ante una secuencia de ADN incorrecta se puede proceder a su eliminación y sustitución por otra equivalente y correcta, para la restauración de una función genética determinada.

El sistema CRISPR Cas9 ha sido adaptado para inducir roturas de ADN en sitios específicos del genoma de una forma más simple que otras metodologías de modificación genética utilizadas previamente, a las que ha desplazado en poco tiempo.

En el caso de su aplicación en Medicina se puede utilizar para usos clínicos, con el fin de tratar o prevenir una patología de causa genética en las células somáticas (células no-reproductivas), o para usos de investigación con el fin de conocer el funcionamiento de los genes en células de embriones o de la línea germinal (células reproductivas).

La aplicación en células somáticas procedentes de pacientes con el fin de corregir una región del genoma humano para prevenir o curar una enfermedad mediante acciones en células somáticas es una línea a seguir de enormes posibilidades. Ya se han hecho grandes avances en su aplicación para potenciar la capacidad de reconocimiento de las células tumorales por parte de las células del sistema inmunológico. Se trata de un potencial tratamiento del cáncer por “inmunoterapia” basada en la modificación de células T con CRISPR Cas9. Los resultados obtenidos hasta ahora son satisfactorios en modelos de ratón para combatir la leucemia [2].

Pero, además del cáncer, la idea es tratar de corregir el genoma para tratar enfermedades genéticas raras u otras no tan raras pero sí graves, como la anemia falciforme, el SIDA, fibrosis quística, la hemofilia B, la mucopolisacaridosis, el corea de Huntington, etc. Todas estas enfermedades se caracterizan por tener en común una región conocida alterada de la secuencia de un gen, normalmente por una modificación puntual de sus bases nucleotídicas.

Sin embargo, como en todos los grandes avances de la ciencia siempre aparece un lado oscuro en la vertiente aplicada. En el caso de la tecnología CRISPR Cas9 los riesgos están en el intento de modificar los genes en los embriones o en células germinales.

A mitad del 2015 se abrió un gran debate cuando se publicó el trabajo de unos investigadores chinos que utilizaron esta técnica en embriones humanos [3].

“La tecnología CRISPR-Cas9. De momento no es lo suficientemente precisa como para lanzarse a su uso indiscriminado en la edición de genes humanos y menos aún en los embriones”

En febrero de 2016 se provocó un gran debate por la noticia de de que un equipo de investigadores del Instituto Francis Crick de Londres, dirigido por la doctora Kathy Niakan, había obtenido permiso de la UK Human Fertilisation and Embryology Authority (HFEA) para modificar el genoma de embriones humanos con fines de investigación básica.

La “edición” de genes en genomas de embriones humanos, tiene en sí el gran riesgo al poder inducir cambios incontrolados que, en caso de que los embriones resultantes fuesen viables, podrían trascender a futuras generaciones. Esto es sin duda un reclamo para quienes a partir de ahora pretendan aplicar estas técnicas de edición de genes con fines no clínicos sino de “mejoramiento” de la especie humana.

También es cierto que hay investigadores que tratan de utilizar la edición de genes en embriones obtenidos por fecundación ni vitro para la corrección de enfermedades. Es el caso de los grupos de investigadores que dirigen el americano Sukrat Mitalipov (Universidad de Oregon), y el español Juan Carlos Izpisua Belmonte (Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla en California) [4]. Estos equipos de investigación han ensayado la aplicación de CRISPR-Cas9 para corregir una mutación en la forma mutada del gen MYBPC3 causante de una cardiopatía hipertrófica, editando el gen en espermatozoides portadores de la mutación antes de producir los embriones humanos mediante fecundación in vitro. Se trata de activar una respuesta correctora endógena, añadiendo a los espermatozoides procedentes de un padre heterocigoto, MYBPC3WT MYBPC3∆GAGT la enzima Cas9 y el ARNguía para la corrección in situ del gen alterado MYBPC3∆GAGT (50% de sus gametos).

Una vez eliminado del genoma la región del ADN alterada y tas la fecundación (mitad de los embriones) se produciría una reparación usando el ADN homólogo no alterado del gen procedente de la madre. Los resultados fueron parcialmente satisfactorios y a pesar del optimismo de los autores, ni la eficacia, ni la exactitud ofrecen garantías de seguridad para la utilización de este método para la corrección de mutaciones hereditarias en embriones humanos en unión a un “diagnóstico genético preimplantatorio”. La técnica supone una doble manipulación de las células germinales, una utilización de CRISPR-Cas9 no exenta de inexactitud y un diagnóstico genético preimplantatorio, que además de restar algunas células al embrión para su análisis, implica el descarte de muchos embriones.

Ante la situación creada por este tipo de investigaciones, el doctor David Baltimore, Premio Nobel de Medicina en 1975 y presidente honorario del California Institute of Technolog, y el doctor Paul Berg (1926), Premio Nobel de Química de 1980 y profesor emérito de Bioquímica de la Universidad de Stanford, promovieron una reunión a la que asistieron muchos científicos y en la que se propuso una moratoria voluntaria sobre la aplicación de CRISPR Cas9, para la modificación del genoma de la línea germinal en los seres humanos, hasta que los científicos y expertos en ética hayan analizado conjuntamente las consecuencias [5].

La cuestión es si todo esto nos debe dejar indiferentes, o por el contrario debemos rechazar la manipulación, utilización y destrucción de los embriones humanos “sobrantes” procedentes de la fecundación in vitro. La respuesta es que no debemos dejarnos seducir por algo que se ofrece con la misma, si no menor, probabilidad de éxito que las células madre embrionarias, que tras la destrucción de miles de embriones ha quedado relegada a una página más de una investigación infructuosa.

“La modificación genética en embriones humanos va contra la dignidad humana y contraviene los principios establecidos en el llamado Convenio de Oviedo de la UNESCO de 1997”

Las razones para oponerse a la utilización de los embriones en investigación son al menos las siguientes:

En primer lugar, por los propios fines de las investigaciones. No tiene sentido utilizar embriones humanos para conocer mejor los mecanismos de acción de los genes (caso de las investigaciones de la doctora Niakan). Todos los Mamíferos tienen un desarrollo embrionario similar, regulado por los mismos genes “ortólogos”, por lo que este tipo de investigaciones pueden hacerse en los genomas de las especies que tradicionalmente se ha utilizado como modelo (ratones, ratas, etc.). En el caso de la investigación de los doctores Mitalipov e Izpisua Belmonte, se podrían perfectamente utilizar del mismo modo embriones de ratón como modelos para indagar la posibilidad de corregir genes en los espermatozoides o en la fase temprana del desarrollo, antes de hacerlo en embriones humanos.

En segundo lugar, porque la destrucción de embriones supone la destrucción de vidas humanas. El hecho de que procedan de fecundación in vitro no altera su naturaleza humana. Como un detalle positivo, es interesante hacer notar que en ninguna de estas investigaciones se utiliza el eufemismo “preembrión”.

En tercer lugar, por la propia inseguridad de la tecnología CRISPR-Cas9. De momento no es lo suficientemente precisa como para lanzarse a su uso indiscriminado en la edición de genes humanos y menos aún en los embriones. Probablemente es por esta razón por lo que los equipos de investigación deciden destruirlos tras su utilización.

En cuarto lugar porque va en contra de un mínimo de ética científica. La modificación genética en embriones humanos va contra la dignidad humana y contraviene los principios establecidos en el llamado Convenio de Oviedo de la UNESCO de 1997 Sobre los Derechos Humanos y la Biomedicina, en cuyo artículo 13 se declara: “No podrá realizarse intervención alguna en el genoma humano si no es con fines preventivos, terapéuticos o diagnósticos, y a condición de que no tenga por objeto introducir ninguna modificación en el genoma de la descendencia”. En los casos citados no se trata de utilizar la modificación genética para beneficio del embrión. Ni siquiera se pretende conservar su vida.

Por último, la edición de genes en embriones abre el camino hacia la aplicación de estas técnicas de ingeniería genética con fines de “mejoramiento” de la especie humana.

¿Quién detendrá a quienes no pretendan corregir una patología o curar una enfermedad, sino cambiar algún rasgo físico o de otra naturaleza humana? Este es otro debate que queda pendiente pero del que habrá que empezar a preocuparse.

La investigación biomédica ofrece la esperanza de aliviar enfermedades humanas e ir en la dirección de solucionar las enfermedades complejas como el cáncer, pero antes es necesario asegurar que existe un amplio consenso sobre la seguridad que plantean las nuevas aplicaciones. De acuerdo con el National Human Genome Researh Institute, como con muchas nuevas tecnologías, existe una preocupación con que la corrección del genoma pueda ser accesible solo a personas con recursos económicos, lo que aumentaría la discriminación en el acceso al cuidado médico y a otras intervenciones. Esta preocupación llevada a su extremo, de aplicarse a los embriones o a la línea germinal, conduciría a creación de individuos de una calidad especial, definida por el “mejoramiento” de su genoma [6]. Como decía el gran C.S. Lewis (1898-1963): “El poder del hombre para hacer de si mismo lo que le plazca significa el poder de algunos hombres para hacer de otros lo que les plazca”.

[1] Mojica FJM, Ferrer C, Juez G, Rodríguez-Valera F (1995) Long stretches of short tandem repeats are present in the largest replicons of the Archaea Haloferax mediterranei and Haloferax volcanii and could be involved in replicon partitioning. Mol Microbiol 17:85–93.

[2] DeWitt, M.A, Magis, W., Corn, J.E. et al. Selection-free genome editing of the sickle mutation in human adult hematopoietic stem/progenitor cells. En Transl. Med. 8, 360ra134 (2016).

[3] Liang, P. et al. CRISPR/Cas9-mediated gene editing in human tripronuclear zygotes. Protein Cell. 6 (2015): 363-372.

[4] Ma, H., Marti-Gutierrez, N., Izpisua Belmonte, J.C., Mitalipov, S. et al. «Correction of a pathogenic gene mutation in human embryos». Nature 448 (2017): 413–419.

[5] Baltimore, D., Berg, P. et al. «A prudent path forward for genomic engineering and germline gene modification». Science, 348 (2015): 36-38.

[6] National Human Genome Researh Institute. What are the ethical concerns about genome editing?. https://www.genome.gov/27569225/what-are-the-ethical-concerns-about-genome-editing/ Ago. 2017.

Artículo en: https://www.actuall.com/criterio/vida/no-a-la-modificacion-genetica-en-los-embriones-humanos/


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/1/797/26132581267_27e6bdd667_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído