La niña cristiana

Por Javier Pardo de Santayana

( Algunas de las colegialas Dapchi recién liberadas, en la aldea de Jumbam, estado de Yobe, Nigeria, el 21 de marzo de 2018. Foto de Ola Lanre / Reuters en france24.com) (*)

Entre las noticias generadas por el fútbol y la situación en Cataluña, o las relativas al presidente Trump y el presidente chino, solo una pequeña alusión a un acontecimiento casi rutinario sucedido en África: Boko Haram, que había secuestrado por segunda vez un grupo de niñas nigerianas, acaba de liberar a 104 de ellas. Y el Presidente de Nigeria, de nombre Buhari, hace ver que lo ha conseguido gracias a una negociación “de carácter diplomático”.

Buena noticia si nos atenemos al hecho de que las pobres niñas podrán reintegrarse a sus familias, aunque desconocemos las condiciones en que llegan, porque ésta es la segunda tanda de muchachas secuestradas por los mismos en aquel lugar del mundo, y aunque no nos dan demasiados detalles de lo acontecido, sí sabemos que algunas fueron abducidas y hasta volvieron con un niño entre los brazos. Sí, en efecto, en la primera tanda 14 de las 200 – definitivamente ganadas por la banda – se negarían a volver.

Nos dicen que esta segunda tanda era inicialmente de 110 muchachas; es decir, que todavía faltan seis. Cinco de las ausencias están justificadas por haber muerto, según dicen, en el viaje del secuestro, por sofocación en el interior de los camiones; algo verdaderamente espeluznante. Ahora, si hacen ustedes cálculos les faltará aún una niña para completar la diferencia. Pues bien, yo les diré que se trata de una joven cuya singularidad es ser cristiana, y que, como es sabido, “Boko Haram», quiere decir “la educación occidental es un pecado”, por lo que que, en consecuencia, alguien no profese las enseñanzas del islam es cosa que aquel grupo terrorista nunca podrá consentir. Así que, como la niña se ha negado a abjurar de la fe cristiana de sus padres, han decidido retenerla.

¿Se da cuenta usted, improbable lector mío, del peligro que se cierne sobre esta niña tan valiente? Basta con que usted imagine su situación concreta: arrancada de su escuela, de su pueblo y su familia, sola y amenazada, tiene las agallas de decir que no a los requerimientos de unos captores que dejaron morir a cinco de sus compañeras durante el viaje de ida, y que han demostrado no tener escrúpulos a la hora de desembarazarse de sus enemigos, es decir, de todo el mundo menos los que piensan y actúan como ellos. Según nos dicen, ahora el destino de Leah Sharibu, que éste es el nombre de la niña, será la esclavitud, o sea que la desgraciada será desprovista de su dignidad para convertirse simplemente en una cosa. Y sin embargo, no sólo ella se mantiene firme, sino que su propio padre, en un emocionante gesto, se manifiesta orgulloso de su hija. Cómo no, si es una niña mártir, pensamos nosotros.

Aun no se sabe cual será el desenlace de este asunto; si el presidente del país, Buhari, conseguirá su liberación en un plazo más o menos corto, y si Leah morirá esclavizada o acabará volviendo a casa gracias al intercambio de favores que hasta ahora fue el procedimiento utilizado para liberar a algunas. O, si al haberse declarado cristiana, sus captores no transigirán y se mantendrán constantes en su acoso. Pero ocurra lo que ocurra, Leah será siempre una niña mártir, una ejemplar muchacha modelo de fortaleza y valentía que bien merecería más atención por parte de todo el mundo y especialmente de los demás cristianos.

Mi primera impresión ha sido, sin embargo, que la noticia respecto al peligro que sobre ella se cierne no ha tenido casi eco por ahora en nuestros pagos. De ahí que yo pida a usted que no se olvide de ella, que rece por esa niña tan valiente; santa diría yo desde ahora mismo. Y le invitaría a reflexionar sobre un hecho tan cierto como espeluznante: que ser cristiano es estar preparado para el martirio ya de entrada. Así de duro, pero así de claro. Porque la persecución no ha terminado; no es cosa de otros tiempos. Ahora mismo continúa viva y coleando en muchas partes del planeta. Incluso aquí en España, aunque el hecho de vivir en Europa y en el siglo XXI lo haga más difícil para quienes desearían ver desaparecer la fe de sus mayores. Ya se oyeron de nuevo las voces airadas y los deseos de destruir los templos, y eso que son patrimonio nacional. Para empezar, quieren seguir las huellas de quienes los incendiaron en tiempos de nuestro padres y nuestros abuelos y llevaron a muchos de éstos al martirio por la simple razón de la fe que profesaban. O sea que los ataques contra los cristianos no son sólo cosa de tiempos alejados de los nuestros: la Historia del Cristianismo es la historia de los mártires tanto de antiguo como de ahora mismo.

A mí me impresiona especialmente pensar que quienes acompañaron a Cristo y le conocieron en su día a día, los que le negaron ante la tragedia del Calvario, acabarían muriendo martirizados de una o de otra forma,. Todos – si no me equivoco – excepto el apóstol Juan. Incluso quien abrió camino al Maestro – el otro Juan, es decir, “El Bautista” – acabaría nada menos que decapitado. Muertes todas ellas terribles e infringidas por los hombres. Muertes que para cualquiera de nosotros constituirían la culminación de un gran fracaso. Y sin embargo todas ellas servirían para que la luminosa Historia de la Salvación del Hombre encontrara eco de un extremo al otro del Planeta. Así que ahora no puede por menos de emocionarme el poderoso ejemplo de la niña Leah Sharibu, de Nigeria, sola en el centro de un África cruel y miserable, enfrentada a la amenaza y a un peligro de muerte y vilipendio.

Pero no pida, improbable lector mío, que estas cosas importen demasiado ni siquiera a nosotros, los creyentes, que las damos ya por naturales, cuando lo lógico sería un clamor que obligara a alzarse hasta a las piedras. Ya sabe usted que en África cualquier cosa es posible por muy extraña que parezca, y que para nosotros los europeos lo que allí sucede no es más que folklore.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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