El mundo en un móvil

Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Álvaro en El Norte de Castilla, el pasado día 27 de febrero) (*)

No sé si nos damos cuenta de lo que tenemos; de la revolución social que se ha producido en nuestros días gracias a un pequeño artefacto que se incrustaría en nuestras vidas con el móvil. Porque no se trata sólo de la posibilidad de conectar con cualquier persona en cualquier parte del mundo, que ya es un cambio de enorme trascendencia para nuestras vidas. Como no lo es tampoco el que la información en tiempo real sea posible y no sólo para los científicos, los sabios o los potentados, pues el móvil es bastante más: algo así como un acumulador de funciones esenciales y, como consecuencia de ello, de posibilidades útiles. Y la prueba es que ya casi ni hablamos de “teléfono”, sino de “móvil” simplemente, sin especificar demasiado para no empequeñecerlo.

Porque empezó, en efecto, siendo un teléfono definitivamente liberado de una ubicación fija porque no dependía de un cable conectado a un lugar fijo y determinado. Para lo cual resultó fundamental el esfuerzo de miniaturización impulsado por la investigación aneja a la aventura del espacio, siempre necesitada de reducir el peso de la carga al máximo. La necesidad de enormes fuentes de energía que lastraban cualquier iniciativa quedaba reducida – oh milagro – a dimensiones tan pequeñas que el artefacto podría transportarse en un bolsillo. Además, la salida de nuestras naves al espacio permitió la colocación en él de unos satélites desde los que se dominarían las distancias.

Pero estos avances que parecían imposibles, además de ampliar las posibilidades de comunicación propias de lo que llamamos un teléfono, permitirían con el tiempo introducir en nuestro entorno personal una especie de plataforma en miniatura en la que cabría situar casi cualquier cosa imaginable. Con una capacidad añadida: la de hacer circular la información, es decir, recibirla, difundirla, y, por supuesto, también almacenarla utilizando como máquina de escribir el teléfono mismo.

Así hoy, asombrosamente, Su Majestad el Móvil nos sirve como el correo escrito pero instantáneo, que ya es notable diferencia. Y para hacer fotografías – todas las que uno quiera – sin que sea preciso utilizar carrete como antes. O como cámara de vídeo; función que realiza sin añadir el menor artefacto adicional. ¿Qué quiere uno saber la predicción meteorológica? Pues ahí tiene usted su móvil, que nos la proporcionará incluso con imágenes y sobre un punto geográfico cualquiera.

Y es que el móvil contesta a cualquier pregunta que le hagan, como si va usted a utilizar el coche y quiere saber cómo conviene ir. Pues entonces el móvil le pondrá en camino y le llevará por el mejor itinerario teniendo en cuenta, incluso, el medio que utiliza para el desplazamiento. Y si hubiera obras o cualquier otro problema en el camino, basta con esperar un breve un instante porque el móvil se adaptará a la nueva situación del tráfico. Una voz femenina se anticipará a cualquier circunstancia y le dará las instrucciones necesarias.

También el móvil avisará de cada mensaje que reciba, y seguirá el partido del día minuto a minuto. O le servirá de traductor si lo desea.

Luego, si se siente aburrido, podrá usted recurrir a él y entrar en alguno de sus juegos solo o en compañía de otros. Incluso le servirá a usted para identificarse, según informan los asistentes a la última feria. Y con él podrá conocer la hora exacta en cada momento de su vida, y la fecha también, porque hará igualmente de reloj fiable. O le funcionará de agenda para recodarle que tiene que felicitar un cumpleaños…

Pero con todo para mí lo que es más importante es que, al ser individualmente transportable – que por eso es por lo que se le dice “móvil” – y no pertenecer a un grupo político o social determinado sino simplemente a una persona, sea hombre o mujer, joven o vieja, pobre o acaudalada, sabia o ignorante, ha acabado por fundirse con cada ciudadano como si fuera parte de él.

Así que bien podríamos decir “Yo soy yo y mi móvil”; que hasta ese punto es ya parte de cada persona, con la que se identifica hasta tal punto que viene a ser un “complemento vital” suyo intransferible. Algo más parte de uno mismo – y sobre todo de la propia personalidad – que algunas partes de nuestro propio cuerpo. Y que es a la vez instrumento, vehículo y refuerzo, de la capacidad expresiva de los hombres. Un “complemento vital” que está en evolución constante, pues, de tal modo es un latido de este siglo, que le obligaron a hacer un examen de conciencia anual en la que, al no admitir en su función de estímulo aquello de “como finalizó el año anterior” se hace de la evolución algo imparable.

De ahí que sea posible asegurar que los avances seguirán adelante a este alto ritmo aunque la aceleración de los procesos ponga en peligro la seguridad de los sistemas. En efecto, se comprueba que la competitividad entre las grandes firmas da lugar a algún que otro descuido por forzar su presentación más de la cuenta.

En todo caso, contar con España adjudicando a Barcelona la feria mundial dedicada a los móviles, que es como estar en la cresta de la ola de uno de los fenómenos más influyentes del siglo en que vivimos, es un hecho que debemos valorar como merece. De ahí que hayamos de condenar la actitud de aquellos gobernantes que, al desacreditar a las instituciones del Estado con un ”postureo” inexplicable en la presentación del Congreso Mundial del Móvil de este año, además de poner en peligro la continuidad del “evento”, se excluyen ellos mismos de la consideración de gente inteligente para ingresar en la categoría de ignorantes.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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