El “rap” y los cofrades de la Malababa

Por Javier Pardo de Santayana

( Rapero. Dibujo de Kehinde Wiley en avelinalesper.com) (*)

Creo que fue en 2010 cuando escribí del rap por vez primera para, como es natural y conveniente, ponerlo verde, ya que de la “cultura urbana” sólo salvo esos bailes acrobáticos en los que los danzantes dan vueltas sin parar como los derviches turcos pero, en este caso, sobre sus cabezas. Como salvo también de un parecer adverso a los “parcours”, esos recorridos a los que la cursilería ha dado nombre pero que pueden fascinarnos gracias a la habilidad de unos atletas que parecen saltimbanquis salvando obstáculos arquitectónicos.

Mas del rap no quiero saber nada. No quiero ni siquiera imaginar lo que será una gala de dos horas con la matraca de esos discursos torpe y falsamente improvisados; de ese ejercicio que sale de nuevo a colación ahora, cuando el azar ha querido que mis dos últimos artículos fueran relacionados por partida triple con estas y otras expresiones de una “cosa” que, sin embargo, llaman arte y que de servir para algo sería como retrato de una juventud ganada por el “estilo okupa” (escríbase con ka). Algo que a la imaginación y a la belleza antepondrá la mugre y el “postureo hortera”; una especie más de aquel feísmo que algunos intelectuales colaron ya hace tiempo gracias al miedo que suscita confesar el propio gusto estético.

¡Qué montaje este de los raperos, tenidos hoy en día por poetas (!)! ¡Qué asonancias forzadas o traídas por los pelos, que ritmos trompicados! Superan, incluso a los bersolaris, que por lo menos hablan en vascuence.

¿Se da usted cuenta de cuánto esfuerzo inútil hacen los desgraciados para cobrar por algo que ni es poesía ni es canción sino una simple mamarrachada insoportable qué por ramplona no puede ser considerada “verso” ni mucho menos muestra de “poesía“? Además, “eso” que hacen precisa ser acompañado por gestos de identificación de gremio como el que hacen con las manos remedando el de los maleducados que tachan a sus semejantes de cornudos. O como esa gorrilla innecesaria cuya visera mira siempre hacia atrás no se sabe por qué ni para qué. O esos calzones de tiro bajo que parecen albergar en su bolsón olores nauseabundos.

Yo desde luego no concibo que nadie que de verdad valore el arte pueda sentirse cómodo asistiendo a exhibiciones de dudoso gusto como las que realizan estos personajes tan pelmazos, pues si ya tiene mérito soportar un solo rap, imaginen usted lo que será sufrir una sesión completa. Y sin embargo, tal como señala el dicho de “Dios los cría y ellos se juntan”, esta mamarrachada pseudo artística atrae como un imán a los de la Cofradía de la Malababa en su versión de extrema izquierda hispánica, sobre la cual el rap genera los efectos de un orgasmo espontáneo fruto de su tensión vocacional hacia el mal gusto. Así el rap se acaba convirtiendo en un producto vomitivo que no es sino expresión del odio que de forma natural producen.

Para confirmar lo dicho confieso que pensaba mostrarle a usted ciertos ejemplos que confirman tan interesante maridaje; mas por si se le ocurriera leer este artículo en voz alta delante de sus hijos o sus nietos, ahorro a unos y otros el trance de oír animaladas impropias de seres racionales y me limito a hacerles constatar un hecho insólito: que la condena a tres años de cárcel por expresiones que entre otras lindezas incitan a asesinar a nuestros Reyes – todo ello vomitado de forma brutal y desgarrada por un degenerado – sería criticada por los consabidos “tontos útiles” y por esa izquierda extrema que, habiendo alcanzado ya el nivel de “cuanto peor, mejor” y de “a calzón quitado”, nos muestra con impudicia sus vergüenzas. Una ralea que para colmo arguye que al arte vale siempre por el hecho de que el autor lo llame así, y lo hace sin reparar en que de esta guisa ponen al desnudo, a la vez que su ignorancia respecto a lo que es y no es el arte, su mendaz interpretación de que lo único que les importa de éste es la etiqueta que con tal motivo fabrican ex profeso, y su utilización como medio de burda agitación y propaganda.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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