Por Javier Pardo de Santayana

( Viñeta de Ricardo publicada en El Mundo el pasado día 22 de febrero) (*)

En mi último artículo me referí a la coincidencia en el tiempo de dos acontecimientos tan “paralelos” como simultáneos. Y sólo un par de días después la historia se repite.

Entonces se trataba de dos fallos judiciales: el primero en beneficio de un par de terroristas asesinos de ETA, y el segundo en favor de una panda de desconsiderados grafiteros que no se dignaron solicitar permiso al dueño de un inmueble. Pues bien, ahora se nos informa de otra coincidencia parecida: la de dos hechos, que como en el caso de los grafiteros, tienen que ver con el engaño en que desgraciadamente muchos han convertido al mundo de las artes.

Hoy el primero es la publicación de un artículo de Arrabal que pone a los pies de los caballos nada menos que al “Guernica” de Picasso. Al leerlo recordé haber leído alguna que otra referencia sobre el mismo tema: esto es, que, ante la posibilidad de presentar un cuadro en París para una exposición, el genio malagueño optó por enviar uno ya pintado de antes y que no tenía la intención que se le viene atribuyendo. O sea que lo del “Guernica” es un montaje.

Pues bien, Arrabal vuelve sobre lo mismo en una Tercera de ABC, que no es cosa que carezca de importancia, y parece saber bastante del asunto; desde luego no habla desde la ignorancia sino desde una notable aportación de datos: fechas, lugares, y detalles que, según la vida y las vicisitudes de quienes protagonizaron esta historia, parecen suficientemente contundentes.

Recojo observaciones como ésta: que Picasso no pudo materialmente pintar un óleo de 32 metros cuadrados durante la “semanita» que medió entre el 26 de abril de 1937 – fecha de la tragedia presuntamente inspiradora -, y el 4 de mayo siguiente, es decir, cuando se inauguró la Exposición en que se expuso el cuadro. “A última hora – dice el articulista – lo colgaron con un lema estrafalario, sobre todo cuando se recuerda la opinión de Picasso sobre las palomas y el vocerío: Gritos de niños, gritos de mujeres, gritos de palomas”. Luego, en otra parte dice literalmente que “el pintor vasco (de Vergara) Julián Tellaeche, siempre con muy buen ojo, pidió al Gobierno de la República que se sustituyera el Picasso por el tríptico de Arteta sobre la guerra civil, para lucimiento del Pabellón español”. Y nos recuerda que en una “Minotauromaquia” pintada once meses antes del comienzo de la guerra, ya estaban la mayoría de los temas del “Guernica”, pero centrados en un “hada bombilla” (literal). Y escribe “Guernica” seguido de un expresivo signo de interrogación. O cuenta cómo el cuadro se presentó sin fecha ni verdadero título, cosa verdaderamente extraña si, según se dice, el gobierno tenía la intención de relacionarlo con el famoso bombardeo. O subraya, para mayor abundamiento, que “los pocos expertos y museólogos que antes del 5 de octubre de 1944 se preocuparon por este lienzo lo identificaron – precisamente, digo yo – como «el minotauro”.

Pero, para mayor asombro de los aficionados ganados por el “relato” oficial sobre el “Guernica”, Arrabal nos hace saber que Dora Maar, la mujer que en las citadas fechas gozaba de las preferencias del pintor, era probablemente antisemita y prohitleriana. Claro que, según él, el genio malagueño sería “un reaccionario al servicio del gran capital”, desde 1936, año del comienzo de la guerra, hasta el 5 de octubre del 45 cuando los mismos que de ello le tachaban lo convirtieron en “un revolucionario “desde siempre” del porvenir radiante y de la paz soviética”.

A estas alturas usted se preguntará seguramente cuál es el segundo acontecimiento al que me referí al comienzo del artículo, coincidente con lo del “Guernica” y con el de los grafiteros en que los tres tienen que ver con el arte como objeto de camelo interesado, un hecho que en este tercer caso resulta aún más evidente. Lo digo porque en las pintadas neoyorquinas las marranadas y los chafarrinones tenían, por lo menos, espontaneidad y colorines, mientras que ahora hablamos de una Feria del Arte conocida como “Arco”, que es sobre todo la razón para este artículo, y de algo absolutamente ajeno para el Arte: una serie de retratos de políticos con los rostros borrados en la fotografía y que se reúnen bajo un título común que los identifica como “presos políticos”., falso detalle para mayor abundamiento.

Naturalmente, el mal llamado artista consiguió lo que sin duda pretendía: que no se hablara de arte sino de armar el taco, puesto que de arte nada había en su “propuesta”: ni belleza, ni perfección, ni creatividad, ni originalidad, ni estilo, ni destreza, ni misterio, ni sorpresa, ni magia, , ni armonía, ni sensibilidad, ni gracia, ni emoción, ni contraste, ni colorido, ni inspiración alguna… Ni fealdad siquiera. Es decir, nada de nada; cero. Sólo política ramplona.

Y ahí quisiera entrar yo precisamente, pues la mayoría de las fuerzas vivas cayeron en la trampa de poner el énfasis en la intención mentirosa de su lema cuando en el fondo esto sería lo de menos, pues lo normal sería que el “trabajo” – si así puede llamarse, ya que de eso también encuentro poco – hubiera sido rechazado al primer toque por no reunir ni una sola de las características de una obra de arte que se precie de serlo. Y menos con la pretensión de ser expuesta.

Desconozco el currículo del caradura que se presentó con ese bodrio para que se lo colgasen, pues lo normal sería más bien que a la vista de lo que proponía al que le colgasen fuese a él. Así que me resulta asombroso que no lo descartaran ya de entrada.

Estoy seguro de que usted mismo, improbable lector mío, será incapaz de comprender que alguien se atreviera a presentarlo. Que para el sonrojo le bastará con verse a sí mismo pretendiéndolo. Pues imagino a la persona responsable del tinglado asombrada de que alguien intentara convencerla, en un flagrante desprestigio de “Arco”, del valor de una absoluta inanidad artística: de un vulgar pasquín político basado en una falsedad sin imaginación ni gracia.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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