Antaño y hogaño (VI). 2. Período de la juventud

Por Carlos de Bustamante

( Acuarela de Takashi Akasaka en 5f.biglobe.ne.jp) (*)

Espero no resultarles reiterativo si les digo que, quien fue precoz en las diferentes etapas consumidas, lo fue aún más en el salto de la adolescencia a la juventud. Supongo que en tal salto hubo factores determinantes. Porque el hombre fue creado para amar y ser amado, éste factor pudo ser en él uno de los principales determinantes. Nuestro ya joven, amó. Mucho. Y fue amado. Mucho también. Porque quiso. “Paréceme que el amor es una saeta que viene de la voluntad”. Tuvo voluntad de amar. Amó con amor de estreno a la niña colegiala. Amó a la Virgen de Lourdes, y a la Inmaculada del colegio de preparación militar. Amó a la Pilarica. Amó a su también estreno de profesión.

Y es aquí donde se detiene esta segunda entrega del período de la juventud. Nuestro joven, pues, amó y fue amado. Y la Patria, al que su vida/le entregó/, en la frente dolorida/le devuelve agradecida/el beso que recibió//. Si así reza parte del himno de la Infantería española, el joven Caballero Cadete entendió durante los casi cinco años entre los de la Academia General Militar en Zaragoza primero y en la de Infantería en Toledo luego, que si amó mucho a España, también se sintió amado por ella. Como “obras son a mores y no buenas razones” intentaré relatarles obras, amores y razones.

Y de amores razones y obras, ambas Academias fueron escuelas inigualables. Las dos “Mater et magistra”. Los primero Caballeros Cadetes y Caballeros Alféreces Cadetes después, mamaron cuantas virtudes humanas e incluso sobrenaturales, base aquéllas de éstas, se precisan para ser magníficos mandos de los mejores soldados del mundo. Porque probablemente son desconocidas por muchos, permítanme, que usando la sabiduría de nuestra columna del blog (el foramontano Teniente General Javier Pardo de Santayana y Coloma) trate con calma, aunque me alargue, porque vale la pena, las principales de ellas. Notas o párrafos tomados de las conferencias que impartió nuestro compañero y amigo íntimo desde muy niños ante lo más selecto de la Milicia. Con su permiso, vamos primero con la familia. Importante porque aunque parezca que se aparta del motivo dicho (las virtudes castrenses) verán que, además de no ser así, son parte fundamental que engloba muchas de ellas.

“1. La importancia de la familia en el ámbito militar.

El militar, que vive un mundo exigente en virtudes morales y éticas, su compromiso con la defensa de la Patria favorece esta percepción, partiendo del hecho de que la familia vertebra a la sociedad y da fe de pertenencia a ella. La idea expresada por la Iglesia de que la unión de la Nación en una misma aventura histórica constituye un bien moral que debe preservarse es plenamente compartida por él.

En el plano humano, la vida de sacrificio propia del militar, que adquiere un especial valor desde que Jesucristo se sacrificó hasta la muerte para salvarnos, necesita de algunas compensaciones que permitan sobrellevar sus aspectos más duros. En este sentido, la presencia de la familia, y sobre todo del esposo o esposa, constituye un factor clave para la estabilidad emocional y también un estímulo para superar las dificultades.

Ya se ha dicho antes que el militar se mueve dentro de un mundo que exige la práctica de determinadas virtudes, pero se da la circunstancia de que éstas se hallan cada vez menos presentes en el conjunto de la sociedad. El espíritu de servicio, el espíritu de sacrificio y la abnegación, por solo poner tres ejemplos, son conceptos no siempre bien comprendidos por la sociedad a la que el militar pertenece y sirve, ni explicados a ésta de forma que pueda llegar a comprenderlos. De aquí que, en cierto sentido, el militar viva en la soledad, como sucede también, frecuentemente, al sacerdote. Pero ante esta situación el militar no puede encerrarse en un ghetto, y aunque su profesión le proporciona la satisfacción de constatar que tales virtudes son compartidas por sus compañeros, acoge con alivio el encontrarlas también en el propio hogar.

Un aspecto práctico de la importancia que tiene la familia en el ámbito profesional del militar es la conveniencia, y a veces, casi exigencia, de contar con la familia para el mejor desempeño de la misión. Esto ocurre generalmente en fases relativamente avanzadas de su vida activa y muy especialmente en el ambiente internacional, es decir, cuando las relaciones sociales son necesarias para el conocimiento mutuo profesional, la integración en el ambiente del lugar de destino o el fomento de la relación cívico-militar”.

Aunque tal vez el foramontano Javier lo diga en sucesivas conferencias en el ámbito del Apostolado Castrense, hago una pausa para comentar los verdaderos valores mencionados hasta la ocasión presente:

“Familia”: sólo- o casi sólo- quien ha vivido estos años de academias militares, puede hacerse idea de hasta qué punto hicieron familia los Centros mencionados. ¿Qué éramos sino familia bien avenida, los cadetes unidos todos -como en las familias bien avenidas- ante las dificultades? Cada cual con sus propios defectos o cualidades, sin ser masa, piara, ni rebaño, éramos una piña desde el toque de diana hasta el de silencio. Y no digo que serían, sino que fueron las dificultades y dureza de cada jornada las que obraron esta unión enteramente familiar.

¿Acaso no han experimentado, o al menos visto, cómo en una familia, y más si es numerosa, unen el dolor, el sacrificio, las dificultades etc.?¿Cómo ante la carencia de algo en alguno de sus miembros acrecienta en los otros la unión y apoyo al más necesitado? Mater et magistra. Porque allí sólo la vocación y el saberse íntimamente familiares hicieron posible la alegría que se crecía ante lo más dificultoso. Sí; los caballeros militares terminamos hermanados en nuestros Centros. Familia que no sólo perdura, sino que se ha acrecentado a lo largo de los años. En nuestra profesión, quizá más que en ninguna otra, si uno de los miembros sufre, todos, como en el cuerpo humano, todos los demás, sufrimos con él. En absoluto nos ignoramos.

Cuando uno de nosotros fallece, todos morimos un poco con él. Y se amontonan los recuerdos vividos; bien en las Academias o en los diferentes destinos de la vida profesional. Y “como la muerte no es el final, sabemos que nos espera, en familia, un mundo mejor”.

En la seguridad de haber sido comprendido, más por el escrito de Javier que por mis palabras, será en el próximo o próximos, si Dios es servido donde consideraremos juntos otras virtudes mentadas más las que vengan. Si fuera Rezongón, les diría que no pretendo aconsejar; yo… ¡digo nada más.

Nos vemos…


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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