Antaño y hogaño. (V). 8. Período de la adolescencia

Por Carlos de Bustamante

( Parejas. Acuarela de Tansu Özmen en Facebook) (*)

Así como los tiempos adelantan que es una barbaridad, nuestro adolescente crece, se desarrolla y cambia tanto exterior como interiormente. Con aficiones culturales similares en lo que a las asignaturas se refiere, fue más significativo el cambio en afectos y sentimientos. Si no experimentó del todo el amor concreto de alguna de las niñas conocidas, por supuesto sí lo fue concreto en el Amor. Con la precocidad referida en otras edades, creo que fue en ésta –quince años- donde se hizo más evidente.

He de decir que cursando el quinto año de bachillerato, puso más atención en incipientes amores que en las cada vez más enrevesadas matemáticas. Seguía, sí, devorando libro tras libro de los muchos que adquirió su madre en ediciones baratas. Poco ignoraba de tebeos y novelas de dibujos guerreros, pero menos aún de los clásicos de nuestro siglo de oro, más otros ligeros de fábulas y aventuras: Anderssen, Emilio Salgari, Julio Verne etc., eran tan repetidamente leídos como casi nunca… dejó de insistir en las oraciones, confesiones y Amor “in crescendo” a la Señora en diferentes advocaciones.

Pero no parece que fueran parejos estos afectos amorosos con la obligación perentoria de estudiar. Y sucedió lo inevitable: adelantado en lo importante y en lo que no lo era, tras sucesivos suspensos en el boletín de notas, en la calificación final, fue la debacle. Tantos suspensos en lo referido a ciencias, que de nada le valieron los notables y sobresalientes en idiomas y letras. Suspendido en Junio, volvió a suspender rotundamente en Septiembre. Y tuvo que repetir curso, claro.

No digo que fuera milagro, pero sí algo providencial, que a fuerza de ver desde el mirador de casa pasar un día tras otro a una colegiala del colegio de la Enseñanza, hiciera lo imposible por entablar amistad en paseo tras paseo por la vallisoletana Acera de Recoletos y calle Santiago arriba y abajo. Tanto empeño puso en la “labor”, que al fin, hablaron. Surgió el nuevo amor. Aunque el adolescente no tenía “mala pinta” recibió una tras otra las más grandes calabazas que criara huerta alguna. Cuantas más negativas recibía, más empeño ponía él en “regar la huerta”. A trancas y barrancas también aprobó el quinto curso y nuestro adolescente inició una nueva etapa- que no todavía período- en sexto curso. Diez y seis años.

Sin ser total la sola amistad con la colegiala, al menos se cruzaron algunas palabras. Suficientes para que los incipientes amores se hicieran más recios: y la verdad, siempre limpios de pensamiento palabra y por supuesto obra.

Un feliz día hablaron, al fin, de futuro. Al adolescente entre nubes se le planteó por primera vez meditar hacia donde encaminaba sus pasos con vistas al porvenir.

Antes de proseguir, caigo en la cuenta de que de una u otra forma de este amor incipiente pero firme, ya les hice mención extensa en la serie y posterior novela “Buscando mis amores”. Paso pues de puntillas para que sean novedad otros episodios no tenidos anteriormente en cuenta. Por ejemplo, que nuestro precoz adolescente en casi todo, tenía, sí, diez y seis años cursando sexto de bachillerato, pero sus afectos y sentimientos correspondían a una edad superior. No obstante y por seguir el guión del primer número de esta serie, continuaré en el mismo período de la adolescencia.

Los incipientes amores por la colegiala, no tuvieron la continuidad deseada, porque en la época de vacaciones escolares, La Dehesa obligaba al distanciamiento. Providencial, porque el instinto clamaba por sus fueros; y como “eso” no tiene cabida en el verdadero amor hacia el sexo diferente, la caza, la pesca y la naturaleza suplieron a tan distintos amores.

Sin embargo hubo acontecimientos singulares: trabajaba en el mantenimiento y reformas en el caserío una cuadrilla de albañiles gallegos. Nuestra santa madre tuvo la feliz idea, de aprovechar la mano de obra cualificada para construir una capilla entre las dos viviendas de los llamados por entonces “amos”. Las penalidades para el transbordo de los muchos vecinos del caserío en barca para oír Misa en la iglesia de Peñalba (algunos muy mayores) que no renunciaban al Precepto a pesar de las muchas penalidades influyeron para acelerar al máximo el atrayente proyecto. Fue suficiente un verano para concluir la obra. Los límpidos sonidos de la pequeña campana Santa María, congregaban a vecinos y trabajadores para, con la fe recia de antaño cumplir el mandamiento que tan poco caso hacen algunos… o muchos cristianos hogaño.

Había entre los albañiles dos jóvenes “un tanto raros” o eso le pareció al adolescente. No se equivocó. Habían instalado su vivienda provisional en un abrigado almacén para alfalfa encima de las grandes cuadras. Con insinuaciones “extrañas” le invitaron amaneradamente a compartir lugar de descanso nocturno. De forma inequívoca percibió nuestro adolescente lo anormal del ofrecimiento. No sin perplejidad más que asombro, el rechazo fue contundente, claro. Se impuso el sentido común y la moral de lo que no era natural, sino en contra de ello.

Sin embargo “aquello” se le quedó tan grabado, que necesitó de explicación de don Ramón, el sacerdote de Villabáñez y párroco ahora de la Dehesa con el que antes de celebrar la Santa Misa en la recién estrenada capilla se confesaba semanalmente. Junto al rechazo absoluto, le aconsejó caridad. Recordó entonces lo que en el período anterior sucedía con otro “raro” al que en Valladolid llamaban “Peluquín”; por ser éste rara excepción antaño, se le faltaba notablemente a la caridad recomendada.

Entendió divinamente el adolescente algo mucho más importante: la colegiala por la que sentía amor, nada tenía que ver con lo que sibilinamente se le había ofrecido. Comprendió, pues, la falsedad de lo que la extraña atracción de los albañiles, pudiera algún día ser comparable al que sentía, precozmente, por la niña de la Enseñanza. Si el instinto innnato en las criaturas era el que, por amor limpio no consentía, ¿qué barbaridad era aquélla que además iba contra lo que en absoluto estaba dispuesto por Quien hizo así a las criaturas? Por los consejos tal vez recibidos en la confesión o porque la conciencia se lo indicaba, sin ceder en el afecto y atracción por la colegiala, amó más y más intensamente a la Señora -Madre del Amor Hermoso- que invocaba en el “Bendita sea tu pureza” que le enseñó su madre durante la niñez temprana o preescolar. Con diez y siete años el adolescente terminó el sexto curso. Surgió entonces el acontecimiento que supuso el salto prematuro al siguiente período. Lo verán si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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