Antaño y hogaño (V). 7. Período de la adolescencia

Por Carlos de Bustamante

( Adoración de los Magos, capitel del maestro Gislebertus, s. XII, en la catedral de Autum. Acuarela de Francisco Roldán) (*)

Porque podría aburrir hasta a las ovejas, enumero el presente como uno de los últimos de este período. Edad crítica donde las haya. Nuestro aún adolescente tiene ya 14 años y cursa en el mismo colegio Nª Sª de Lourdes el cuarto curso de bachillerato. Sigue a remolque con las matemáticas y si no brillante, sí destacaba en idiomas (latín, francés, inglés y griego sucesivamente). Y sobresaliente, sí, en lengua, Geografía e Historia y literatura españolas. Letras. Imposible no citar que, con arreglo a la edad, el adolescente prometía llegar a deportista de élite y para tener muy en cuenta las aptitudes en atletismo. Como “cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento” queda solamente citado lo que se especificará, si viene al caso, en diferentes períodos.

E imposible no citar, repito, que recio por naturaleza e inclinado al mal como todos nacemos y existimos, tuvo muy claro…casi siempre, que él solo no podría con las insinuaciones del demonio -¡que existe oigan, que existe!- si no era con mucho Amor (con mayúscula) y la gracia de Dios. Como a Dios lo veía sólo con los ojos de la Fe, recurrió cuantas veces le fue preciso – y lo fueron muchas- a la Virgen que tanto amaba. Por continuar el trato confidencial con mis amigos lectores, al tiempo de recurrir a Ella, hizo lo propio con la confesión frecuente. Así, a trancas y barrancas, pero “sin hacer cosas raras”- aquí caigo, aquí me levanto-transcurría la edad crítica con más pena que gloria… en casi todo. Sin embargo, continuó con alegría su afición por el campo la caza y cuanto la naturaleza le ofrecía en las cuatro estaciones del año.

Las que en la Dehesa eran a cuál más bellas. Y como creo haberles dicho, sin caer del todo en la cuenta que si amaba lo que tanto le atraía, no era del todo por Quien lo creó. Sería el paso de los años y la continua formación recibida, la que le haría caer en la cuenta de que el prodigio nunca se pudo hacer él solo. Tiempo al tiempo.
Intrépido como sus hermanos mayores, era no obstante timorato cuando de niñas se trataba. También sólo a veces…

En tiempo de Navidad, las canciones regionales y las demás que cantaba a diario en del colegio, en casa o en los atardeceres de verano en la Dehesa, dejaban paso a no pocos villancicos que adquirían claro protagonismo y esmero en la ejecución. Renuncio a enumerarlos, porque conocidos o no, la lista sería interminable. Sólo uno que al adolescente le conmovía cuando solo o acompañado se lo cantaba al Niño, a su Madre y a San José:

Madre en la puerta hay un niño/, más hermoso que el sol bello/, tiritando está de frio/ porque viene casi en cueros/

Pues dile que entre, /se calentará/porque en esta tierra/porque en esta tierra/ya no hay caridad/ya no hay caridad.

Entra el niño y se calienta/y mientras se calentaba/le pregunta la matrona/de que tierra y de que patria/mi padre es del cielo/mi madre también/yo baje a la tierra/yo baje a la tierra/para padecer
para padecer.

Hazle la cama a este niño/con ternura y con primor»/no se preocupe señora/que mi cama es un rincón/mi padre es del cielo/mi madre también/yo baje a la tierra/yo baje a la tierra/para padecer/
para padecer//.

Digo que él solo, pero no siempre; porque enterado el cura párroco de estas cualidades (¿) del adolescente, lo llamó para que enseñara villancicos a los niños ¡y niñas! que acudían regularmente a la catequesis de los domingos y algún que otro día entre semana fuera de las horas de colegio. No sin cierta vanidad, acudió.

Fue allí donde comprobó que, intrépido en su elemento, entre las niñas solamente era timorato perdido. Mas no por todas, sino porque una en particular, parece -¡qué cosa más rara!- que le hacía “tilín”. Duró poco la timidez. Comprobó –otra cosa rara- que la tal niña, era sí, mona ella, pero tenía –otro descubrimiento- las piernas demasiado torcidas.

Terminó la experiencia con otra novedad: “ésta quiero, ésta no quiero”. Pero le sirvió de costumbre para fijarse en lo que nunca había hecho. Lo verán en otros episodios, si Dios es servido.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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