Huellas de la caza IX. De lobos

Por Hilario Peraleda Navas. Introducción de José María Arévalo

( Lobos) (*)

En artículo anterior, Hilario Peraleda, antes de abordar los habituales dichos y refranes relacionados con la caza que recoge en su libro, cuyo título da nombre a esta serie, y que con gusto venimos publicando en este blog, hacía una muy interesante introducción a los que, referidos al lobo, que son muchos, comenta ahora. Era, como decíamos, una exhaustiva y muy versada exposición sobre lo que se conoce sobre este mítico animal, sus características y lo que ha significado en las distintas épocas de la cultura y de la historia humana, de donde proceden la mayor parte de los dichos y refranes que ahora recoge en este nuevo artículo.

“Sentadas en el artículo anterior –comienza Hilario Peraleda-, ‘Tiempo de lobos’, algunas consideraciones sobre la influencia e importancia que ha tenido este animal en el desarrollo de la vida social y cultural del hombre a través del tiempo y dando así origen a multitud de expresiones en las que figura como sujeto principal, enriqueciendo nuestro idioma, paso hoy a glosar algunas de las que considero más interesantes, por la imposibilidad de hacerlo con todas.

Boca de lobo. Es una expresión común y popular usada para significar el lugar o noche muy cerrados u oscuros, como acostumbran ser las del invierno y cuando el cielo está cubierto de nubes negras y espesas. Parece haberse tomado porque la boca (paladar) del lobo es mucho más negra que lo del resto del cuerpo o porque el lobo no se descubre, sino en la oscuridad. En El Quijote se lee: ‘y del sobresalto del golpe se le cayó a doña Rodríguez la vela de la mano, quedando la estancia como boca de lobo’. También se emplea esta expresión contra murmuradores, por el daño que causan. Una variante muy cercana se amplía en:

Oscuro como boca de lobo (Ser, estar), empleada con frecuencia para denotar que aquello que se trata tiene un color muy oscuro o se encuentra sin luz y se hace extensivo al sitio o noche muy oscura, lúgubre y que causa miedo. Quevedo en ‘El poeta culto’ de “La hora de todos y la fortuna con seso” escribe: ‘noche de hibierno, de las que llaman boca de lobo’. Se explica el dicho por sí mismo; pues es cierto que la boca de este animal responde a estas condiciones de oscuridad y temor. También podría pensarse en la boca del cubil o guarida donde vive y quizá podría tener un origen marinero; porque la ‘boca de lobo’ era el angosto agujero por el que se alcanzaba la cofa de un palo del barco para vigilar desde allí e incluso, llegar a hacer fuego en combate. Otra variante, relacionada con las anteriores es:

Meterse en la boca del lobo, que viene a significar exponerse inconscientemente a un grave peligro sin necesidad. Parece que surge de la antigua fábula de Esopo ‘El lobo y la garza’ que, posteriormente Fedro copió, cambiando la garza por la grulla y repitieron La Fontaine y Samaniego con la cigüeña de coprotagonista; pero sin cambiar el sentido de la misma. En ellas se narra que a un lobo se le clava un hueso en la garganta y al no poder quitarlo por sí, recurre a una de las tres aves que introduce su pico en la boca del cánido y le extrae el hueso, reclamándole por ello una recompensa. El lobo le contesta: ¿Tu salario? ¿Pues qué más recompensa / que el no haberte causado leve ofensa / y dejarte vivir para que cuentes / que pusiste tu vida entre mis dientes? En cualquier caso, se deduce como moraleja de ellas que la mayor recompensa que se puede esperar de una buena acción a los malvados es que no te hagan daño o que a la ingratitud no añadan la injusticia. Otros opinan que la frase deriva del lenguaje marinero citado en la anterior.

Caballo que ha de ir a la guerra, ni le come el lobo, ni le aborta la yegua. Alude a la fuerza del destino y del fatalismo que el público entiende y moralmente, enseña que lo que Dios tiene dispuesto, se ha de cumplir y no hay impedimento o fuerza natural que lo pueda estorbar. En una conferencia sobre el destino y el carácter, Sánchez Ferlosio dijo: “Será, en cambio, un refrán, el más espléndido de los refranes castellanos, el que nos dé la ilustración más aproximada de la indefinible noción del destino. Dice así: ‘El potro que ha de ir a la guerra, ni lo comen lobos, ni le aborta la yegua”. En línea con este refrán hay otros similares como ‘Cochino que es para el lobo, no hay San Martín que lo guarde’ y ‘La oveja que es del lobo, no hay pastor que la guarde’. Expresiones de tinte pesimista que indican que la naturaleza marca el destino y, por tanto, hay asuntos que no tienen solución ni remedio, ante lo cual es recomendable aceptarlos como son o como nos vienen. ‘Imposible empeño es rebelarse contra lo que está preestablecido’, decían los griegos cuando analizaban ‘el fatum’, el destino inexorable. Igual el proverbio latino: “Stultum est timere, quod vitare non potest”, es inútil temer lo que no se puede evitar. Son ideas sobre la predestinación que advierten que resulta inútil pretender oponer resistencia al porvenir que nos está reservado. En semejantes casos, en lugar de atemorizarnos, debemos fortalecernos con todos nuestros recursos.

Cabeza de lobo.Debe entenderse como cosa que se exhibe o se muestra para atraerse o recompensar el favor de los demás. Por semejanza con el que después de matar un lobo, llevaba la cabeza por los lugares próximos pidiendo limosna, dinero y demás ayudas en especie como gratificación por el servicio prestado. Así se halla en el Lazarillo de Tormes: ‘…teniendo el pobre Lázaro una cabeza de lobo’; porque, pidiendo, proporcionaba a su amo qué comer. Sobre el mismo asunto tratan los siguientes:

Correr el guante. Expresión antigua que indicaba solicitar los tramperos recompensa en especie o metálico, al tiempo que mostraban un animal de los considerados dañinos, sus cachorros, piel o cabeza ante ganaderos o ayuntamientos.

Ser la cabeza del lobo. Se dice cuando alguien pide para sí o hace algo en su provecho poniendo a otro por achaque u otra cosa por causa, a lo que llaman ‘cabeza de lobo’. Se toma de la costumbre que tenían de pedir los que mataban lobos por la comarca, cuatro o cinco leguas alrededor, llevando y mostrando la cabeza del bicho, que es el motivo de pedir para sí. La gente rica y los ganaderos les socorrían o ayudaban con algo. En muchos sitios se usa la frase: La cabeza del lobo, como recurso y amenaza con que se mete miedo, como con el coco a los niños y está motivada para sacar dinero u otra cosa.

Con cabeza de lobo, gana el raposo. De la costumbre descrita de pasear las cabezas de los lobos muertos en busca de recompensas sale este refrán que se emplea para denunciar y alertar que alguien negocia en su provecho. Señala también a los que, sin muchos escrúpulos, hacen granjería del pistolerismo y de la delación. El origen de todo está en que, matando lobos, los zorros de las cercanías vivían más tranquilos y disponían de más alimento.

Pedir ‘pal’ lobo se decía en algunas comarcas de León y Cáceres cuando los pastores de la sierra recorrían las calles de villas y aldeas en demanda de limosna, al tiempo que mostraban los lobos capturados, muertos o vivos, o, a falta de ellos, sus pieles. Para terminar con tanto limosneo, se creó este otro más reciente, buscando algo de rima y humor:

Con una cabeza de lobo come un año el que no es bobo, manifestando con él que no era escasa la ayuda que se concedía a quienes se dedicaban a la caza de los animales que hoy se han dado en llamar de forma generalizada ‘contracaza’, silenciando así otras voces, como alimaña, fiera, salvaje, salvajina, dañino, rapiña, etcétera, para no molestar a sus protectores.

La gansa de Cantimpalos, que salía al lobo al camino. Los naturales de este lugar cuentan, por tradición de los antepasados, que una mujer llamada Gansa salía al camino de otro lugar vecino a tratar a solas con el cura de allí, que se llamaba Lobo. Cantimpalos está cerca de Segovia; el otro lugar está ya despoblado. El dicho se ha trocado en este otro: ‘El ánsar de Cantimpalos, que salía al lobo al camino’ (el ánsar, por venir de ‘la ánsar’ y esta de la gansa). En los dos casos se aplica en son de chanza, a quienes, por capricho o malsana curiosidad, se exponen innecesariamente a un peligro patente y también se dice de los poco recatados, que ellos mismos se invitan y ofrecen a los que les han de tratar mal.

Covarrubias cita Cantinpalo y el Comendador, Cantipalo. Otra versión es la que nos ofrece Quevedo en ‘El sueño de la muerte’, de ‘La visita de los chistes’ en el que aclara que hace burla del refrán y manifiesta que no es ánsar, sino asno lo que debe figurar en el dicho y también (por lo que cuenta), que no se trata del pueblo de Cantimpalos, sino de un señor que así se apellidaba. Se le aparece el propio Cantimpalos, enojado y reclamando que se rectifique: “Yo soy Cantimpalos y no hacen sino decir ‘El ánsar de Cantimpalos, que salía al lobo al camino’ y es menester que les digáis que me han hecho de asno, ánsar y que era un asno el que yo tenía y no ánsar y los ánsares no tienen que ver con los lobos y que me restituyan a mi asno en el refrán y tomen su ánsar, justicia con costas y para ello…”.

El pastor que no cura la roña, lobo le mate el ganado y rabia le coma. Reprende a los pastores que no cuidan bien de sus ovejas y lo hace extensivo, como maldición, a los que no cuidan de las cosas que tienen a su cargo y, en general, a los perezosos e indolentes.

A este abandono y dejadez del mal pastor hace referencia la siguiente copla, VI de las 32 novenas que conforman las Coplas de Mingo Revulgo (s. XVI): “¡O mate mala ponzoña / a pastor de tal manera / que tiene cuerno con miera / y no les unta la roña; / ve los lobos entrar, / y los ganados balar, / a él risadas en oíllo, / nin por esto el caramillo / nunca cesa de tocar!” El cuerno era una especie de vaso o frasco hecho de un trozo de cuerno de vaca y cerrado con tapones de corcho en sus extremos. Fue de uso común entre los campesinos como aceitera, vinagrera y salero para aderezar la comida en el campo, particularmente ensaladas y gazpachos. La miera es una especie de aceite o brea que se elaboraba por destilación al cocer la leña y el fruto del enebro de la miera ‘Juniperus oxicedrus’. Tiene un ligero sabor acre y amargo y goza de propiedades antisépticas y vulnerarias. Se utilizó en medicina y veterinaria y ya, dentro de esta, para tratar la roña de las ovejas a la que alude el dicho.

El polvo de la oveja, alcohol es para el lobo. Documentado ya en el libro del Marqués de Santillana, lo recoge el Comendador. Aquí ‘el alcohol’ viene a ser un aliciente para disponer el apetito y enseña que, al alcanzar el gusto que se pretende, no se acostumbra a reparar en el perjuicio y daño que se pueden seguir. En ocasiones se usa cuando por los indicios o señales todo apunta a que un negocio se presenta muy favorable. En su sentido literal expresa que la huella que traza la oveja al caminar, es un estímulo para el instinto y la necesidad predadora del lobo.

El citado marqués lo glosó así: “La afición o la natural inclinación no se disminuyen, antes bien, se aguzan con los impedimentos que contra la cosa deseada se ofrecen”. Denota que cuando se desea una persona o cosa, todo lo que a ella atañe, embelesa y encanta. Con este proverbio respondió un galán que se iba tras unas damas, diciéndole que se quedase o pasase adelante, porque le harían polvo: ‘El que marcha tras su interés, no repara en incomodidades’.

Otros similares son: “El polvo de las ovejas no mata al lobo”. Figuradamente dice que, sean co-mo sean las molestias, cuando se persigue alguna cosa con goloso deseo, antes incentivan que desalientan; es decir: ‘El que va tras su gusto, no repara en su daño’. Covarrubias. “El polvo del ganado, al lobo saca de cuidado”. En línea con los dos anteriores y los dos siguientes. Se utiliza también cuando por los indicios, vamos conociendo el buen aspecto que presenta un negocio. “El polvo de las ovejas, nunca al lobo hace mal” y “EL polvo del ganado, no hace mal al lobo”. Son análogos entre sí y muy parecidos a los anteriores.

Entre lubricán. Quiere expresar algo como entre lobo y perro, cuando al amanecer y al anochecer no distinguimos si es uno u otro. Se dice de los crepúsculos y del vespertino, en particular, en que, terminado el día, la noche aun no comienza. El Comendador lo hace venir de can y lobo. Correas no está de acuerdo porque ‘le introduce la erre y muda letras’. Él lo supone del latín ‘lubricus’ y ‘lubricanus’ y así, lubricán sería “cosa deslizadiza, como el anochecer en el que se nos desliza el conocimiento distinto de las cosas”.

Se dice también ‘al lubicán’, que no recoge el DRAE y ‘al lubricán’ que sí reconoce y admite como proveniente del latín ‘lupus’ y ‘canis’, lobo y perro, influido por lóbrego, lo que aclararía la contradicción del maestro Correas; aunque yo me inclino por lubicán o lupicán, lobo y perro, simplemente. De igual modo se emplea la expresión ‘entre perro y lobo’, traducción de “entre chien et loup”, que es como los franceses llaman a esa luz indecisa del atardecer, que se presenta cuando el sol ya se ha puesto; pero la noche aun no ha cerrado. Es la hora del crepúsculo vespertino, cuando no se distingue si un pelo de burro o de camello es blanco o negro, sino que parece gris, como hacen los mahometanos durante el ramadán, llegando así al momento en el que cesa el ayuno diario y pueden ya comer.

Ojo de halcón, paso de buey, diente de lobo y hacerse el bobo. Proverbio dado como consejo de actitud a tomar en la vida, oriundo del Norte de España. Establece las normas a tener en cuenta para hacerse valer, ser prudente, aprovecharse de la sabiduría basada en la experiencia y disimular y comportarse según la ocasión. Se consideran como los cuatro requisitos o condiciones necesarios para tener éxito en la vida y son parecidas a las tres normas principales de la ‘gramática parda’ extraídas de la filosofía popular que Fernán Caballero propone en “Cuentos y poesías”: ‘Ver venir, dejarse ir y tenerse allá’. Sobre esto, Montesquieu solo recomendaba: “He observado muchas veces que, para prosperar en este mundo, hay que tener aire de tonto; pero sin serlo” y Camón Aznar objetó: “Para triunfar no hace falta tanto; basta con paso de buey”.

Otras variantes parecidas son: ‘Paso de buey, diente de lobo y hacerse el bobo’, ‘Paso de buey, corazón de lobo y hazte el bobo’, ‘Paso corto, vista larga, paciencia y mala intención, que ya te llegará la ocasión’. Esta última de José María Iribarren. Con cualquiera de ellas viene a decirse que el éxito social o económico siempre está más al alcance de los pícaros que de los hombres rectos, es decir que, aunque este proceder no sea ético, quizá sea conveniente. El patrón original de estas citas es probable que se encuentre en los proverbios latinos: ‘Dulce est desipere in loco’ de Q. Horacio, que viene a significar: Es placentero el hacer el papel de tonto cuando así conviene. Es decir, hay tiempos o estaciones en que se permite al sabio revestirse o tomar el aire de frivolidad sin incurrir en culpa ajena. El otro, le es similar: ‘Stultitian simulare loco, sapientia summa est’. El asumir el aire de loco es en ciertas circunstancias la sabiduría más consumada.

De lo contado come el lobo y anda gordo. Así se recoge en Juan de Valdés; pero antes, el Marqués de Santillana y después, el Comendador (del que bebe el DA) refieren solo la primera parte. La expresión ‘de lo contado’ alude a las reses lanares de los contaderos mesteños u otro ganado (porcino, cabrío, vacuno, etc.) en lugar de salvajina. Critica el exceso de celo; porque puede atraer la malevolencia el hecho de comprobar demasiadas veces los rebaños o las cosas consideradas valiosas. Por todo ello indica que, a pesar de la mucha vigilancia, nada se puede sustraer enteramente a los demás.

Por otra parte, requiere atención y cuidado con los administradores, en particular con los bienes ajenos y del erario, tantas veces objeto de rapiña y concusión. En general, nos advierte que no, por guardada y custodiada, está segura una cosa; porque al goloso y codicioso no hay temor que le refrene su apetito feo y deshonesto. En Francia también tienen este dicho: ‘Brevis comtée le loup la mange’. La oveja contada, el lobo la come. Otro parecido es: ‘De lo hurtado come el lobo’, que se aplica a aquellos que, con sosiego y sin pena, comen y triunfan injustamente a costa de inocentes; pero tiempo habrá en que les venga el castigo todo junto, como al perro los palos. O como se dice en los que siguen: ‘Mucho daño hace el lobo, mas también a él se lo hacen’, que enseña que al que hace un daño, una burla o habla mal, se le puede pagar en la misma moneda. ‘Mucho daño hace el lobo; pero en una hora lo paga todo’ y su análogo: ‘No hace el lobo en un año lo que paga en un rato’. Los dos aluden al castigo que se daba a los animales tenidos como dañinos, en referencia a lo mucho que se les hacía sufrir en la fiesta que organizaban cuando los apresaban, haciéndoles pagar de una vez por todas sus fechorías llevadas a cabo en diferentes épocas y lugares. Solían terminar con la muerte del animal. Por analogía, se aplica a las personas cuando el castigo de las culpas es despropor- cionado a su causa, particularmente si se les juzga por todos los delitos cometidos en las numerosas ocasiones, acumulando en una sola todas las penas, sobre todo cuando en su debido momento, no quisieron enmendarse ni corregirse.

El hombre es lobo para el hombre. El lobo ha sido y es muy utilizado para equipararlo con el hombre; pues, en ocasiones, ambos son fieros, crueles y astutos. Se refiere a la maldad humana o al hecho de que, a veces, nuestros peores enemigos son los propios congéneres y refleja el daño que, de ordinario, se producen los seres humanos entre sí, superando en brutalidad a cualquier otro animal.

Está sacado de la ‘Asinaria o la comedia de los asnos’, de Plauto (259-184 a.C.). La cita completa es: “Lupus est homo homini, non homo, (quom) qualis sit non novit”. Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando no descubre quien es el otro. Es decir, cuando desconfiamos del otro y, por tanto, este se convierte en un perfecto desconocido. Hay quienes piensan que, en su sentencia, el escritor se quedó corto, debiendo haber añadido: “y el hombre es un lobo para sí mismo”, si tenemos presente que tampoco nos conocemos (Nosce te ipsum). Se refería a los ‘hombres lobo’ que mataban a sus semejantes. Sin embargo, el primero en tratar el asunto fue Platón, fallecido un siglo antes de que Plauto naciera, en ‘La República’, donde establece la teoría del ‘espacio vital’ como una de las causas de la guerra. Después serían el alemán Ratzel, con su ‘Lebensraum’ y Thomas Hobbes, filósofo inglés y uno de los padres del absolutismo, en su Leviatán (1651), tratado donde desarrolla la teoría que preconiza el dicho, quienes lo repetirían; pero con otro sentido e intención: fundamentar la teoría política moderna. Y como los tiempos son cambiantes, quizá hoy, en política actual, el lobo del lobo político se llame juez; aunque en la nuestra no exista desde que los políticos son, por ley orgánica, ‘amos y jueces’ de jueces y fiscales.

En otro terreno, los amantes de los animales opinan que este tipo de dichos y comparaciones son un recurso más de la costumbre humana de hacer recaer sobre algunos animales nuestros prejuicios para insultar y desacreditar a lo peor de la especie nuestra. Pobres animales que cargan con todo lo malo que les echan: animales dañinos, salvajes, alimañas, de malos instintos y crueles, cuando resulta que, mirados con la lupa de la ciencia, descubrimos que son todo un ejemplo de inteligencia social y cooperación. A la sentencia del dicho contestó Félix Rodríguez de la Fuente: “Ojalá el hombre fuera un lobo para el hombre; porque el lobo no tortura, ni encarcela, ni construye campos de destrucción para los suyos”. El único que amenaza a la humanidad es el propio hombre. El cazador solo se conforma con menos caza cuando ya no queda y el siguiente paso es su propia extinción. Como resumen, ahí van unos versos de José Emilio Pacheco, mejicano galardonado con el Premio Cervantes 2009, sacados de su ‘Lupus’: “En la noche del mundo el gran temor. / A su ferocidad siempre al acecho / hace temblar con su brutal aullido. / Deja huellas de sangre entre la nieve / y en los barrancos, pilas de cadáveres. / Nos ha vencido en todas las batallas. / Levantó las murallas que nos cercan. / Nos oprime con cepos y cadenas. / Un día el monstruo pasó ante nuestros ojos, / receloso y amargo entre las ruinas. / Era el lobo del hombre: el hombre mismo”.

Como contrapunto, Séneca nos dejó escrito: El hombre es algo sagrado para el hombre.


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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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