Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de J. M. Arévalo. 34×46) (*)

Cayó precisamente el día de Reyes. Ya estábamos hasta con rogativas cuando llegó la gran nevada. La sequía había sido uno de los grandes temas a la entrada del año, y nos habíamos saturado de imágenes de cauces ausentes de río y de pantanos exhaustos de humedades cuando apareció el frío, y no un frío cualquiera: un frío polar acompañado por la nieve. Y España se tiñó de blanco. En efecto, ahora desde mi atalaya puedo ver un paisaje de blancos densos y continuos desde un extremo a otro de la sierra.

“Vaya, qué casualidad, se diría que la ansiada nieve ha sido un regalo de sus Majestades”, pensé yo. “Ahora todo el mundo dirá que por fin se ha producido el esperado cambio, y hará el oportuno comentario acerca de su coincidencia con la Epifanía…” Eso pensaba, según vengo diciendo, ya que, los beneficios del brusco cambio meteorológico aún no acababan de salir a la palestra. Sólo hoy, cuando me propongo escribirles el presente artículo, oigo a una locutora especialista referirse a la situación en este aspecto, y eso porque el caudal del Ebro en Zaragoza se duplicó en dos días.

En efecto, la reacción mediática no se produciría en el sentido de congratularse por el decidido cambio meteorológico, sino que se centró en un monumental atasco en una carretera de peaje. Vamos, que aquí lo importante es la ocasión que proporciona cualquier acontecimiento negativo para arrearnos los unos a los otros, que es como en estos pagos se hace “la política”. No importa que, como he podido oír a lugareños de varias provincias españolas, el temporal esté catalogado como el más intenso de los últimos veinte o treinta años y que hayamos contemplado sus efectos en otras zonas europeas. No importa que nos hablen incluso de muertos, o que podamos ver impresionantes reportajes sobre las carreteras norteamericanas paralizadas por el temporal. No importan las situaciones casi límite producidas en muchas ciudades extranjeras en las que los vehículos se encuentran sepultados y las familias aisladas en los pueblos. Aquí lo interesante es, la oportunidad de poner verde al gobierno que ha permitido “nuestro atasco”. Ya saben ustedes cómo es el aprovechamiento de las tragedias en España: como funcionó con el “Prestige” o con el ataque terrorista del 11 de Marzo del año 2004; con el “nunca mais” de turno. Y a mí me parece vomitiva esta noción de la política como un combate en el que todo vale para desestabilizar a un adversario decididamente convertido en enemigo.

Y, claro está, en situaciones como ésta surgen como siempre los famosos “listillos” de turno; los que por lo visto siempre conocen el sistema que evite cualquier posible contingencia; aunque nunca dieran golpe ni resolvieran en su vida nada. Pues listos sí que son, pero para tejemanejes partidistas. Capaces son incluso de superar la vergüenza que supone pontificar ante las cámaras cuando se sienten incapaces de resolver cualquier problema real.

Y es que en realidad nada salvo su sillón les importó nunca demasiado, ya que en su militancia desarrollaron un rostro de cemento con el que se sentirán blindados por una impunidad asegurada. Y porque siendo como son una generación de adolescentes, su permanente actitud les mueve a desarrollar desde la inepcia y la ignorancia una exigencia permanente a los demás. Exigencia que en este caso se aplicará al grado de previsión ante las circunstancias meteorológicas previstas como pudiera ser a cualquier otra cosa. Y no digo yo que esto no sea posible, puesto que siempre cabe mejorar en todo, pero que en este caso conocen ya un considerable desarrollo en nuestros días.

En efecto, me referiré para empezar en la experiencia propia: cada vez que atravieso Somosierra constato la existencia de un gran parque de vehículos especiales para luchar contra la nieve y una gran superficie no ocupada normalmente y rodeada de instalaciones hoteleras que debe permitir el albergar camiones y supongo que también otros vehículos en caso de emergencia. Y aquí, no lejos de mi casa, veo también unos depósitos para la “vialidad invernal” que supongo repletos de la sal que se estimada necesaria para limpiar de nieve la autovía.

Por otra parte los listillos también expresan quejas sobre una insuficiente información, cuando no solo la televisión nos la reitera hasta la náusea, sino que la repite la radio del vehículo. Hasta el móvil nos la proporciona aun sin pedirlo en cada caso. Y por todos los lados y vías nos dicen cuáles deben ser las precauciones que nos corresponden a los viajeros, como llevar algunas mantas, y cargar los móviles y el depósito de carburante a tope. Todo esto es reiterado por distintas vías y forma parte de nuestra cultura.

¡Pero si hemos llegado al punto de que nuestro móvil nos hace ya comentarios sobre el lugar en el que nos encontramos! Así ayer. sin ir más lejos, al acercarnos a la iglesia nos diría que ésta era un lugar interesante para la fotografía…

Pero la verdad es que todavía existen cosas que llegan a superar al hombre en situaciones límite, y entre ellas esas nevadas imperiales que dejan incomunicados a los pueblos y que hacen casi imposible la circulación rodada, porque las carreteras son conductos estrechos por anchos que parezcan, de manera que basta con que se crucen dos camiones que patinen para cerrar el paso a los demás vehículos. Además, como ocurrió repetidamente en este caso, hay gente que no lleva las cadenas necesarias para circular en tales condiciones. Y hay quienes patinan y pueden darse contra el quitamiedos porque no ven con nitidez los bordes, y coches que se alcanzan por falta de reflejos o por un fallo de los frenos.

Y hay días en que, como en este caso, son muchos miles los que vuelven de festejar la Navidad y el cambio de año y además prefieren asegurarse tomando precisamente la autopista… A mí me ocurrió una vez cuando dos grandes camiones se cruzaron en el Alto de la Barga obstruyendo totalmente el paso y tuve que quedarme a pernoctar en Burgos.

Pero por lo que se ve, el hombre de hoy no admite la imperfección ni siquiera de la naturaleza. Supongo que si a alguien le cayera un rayo encima también echarían a alguien la culpa y recomendarían pasarle al Gobierno la factura, puesto que hoy cualquier cosa es un derecho, y por supuesto se reclama gratis. Hasta resulta que ahora se pretende que a los perjudicados del atasco se les conceda una cierta suma de dinero que se pagará religiosamente en aras de la “corrección política”…¡como compensación moral!. Y todos tragarán. ¿Pero qué concepto de lo moral tiene esta gente?

PS:
Imagino lo que pensarían nuestros padres si vieran hasta que punto se hacen previsiones y se montan sistemas de todo tipo para el control, la ayuda y la coordinación del tráfico rodado. Sistemas que de seguro habrán costado una fortuna.
Para mí lo único bueno de este asunto ha sido ver como, una vez más, la Unidad Militar de Emergencias acaba resolviendo cualquier situación que se presenta. Supongo que, por la cuenta que la trae, y por que en caso contrario la correrían a gorrazos los perjudicados, de ahora en adelante ninguna autonomía más o menos “histórica” se atreverá a rechazar su generosa ayuda.
No deja de resultar contradictorio el ver nuestras piscinas congeladas por un desusado frío polar que tiene más de media España bajo cero mientras leemos comentarios sobre la rápida fusión de los hielos polares.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://c1.staticflickr.com/5/4710/27832414459_6510027902_b.jpg

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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