Antaño y hogaño (V). 1. Período de la adolescencia

Por Carlos de Bustamante

( Joven con gorriones. Acuarela de Margarita Forteza Villar) (*)

No por falta de otros y muy importantes acontecimientos en el período anterior, he dado el salto a éste que le sigue, no por falta, digo, de otros acontecimientos, sino porque creo tan cierto como la vida misma, que en la edad intermedia las mayores tragedias en el diario vivir, no marcan al niño en edad escolar para siempre. Hizo tan “superbién” el Creador al hombre que es en este otro período cuando lo agraciado o desgraciado no permanecen estancados en el río del acontecer humano. Siguen la corriente lenta o impetuosa, so pena de que el agua limpia y clara se convierta en un charco de ranas y bichos.

Salvo que nuestro niño fuera una “rara avis”, cosa que no parece, edad y sucesos, aún con luces y sombras, prosiguieron una andadura imparable. Bien se encargó la madre de las criaturas de que el hogar donde vivieran fuera siempre luminoso y alegre. Recogió con mucho amor el legado entregado en la hora de la verdad, y puso manos a la obra para transmitirlo a sus hijos.

Legado que, como creo haber constatado con anterioridad, corresponde a un caballero cristiano de una pieza. Grabado a fuego en la mente de quien comenzaba una nueva etapa, puede transmitirlo sin necesidad de recurrir al testimonio escrito que recibieron cada uno de “puño y letra” de su madre. Fueron las últimas palabras del que con generosidad inmensa entregó su vida por los más altos ideales. Fueron éstas: “Sagrado Corazón de Jesús, os ofrezco estos sufrimientos y muchos más que quieras, Señor, mandarme por la salvación de mi mujer y de mis hijos”.

En una posdata bellísima, la mujer fuerte de la Biblia dedicó a cada uno de los hijos su particular mensaje: “no pierdas nunca (nombre) los grandísimos méritos de quien fue mi mayor amor en la tierra”. Amén. Con todo cariño tu madre Mª Eugenia.

Al que dejó de ser niño en períodos anteriores se le presentaron, para vivirlos, dos frentes con un denominador común: las causas de la pérdida humana del padre; y una nueva visión de cómo vivir en adelante. Para mayor claridad, cómo en los estudios, en las lecturas, en los deberes propios del que comienza el período de adulto, darlos a cada uno y en su conjunto el sentido cristiano que padre y madre quisieron para cada uno de sus hijos.

Algo que, en honor a la verdad, no sabía bien cómo hacer “eso” posible, sí entendió divinamente los principios necesarios para comenzar.

También para “esto” lo entendió mejor que cómo ponerlo en práctica. Sin que crea fuera excepción, el que comenzaba la adolescencia encontró más facilidades que dificultades. Las primeras –las facilidades-provenían de la formación recibida de su madre, coincidente en todo con el legado y vida del padre, complementadas ampliamente con las enseñanzas del colegio. Las dificultades, variadas y complicadas, provenían de su propia persona, del ambiente y de lo que la naturaleza le mostraba durante los largos períodos que vivía en la Dehesa. Facilidades y dificultades que, si Dios es servido, les iré desgranado en sucesivos escritos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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