Antaño y hogaño. Confidencias de Navidad

Por Carlos de Bustamante

( Parroquia de San Josemaría, Burgos. Felicitación de Navidad del estudio de Enrique Villar) (*)

Mentiría como un bellaco si les dijera que son éstas las primeras confidencias que les hago en esta serie de Antaño y hogaño. Será una más, pero no la última si les confieso no sin cierta vergüenza, que los que escribimos, no decimos por lo general lo que -como en los diferentes períodos en los que estamos-, realmente sucedió, sino debidamente “edulcorado”, `como hubiésemos deseado que ocurriese´…

¿Nos va a decir usted entonces que cuanto escribe en los períodos relatados y por relatar son todas mentiras o que, cuando menos, todo es ficticio? ¿Nos va usted a decir ahora que cada relato no es biográfico de un personaje muy cercano al que otrora fue rezongón? ¿O que las virtudes o defectos del personaje en cuestión, no son ciertos y que tan buenos son éstos como sus contrarios? ¡Momento, por favor!

Comienzo a responder por el último interrogante: lo negro, es negro y blanco lo blanco; como la virtud lo es y lo mismo el defecto; y mal lo malo o bien lo bueno. Ya saben. Referente al segundo interrogante, les aseguro que el período de la juventud del o de los que los protagonizan están basados en hechos reales. Pero –y con este “pero”, les contesto al primero que puse con interrogaciones-: el que tengan esta base no quiere decir que nada ni nadie puede impedir al relator que se tome alguna libertad de narrarles a su modo; es decir, ciertos en lo básico pero edulcorados en la forma. O si lo prefieren, insisto, como le hubiera gustado que ocurriesen.

Ni del todo, pues, verdad, ni del todo inventado. Hecha esta primera confidencia que nada o poco tiene que ver con la Navidad, prosigo más centrado ya en el enunciado. Dijo un gran santo –y dijo bien, claro- que para comprender mejor lo que se cree ve y aprende, es conveniente “meterse en la escena y vivirla” como un personaje más de los que la componen. Pues bien, vamos a hacerlo ahora, si les pete, con las escenas de Navidad que por doquier y gracias a Dios aún vemos representadas en domicilios particulares, comercios, calles o plazas públicas en infinidad de pueblos y ciudades.

Hacerse personaje con los “verdaderos y más importantes protagonistas”, puede que sea un no pequeño atrevimiento. Insustituible el Niño, porque es Dios hecho hombre, nos será del todo imposible. Hacer de San José, pudiera sernos algo más factible, pero no fácil. ¿Se imaginan mis amigos y probables únicos lectores cómo tuvo que sufrir el santo varón cuando supo –porque era hombre justo y sencillo, pero no tonto porque lo vio- que su esposa estaba embarazada y mejor que nadie que no había sido por él? Tanto y tan grande fue el sufrimiento que, cumplidor de la ley judía, decidió no repudiarla, sino abandonarla en secreto “sin dar tres cuartos al pregonero” por tanto amor como la tenía.

Y ¿no creen ustedes mismos, mis amigos, que cuando recibió del ángel la revelación del enigma, de alguna manera también él dijo “sí” (fiat) al querer de Dios? ¿Y no podemos de forma parecida –haciéndonos, difícil pero no imposible, personajes con él para como él y su Esposa decir también “hágase”? Item digo: si nos metemos en la cueva-establo ¿no podríamos ponernos en el lugar de José, para en cierto modo sustituirle? ¿No acondicionaríamos, como él escoba en ristre hecha de palmitos el portal-cuadra? O más aún y mirando con cariño a su esposa no haríamos también nosotros, como él preparar una cuna improvisada en el pesebre junto al calor de los dos animales y con paja nueva y limpia a modo de colchón…?

Posiblemente así también sufriríamos por la imposibilidad de ofrecer al Niño, que bien sabía había sido concebido por obra de Dios Espíritu Santo. Y como él recibiríamos el consuelo de cariño y comprensión de su Esposa que trocaría la tristeza en gozo. Si toda esta forma de hacerme personaje de personas de tan altísimo rango, podría optar por hacer de pastor o por más niño, zagal para ofrecerle leche, requesón, manteca y vino.

Con más atrevimiento, puesto que me hice niño, podría también cantarle:

“Venid con amor pastorcitos/venid al portal de Belén/ que el Niño Jesús ha nacido/ ha nacido nuestro bien/ Pastores venid/ no hagáis ruido/ venid al portal/ y escuchad/ al Dios-Niño recién nacido/ su Madre cantándole está/ y el Niño la dice al oído/ que quiere ser luego zagal//.

Como mi padre pastor y sus compañeros alborotarían demasiado les diría con el atrevimiento de niño zagal: Cantemos más bajo/ y hablemos quedito/ porque no despierte/ que está dormidito…”

Con la sonrisa de su Madre agradecida y de mi padre y señor san José`, quedaría muy bien pagado. ¡Qué bueno es José! ¡Qué preciosidad de Niño! Y ¡qué hermosa su Madre! Sí, es bueno hacerse personajes y vivir tan bellísima escena. ¡¡Feliz y santa Navidad!!


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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