Ojo con las exageraciones

Por Javier Pardo de Santayana

( Acuarela de Manuel Prieto de felicitación de la Navidad) (*)

Pues menuda se armó con lo de “sexo débil”. Por lo que se ve las feministas saltaron a la yugular de la Academia, y ésta accedió a añadir que es expresión ”usada con intención despectiva o discriminatoria”. Ahí queda eso. Pues a mi me parece que de esta forma se está exagerando como se exageraba con lo del piropo como expresión “machista”, y lo refrendé incluso con una cómica “experiencia personal”. Por eso creo que las feministas se pasan como casi siempre en su papel de vigilantes.

Por otra parte, el tema de la fuerza y la debilidad es algo relativo. En efecto, puede haber mujeres más fuertes que los hombres: por ejemplo, sabemos que existe una española reina de la halterofilia que supera en fuerza y en potencia a una gran parte de los hombres. Pero es un hecho que se da distinto tratamiento a uno y otro sexo imponiendo exigencias diferentes en cuanto a pruebas físicas para igualar la probabilidad de ingreso en determinadas profesiones aún cuando las mujeres y los hombres tengan que realizar idénticas tareas en el ejercicio de su trabajo diario.

Con lo cual uno podría preguntarse si quienes organizaron tal sistema para seleccionar a los opositores no tendrían la intención de fastidiar al “sexo fuerte” añadiéndole mayor dificultad en los exámenes y pruebas. Además imaginen la que se montaría si esta diferencia se hubiera establecido “sensu contrario” oficialmente.

Y es que en el tema de los sexos observamos obsesiones con escaso fundamento lógico y demasiada sensibilidad herida, cuando no un excesivo postureo que no responde a la “memoria histórica”. Que existe el “machismo” es evidente aunque hasta ahora no lo reconociera suficientemente la Academia, pero cuando se pasa ahora de rosca el “feminismo” nadie se atreve a decir nada. Desde luego existen diferencias evidentes – y no es pecado recordarlo – relacionadas casi siempre con una realidad fundamental: que la mujer tiene la capacidad de dar la vida a un nuevo ser y que por ello demanda protección; de ahí que fuera relevada de la obligación de combatir. Así que a todo lo largo de la historia los hombres fueron a la guerra y las mujeres no. Por otra parte, alguien tenía que ocuparse del hogar: desde la salida del sol hasta la noche había que mantener encendido un fuego imprescindible para guisar los alimentos y aun para calentar la casa y disponer de agua caliente; además era preciso ocuparse cuidadosamente de los hijos, o sea del futuro. Y podría haberse optado entonces por que todo esto lo hiciera directamente el hombre, pero se repartieron las tareas según se consideró más conveniente por natural y lógico en su día. Quiero decir que el hecho de que ahora, con la calefacción, el gas y la electricidad – y con la posibilidad de preparar una comida con cierta rapidez – se pueda proceder de otra manera puede considerarse novedoso si lo abordamos desde una perspectiva histórica. Tanto, que todavía no se ha logrado que el actual sistema de reparto funcione sin que se produzcan desazonadores rozamientos.

Yo sé que todas estas cosas dan mucha rabia a nuestras feministas, mas creo que éstas se ponen demasiado trágicas cuando desean llevar a la picota a quien se atreve a pronunciar una palabra laudatoria de su belleza física o tiene la osadía de reconocer una determinada superioridad del hombre en cuanto al uso de la fuerza bruta. Y de verdad lo siento, porque según parece, esta superioridad – si así puede llamarse – se reconoce aún en casi todo el mundo deportivo, donde se hace distingos entre el fútbol, el baloncesto y el balonmano de uno y otro sexo. Lo mismo que en la natación o el atletismo por no citar otras muchas disciplinas.

Así se podría incluir hasta el boxeo, donde sería inconcebible poner frente a frente a una mujer por muchos kilos que tuviera contra un peso pesado masculino de aquellos que le dan miedo a cualquiera. O en el tenis: hace poco oí comentar a un especialista que si bien una Garbiñe o una Venus Williams darían cien vueltas a la inmensa mayoría de los hombres, poco tendrían que hacer frente a un Djokovich o un Nadal, no ya por la mayor habilidad de éstos manejando la raqueta, sino por su mayor potencia con los golpes.

Conclusión: que el postureo feminista, hoy intocable por afectar de lleno a lo que llaman “corrección política”, está haciendo parpadear hasta a nuestros excelsos académicos haciéndoles pasarse varias calles a la hora de calificar determinadas expresiones clásicas. No; no es cierto que la expresión de “sexo débil” sea dicha o escrita necesariamente “con intención discriminatoria o despectiva”. La prueba es que la mayor parte de las veces no se utiliza en un sentido estricto sino con un aire irónico o para afirmar exactamente lo contrario. Basta con pronunciarla con cierta retranca o simplemente enmarcarla entre comillas.

PS: Observará el lector que también me he permitido utilizar en este artículo alguna que otra expresión recientemente incorporada al diccionario, como “machismo” y “postureo”. Así verán ustedes que me mantengo al día.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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