Antaño y hogaño (IV) -4- Período de edad intermedia o escolar

Por Carlos de Bustamante

( La sombra del niño. Talla de Lola Catalá en lolacatala.com) (*)

Se lo he dicho, mis amigos y únicos probables lectores, que durante este período se vivía en toda España el ambiente de los frentes de guerra…, pero en retaguardia. En el colegio del niño en edad intermedia o escolar, motivado además por el reciente martirio de numerosos Hermanos de las Escuelas Cristianas, que lo son de san Juan Bautista de la Salle: los del colegio de Nuestra Señora de Lourdes. Nada de extrañar por tanto, que si antes de entrar en las “clases” se cantaban himnos patrióticos, las demás actividades – asignaturas aparte-llevaran este signo.

Significativas por ello las actividades durante los recreos. Siempre dos bandos: “blancos y azules”. El niño sí recuerda, porque era uno de los distinguidos en la guerra simulada con pelotas de trapo; “balas” totalmente inofensivas pese a la fuerza con que eran lanzadas por los blancos contra los azules o viceversa. Cuando el proyectil arrojadizo estaba en poder de unos, los otros tenían como defensa un pequeño escudo de madera. No hubo nunca heridos. Pero el empeño puesto en la lucha no era ni comparable con el que desarrollaban en otro de los juegos preferidos: civiles y ladrones.

Y digo que el niño era uno de los distinguidos porque, acostumbrado al lanzamiento de piedras (cantos) en el campo contra todo bicho viviente -¡que bárbaro!- zumbaba el proyectil terrible cuando lanzaba la pelota de trapo de tal modo que de no pararlo el contrario con el escudo, “levantaba ampollas”. Normalmente el niño era el capitán y los “soldados” escogidos por él, entre los más intrépidos de la clase. Con tal pasión se entregaba al combate, que hasta se le olvidaba que, terminado el recreo y la batalla, había de enfrentarse con un enemigo con el que siempre llevaba las de perder: las matemáticas; o las que sin llegar al pomposo nombre de los mayores decían simplemente cuentas.

El ambiente guerrero era completo cuando en los días en que no “había colegio”, se reunían los numerosos amigos, por supuesto los más belicosos, en el patio de las casas militares que las separa una tapia de la Academia de Caballería. Allí no había blancos ni azules, sino chicarrones guerreros incipientes por un lado (el nacional) y la portera de una de las casas que intentaba cumplir la misión de que nadie corretease por el patio. Es de suponer que por la experiencia de la bomba de la que se libró “por los pelos” (dicho con toda propiedad) fue uno de los hoy combatientes…contra la portera. Pese a no estar ésta en sus verdores, corría palo de escoba en ristre tras los transgresores de la orden recibida. Con enorme jolgorio para los “combatientes”, comenzaba la batalla. Como el arma arrojadiza de “la bruja”, como llamaban a la fiel cumplidora, era más peligrosa y dura que las pelotas de trapo, improvisaron escudos con las tapaderas de pucheros viejos –o que pronto hacían viejos- para estos menesteres.

Entrenados en las batallas del patio del “cole” durante los recreos, la mayoría de las veces paraban con tan singular escudo el palo de escoba lanzado con rara maestría por “la bruja”. Otras…

Con éstas y otras actividades, el niño era cada vez menos niño. Lo veremos sucesivamente en esta serie de artículos que, si Dios es servido, preveo larga ¿demasiado…?

Como puede comprobar quien siga tantas aventuras y desventuras, nada les he comentado de cómo transcurrían las vacaciones de verano o incluso de Navidad en el campo. Todo se andará, porque relativamente adaptado a la capital, lo que de verdad le imprimió carácter al niño fueron las largas temporadas en la Dehesa de Peñalba. Campo que a partir de los 4-5 años sustituyó al de Dueñas en tierra Medina. Tiempo al tiempo; y si Dios es servido, lo veremos próximamente.

Mientras tanto y con o sin juegos a pelotazos o palos de escoba, y siempre a remolque de las cuentas ¡ahora con problemas! el ya no tan niño, pasó de la tercera clase elemental a la siguiente: ingreso. Diez años. El punto intermedio de mayores y niños; e importante, de recreos en el patio de los pequeños al de mayores. Sin ser del todo ni lo uno ni lo otro, la evolución externa e interna sobre todo fueron evidentes. Incluso los juegos durante el recreo también fueron distintos. Siguieron, sí, los bandos de blancos y azules; pero ahora los blancos eran más blancos y los azules más azules. Es decir que de juegos pasaron a competiciones. Y ¡voto al chápiro verde!, que al mozo tampoco se le daban mal.

Al fondo del patio, de tierra, había numerosos armeros… ¡no, no se me alarmen, que éstos eran armeros de paz!… relativa. Como los fusiles en armeros de verdad, se alineaban inhiestos en ellos abundantes “zancos de madera”. En equilibrio “estable, inestable o indiferente” caminaban, corrían o golpeaban la pelota de trapo en equipos sobre zancos; y de blancos, claro, contra azules. Competición curiosa donde las haya. A ella se entregaban con pasión. Vencedores las más de las veces los blancos, parece que los azules cogieron complejo de “rojos”. Con el mismo entusiasmo del nacional un hermano con buenas aptitudes musicales y poéticas compuso el himno: “Blanco y Azul”. Ya en la ancianidad, he de estrujarme las neuronas para recordar la letra –la música está bien grabada- y que trataré de teclear tras el vano intento de encontrarla escrita pese a ser luego oficial del colegio en las competiciones nacionales interescolares de gimnasia, deportes y atletismo; en las que, lástima, no participaron los de ingreso:

“El oro del sueño y de ilusión/ de nuestra sonrisa estudiantil/, con himno de enérgica expresión/ en la gimnasia resplandece varonil//. Del sol el beso germina nuestra vida en flor/ patrios afanes animan nuestro ser/ que en nuestro pecho sentimos conmover…//.Noble ideal, juvenil/ alienta nuestro afán/ soñando en aventuras mil/ de ignotos días que después vendrán/. Y si la voz, a luchar/ del cielo rasga el tul/ mi vida sin dudar/ gozoso ofreceré/¡ Blanco y Azul!//.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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