Un belén en tiempos de zozobra

Por Javier Pardo de Santayana

( El Belén de las Angustias ya está puesto) (*)

Harto de oír sandeces que poco tienen que ver con la razón y el buen sentido, ahito de escuchar ideas y argumentos artificiales o contra natura para justificar aberraciones, decido volver a lo esencial, que es el misterio; el gran misterio del que nadie escapa. Ese misterio del que nadie quiere saber nada pero que seguirá retándonos aunque pongamos hombres en la luna, nos disfracemos de tecnología, nos engañemos con enredos o nos impongamos los unos a los otros las teorías más sofisticadas. Así que nos refugiaremos en las cosas sencillas donde silenciosamente reside la Verdad, y aceptemos lo que nos enseñaron nuestros padres, fruto de miles de generaciones que intentaron comprender el misterioso sentido de la vida.

De este modo aparece, sobre las oscuridades de la historia de esta humanidad desorientada, la Historia de la Salvación del Hombre arrojando la luz que nuestra inteligencia necesita para entender siquiera un poco el aparente caos que nos rodea. Quien nos creó no nos abandonó a la confusión sino que nos proporcionó las pistas que nos permiten comprender lo que nos pasa y entender el sentido de nuestra existencia. Y éste es un buen momento para recordarlo, cuando en el ciclo anual se ha abierto ya el Adviento, que es el tiempo para la esperanza…y también para instalar el Nacimiento.

Manos a la obra, pues, que no es cosa de nada. Un armario bajo la escalera está en mi casa dedicado a albergar durante todo el año ese retazo de naturaleza que convertirá el cuarto de estar que mira al porche y al jardín en el más importante suceso de la Historia. Mi mujer y yo, que hoy nos afanaremos en recrearlo en nuestra propia casa, lo hacemos a sabiendas de lo que está ocurriendo: que en esta España de María Santísima, la que inundó la geografía del orbe de nombres relacionados con la fe de nuestros padres, aquélla que infundió un sentido religioso a todas las cosas de la vida, la de las procesiones y las salves marineras, la de los santos patrones protectores, la de las austeras iglesias románicas y las impresionantes catedrales góticas, la que fue faro espiritual en esta Europa nuestra, la que nos proporcionaría nuestros propios nombres, es hoy manipulada y sojuzgada por una nueva horda de ignorantes que se esfuerzan por desvincularla de su propia sangre.

Así el simple y familiar rito de la instalación del nacimiento navideño se convierte en un gesto que es un grito. El niño que colocaremos en la humildad de ese portal que es siempre el mismo adquirirá una importancia trascendente. Por eso este año pondremos más gentío, que acudirá hacia él por los caminos de serrín. Sí; este año haremos llegar por los senderos desde un lado y otro toda una multitud de peregrinos para festejar el acontecimiento. Vendrán desde Belén, el pueblo que está al fondo, y desde el otro lado del paisaje, con sus ovejas y sus perros, con sus corderos y borricos, con sus verduras y frutas de las huertas. Y con el pan y el vino, como está mandado. Y pondremos a las comadres hilando y asando las castañas, porque el tiempo anda frío y anuncian una borrasca ciclogénica a la que apodan de explosiva, y a la lavandera con más ropa para lavar que de ordinario, y al pescador dale que dale con su caña, y hasta a un pez rojo saltando de alegría sobre el agua. Y enviaremos a los pozos y a las fuentes a nuestras mozas más fornidas. También reuniremos a los jóvenes, que hasta tenemos tres que andan preparando unos corderos. Y sudarán más que nunca los herreros en la fragua, que leña nos les faltará habiendo como hay un buen carro para transportarla y hombres con experiencia que la traerán a cuestas desde el monte.

Pero seremos realistas y recodaremos que el mal está siempre presente, tal como ahora se muestra entre nosotros. Ya se sabe que no puede faltar la envidia que suscitan el bien y la verdad entre los hombres. Así que amontonaremos unos pocos libros para alzar el castillo de Herodes a cierta distancia, y allá se pudra él con los tres guardianes que le dan escolta. Desde lo alto, entre las sombras de una luz esquiva, verá el monarca a los tres Reyes Magos haciendo un alto en su camino, cada uno de ellos con su respectivo paje. Y haremos distinción entre Melchor, el de la barba blanca, Gaspar, el de la barba rubia, y el imprescindible Baltasar, el africano imberbe; que en esto habrá que ser bastante estrictos aunque sepamos que el planeta ya está globalizado.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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